martes, 6 de mayo de 2014

CORAZÓN, Edmundo de Amicis, El carbonero y el señor, texto

Lunes, 7 de noviembre.

     Garrone no habría dicho nunca, seguramente, lo que dijo ayer por la mañana Carlos Nobis a Betti. Carlos es muy orgulloso porque su padre es un gran señor: un señor alto, con barba negra, muy serio, que casi todos los días acompaña a su hijo.
     Ayer por la mañana Nobis disputó con Betti, uno de los más pequeños, hijo del carbonero, y no sabiendo ya qué replicarle porque no tenía razón, le dijo:
     -Tu padre es un andrajoso.
     Betti se puso encarnado y no dijo nada; pero se le saltaron las lágrimas, y,  cuando fue a su casa, se lo contó a su padre; y el carbonero, hombre pequeño y muy negro, fue a la clase de la tarde con el muchacho de la mano, a presentar la queja. Mientras el maestro lo escuchaba, como todos guardábamos  silencio, el padre de Nobis, que le estaba quitando la capa a su hijo, como de costumbre, oyó desde el umbral de la puerta pronunciar su nombre y entró a pedir  explicaciones.
    -Es este señor –respondió el maestro- que ha venido a quejarse porque Carlos, el hijo de usted, dijo a un niño: “Tu padre es un andrajoso”.
     El padre de Nobis arrugó la frente y se puso encarnado. Después preguntó a su hijo:
     -¿Has dicho esas palabras?
     El hijo, de pie en medio de la escuela, con la cabeza baja delante del pequeño Betti, no respondió. Entonces el padre le agarró de un brazo, lo hizo avanzar más hacia Betti, hasta tal punto que casi se tocan, y le dijo:
     -Pídele perdón.
     El carbonero quiso interponerse, diciendo: “No, no”, pero el señor no lo consintió y volvió a decir a su hijo:
     -Pídele perdón. Repite mis palabras:”Yo te pido perdón por las palabras injuriosas, insensatas, innobles, que dije contra tu padre, al cual el mío se honra mucho en estrechar la mano”.
     El carbonero hizo un gesto resuelto de oponerse, pero el señor sostuvo su mandato, y su hijo dijo lentamente, con voz cortada, sin alzar los ojos del suelo:
    -¡Yo te pido perdón… las palabras injuriosas…, insensatas…, innobles…, que dije contra tu padre, al cual el mío…  se honra mucho en estrechar la mano!”.
     Entonces el señor dio la mano al carbonero; éste se la estrechó con fuerza, y después, de un empujón repentino echó a su hijo en brazos de Carlos Nobis.
     -Hágame el favor de ponerlos juntos –dijo el caballero al maestro. Éste puso a Betti en el banco de Nobis. Cuando estuvieron  en su sitio, el padre de Carlos saludó y salió.
     El carbonero se quedó un momento pensativo, mirando a los dos muchachos; después se acercó al banco y miró a Nobis con expresión de cariño y reconocimiento, como si quisiera decirle algo, pero no dijo nada;  alargó la mano  para hacerle una caricia, pero tampoco se atrevió, conteniéndose con tocarle la frente con sus dedos toscos. Después se acercó a la puerta y, volviéndose una vez más para mirarlo, desapareció.

     -Acordaos bien  de lo que habéis visto –dijo el maestro-. Ésta es  la mejor lección del año.

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