lunes, 28 de abril de 2014

CORAZÓN, Edmundo de Amicis. Las maestras, texto

Diciembre. Sábado, 17

     Hoy estaba  Garofi muy atemorizado,  esperando que el maestro lo regañase. Pero como no ha ido a la escuela, ni tampoco el suplente, ha venido a dar clases la señora Cromi, que ha enseñado a leer a muchas señoras que ahora llevan sus niños a la Escuela Bareti.
   Hoy estaba triste, porque tenía un hijo enfermo. Apenas la vieron, empezaron a hacer gran ruido, pero con voz serena, dijo:
     -Respetad mis canas; yo casi  no soy ya una maestra, sino una madre –con lo que ninguno se atrevió a hablar más.
     A la clase de la señora Cromi  mandaron a la señora Delcato, y a la de ésta, a la que llaman la “monjita”, porque lleva siempre ropa oscura y un delantal negro. Su voz es tan gangosa que parece que estuviese murmurando oraciones. Sin embargo, los niños están tan quietos con ella que ni siquiera se les oye, y su escuela parece una iglesia.

     Otra maestra muy simpática es la de primera enseñanza elemental N° 3, una joven sonrosada que tiene dos graciosos lunares en la mejillas, que lleva una  pluma encarnada en el sombrero y una crucecita amarilla colgada al cuello. Siempre se le ve alegre, y cuando grita con aquella voz argentina, parece que cantara. Pega con la regla en la mesa y da palmadas para imponer silencio. Suplica a los padres para que no castiguen a los niños, lleva pastillas a los que tienen tos, presta su manguito a los que tienen frío, y siempre  está atormentada por los más pequeños, que la acarician y le piden besos. Todos los días vuelve a casa despeinada y ronca, jadeante y graciosa con sus dos lunares y su pluma encarnada. También es maestra de dibujo de las niñas, y sostiene con su trabajo a su madre y su hermano.

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