miércoles, 7 de mayo de 2014

CORAZÓN, Edmundo de Amicis. Nuestro maestro, texto.

Martes, 18 de octubre.

     Desde esta mañana, también me gusta mi nuevo maestro.
     Durante la entrada, mientras él se instala en su sitio, se asomaban de vez en cuando a la puerta varios de sus discípulos del año anterior para saludarlo:
     -Buenos días, señor Perboni. Buenos días,  señor maestro.
     Algunos entraban, le tomaban la mano y escapaban. Se veía que lo querían mucho y que habrían deseado seguir con él. Él les contestaba:
     -Buenos días –y les estrechaba la mano, pero sin mirar a ninguno; durante cada saludo se mantenía serio, con su arruga en la frente, vuelto hacia la ventana, contemplando el tejado de la casa vecina, y  en lugar de alegrarse de aquellos saludos, se adivinaba que le daban pena. Después nos miraba, uno tras otro, con mucha atención.
     Empezó a dictar, paseando entre los bancos, y al ver a un chico que tenía la cara muy  enrojecida y con unos granitos, dejó de dictar, le tomó  la barbilla y le preguntó qué tenía, tocándole la frente para ver si tenía fiebre. En ese momento un chico se puso de pie y empezó a bufonear a espaldas de él. Se volvió de pronto, como si lo hubiera adivinado, y el muchacho se sentó y esperó el castigo, con la cabeza baja y encarnado como la grana.
     El maestro se acercó a él, le posó la mano sobre la cabeza y le dijo:
     -No lo vuelvas a hacer.
     No dijo más. Se dirigió a la mesa, y acabó de dictar. Cuando concluyó, nos miró unos instantes en silencio, y con voz lenta y, aunque ronca, agradable, empezó a decir:
     -Escuhad: tendremos que pasar juntos un año. Procuraremos pasarlo lo mejor posible. Estudiad y sed buenos. Yo no tengo familia. Vosotros sois mi familia. El año pasado todavía tenía a mi madre: se me ha muerto. Me he quedado solo. No os tengo más que a vosotros en el mundo; no poseo otro afecto ni otro pensamiento. Debéis ser mis hijos. Os quiero bien, y debéis pagarme con la misma moneda. Deseo no castigar a ninguno. Demostrad que tenéis corazón; nuestra escuela será una familia y vosotros mi consuelo y mi orgullo. No os pido que lo prometáis de palabra, porque estoy seguro de que en el fondo de vuestras almas ya lo habéis prometido, y os lo agradezco.
     En aquel momento apareció el bedel a dar la hora. Todos abandonamos los bancos, despacio y silenciosos. El muchacho de la pirueta se aproximó al maestro y le dijo con voz temblorosa:
     -¡Perdóname, usted!
     El maestro lo besó en la frente y le dijo:

     -Bien, bien: anda, hijo mío.

6 comentarios:

  1. cual es su descripción del maestro

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  2. Respuestas
    1. El propósito del texto es darnos a conocer el gran amor y dedicación que nos dan nuestros maestros enseñándonos y que muchas veces no lo valoramos

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  3. Será un texto narrativo .
    Lo sabemos ya que Edmundo de Amicis , fue un escritor italiano.

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