miércoles, 23 de abril de 2014

CORAZÓN, Edmundo de Amicis. Mi amigo Garrón, texto.

Octubre. Viernes 4
     ¡Aunque sólo han sido dos los días de vacaciones, me parece que he estado tanto tiempo sin ver a Garrón! Cuanto más  le conozco, más lo quiero. Lo mismo les pasa a los demás, exceptuados los arrogantes. Cada vez que uno de los mayores levanta la mano sobre un pequeño, basta que éste grite “Garrón” para librarse. Está siempre inmóvil en su banco, demasiado estrecho para él, y cuando le miro me dirige una sonrisa, como diciendo: “Y bien, Enrique, ¿somos amigos?” Da risa verle, tan alto y grueso, con su chaqueta y pantalones demasiado estrechos, un sombrero que no le cubre la cabeza, el pelo raspado, las botas grandes y una corbata siempre arrollada como una cuerda. Basta ver una vez su cara para tomarle cariño. Todos quisieran tenerlo como vecino de banco. Hace ocho días que está trabajando en una carta de ocho páginas, con dibujos en los márgenes, para el día del santo de su madre, que es alta y gruesa como él. Cada vez que el maestro pasa por su lado, le da cariñosas palmaditas en la espalda. Yo estoy contento cuando estrecho en mi mano la suya, grande  como la de un hombre. Seguramente que arriesgaría su vida por salvar la de un compañero: se ve tan claro en sus ojos y se oye con tanto gusto el murmullo  de aquella voz, que se sabe que viene de un corazón noble y generoso. 

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