Lunes,
7 de noviembre.
Garrone no
habría dicho nunca, seguramente, lo que dijo ayer por la mañana Carlos Nobis a
Betti. Carlos es muy orgulloso porque su padre es un gran señor: un señor alto,
con barba negra, muy serio, que casi todos los días acompaña a su hijo.
Ayer por la
mañana Nobis disputó con Betti, uno de los más pequeños, hijo del carbonero, y
no sabiendo ya qué replicarle porque no tenía razón, le dijo:
-Tu padre es
un andrajoso.
Betti se puso
encarnado y no dijo nada; pero se le saltaron las lágrimas, y, cuando fue a su casa, se lo contó a su padre;
y el carbonero, hombre pequeño y muy negro, fue a la clase de la tarde con el
muchacho de la mano, a presentar la queja. Mientras el maestro lo escuchaba,
como todos guardábamos silencio, el
padre de Nobis, que le estaba quitando la capa a su hijo, como de costumbre,
oyó desde el umbral de la puerta pronunciar su nombre y entró a pedir explicaciones.
-Es este
señor –respondió el maestro- que ha venido a quejarse porque Carlos, el hijo de
usted, dijo a un niño: “Tu padre es un andrajoso”.
El padre de
Nobis arrugó la frente y se puso encarnado. Después preguntó a su hijo:
-¿Has dicho
esas palabras?
El hijo, de
pie en medio de la escuela, con la cabeza baja delante del pequeño Betti, no
respondió. Entonces el padre le agarró de un brazo, lo hizo avanzar más hacia
Betti, hasta tal punto que casi se tocan, y le dijo:
-Pídele
perdón.
El carbonero
quiso interponerse, diciendo: “No, no”, pero el señor no lo consintió y volvió
a decir a su hijo:
-Pídele
perdón. Repite mis palabras:”Yo te pido perdón por las palabras injuriosas,
insensatas, innobles, que dije contra tu padre, al cual el mío se honra mucho
en estrechar la mano”.
El carbonero
hizo un gesto resuelto de oponerse, pero el señor sostuvo su mandato, y su hijo
dijo lentamente, con voz cortada, sin alzar los ojos del suelo:
-¡Yo te pido
perdón… las palabras injuriosas…, insensatas…, innobles…, que dije contra tu
padre, al cual el mío… se honra mucho en
estrechar la mano!”.
Entonces el
señor dio la mano al carbonero; éste se la estrechó con fuerza, y después, de
un empujón repentino echó a su hijo en brazos de Carlos Nobis.
-Hágame el
favor de ponerlos juntos –dijo el caballero al maestro. Éste puso a Betti en el
banco de Nobis. Cuando estuvieron en su
sitio, el padre de Carlos saludó y salió.
El carbonero
se quedó un momento pensativo, mirando a los dos muchachos; después se acercó
al banco y miró a Nobis con expresión de cariño y reconocimiento, como si
quisiera decirle algo, pero no dijo nada;
alargó la mano para hacerle una
caricia, pero tampoco se atrevió, conteniéndose con tocarle la frente con sus
dedos toscos. Después se acercó a la puerta y, volviéndose una vez más para
mirarlo, desapareció.
-Acordaos
bien de lo que habéis visto –dijo el
maestro-. Ésta es la mejor lección del
año.
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