lunes, 14 de abril de 2014

ALEJANDRO ROMUALDO y sus poemas

EL CUERPO QUE TÚ ILUMINAS 

Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía,
profunda y terrible luz que adoro diari
amente. 

Mis ojos se queman como los ojos de las estatuas
mi corazón padece como una vaso de vino un armario.

Tú eres un puente de agonía, un mar animado
de agua viva y palpitante. Tú te alzas y brillas:
yo giro alrededor de ti; alta y pura te miro
como los perros a la luna, como un semáforo para morir.

¡Oh Poesía incesante, mi buitre cotidiano,
me tocó servirte en el reparto de sufrimientos:
como un niño exploraba las tierras pálidas del sol.

¡Oh Poderosa! Yo soy para ti uno de los miembros
de esta numerosa familia sideral
compuesta de padres e hijos milenarios.
Yo soy para ti la noche: Tú me enciendes,
ardo en el vientre universal,
rabio con las olas y las nubes,
escribo al girasol que me ama diariamente deslumbrado.

Yo te devuelvo, amor mío, como un espejo desierto
en cuyas entrañas están las cenizas de donde Tú renaces.
Yo te devuelvo amor, mi vientre se renueva sin cesar.
Tú te ocultas y muerdes, entonces, como una ola gloriosa, llena de dulzura y vigor.

¡Oh Poesía, mi rayo divino y cruel, clava tu pico,
devora el fuego que me abate, apaga esta zarza inmortal!

He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,
pálido y silencioso como un dios que ha cesado
y que tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte. 



ESCRITO PARA TÍ 
Se abre la mar ( El alba se despliega
como una ola sobre el mar).
Qué bien me siento
cuando estoy así. A tu lado
hablaría y hablaría
siglos enteros junto al mar, por todos
estos acres, secos años que han pasado
como cuchillos.

Silencio largo. Aire
reprimido.

Áspera mar, inmensa
y ávida hembra que cubrió mi pecho, yo
te amo
para mí quiero el aire que respiras
el aire limpio y libre que respiras, tú
levantaste un sueño entre mis ojos
para mí, soñaste
para mí,
tú me ayudaste a levantarme, cuando
aquellos querían hundirme (por la luz
que me alumbra), me diste
un poco
de pecho,
para respirar.

No quiero nada. Nunca. Nada,
sino otra vez tu cuerpo, tu alma de paz,
como un tranquilo mar abierto. Amor,
en esta inmunda cárcel no me faltes, eres
una ventana al mar, a la mañana. Palabra
por palabra, será verdad
tanta belleza. (La tarde se despliega
como la cola de un pavorreal).
Mi bien
yo te escucho
tu mano sobre mi hombro, tu cabeza
en mi pecho, como
una mansa paloma.

No quiero vivir más
sin ti.

Los pocos años que uno vivirá
no valen nada si no estás. Es todo
lo que puedo decir abiertamente (La noche
se despliega
como las alas de un cormorán). Por eso
he decidido hablar y hablar y hablar
solo, como el mar
con el mar, hoy que me siento
a tu lado, que me tiendo
a tu orilla,
a vivir. 

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