domingo, 2 de noviembre de 2014

SALVATORE QUASIMODO y sus poemas



TIERRA
Noche, serenas sombras, 
cuna de aire, 
me alcanza el viento si en ti me esparzo, 
con él el mar olor de la tierra 
donde a su vera mi gente canta 
a vela, a nasa, 
a niños despiertos antes del alba.
Secos montes, llanuras de prístina hierba 
que bueyes y majadas espera, 
dentro de mí vuestro mal me socava.

ANTIGUO INVIERNO
Anhelo de tus claras manos 
en la penumbra de la llama; 
de robles y de rosas sabían; 
de muerte. Antiguo invierno.
Buscaban su alimento las aves 
y de pronto hacíanse de nieve; 
así las palabras. 
Un poco de sol, un resplandor angélico, 
luego la niebla; y los árboles, 
y nosotros hechos de aire en la mañana.

NUNCA TE VENCIÓ NOCHE TAN CLARA
Nunca te venció noche tan clara 
si a la risa te abres y parece que tocas 
toda tú de astros una escala 
que descendiera ya rotando en sueños 
a ponerme atrás del tiempo.
Dios era entonces temor de habitación cerrada 
donde un muerto reposa, 
centro de toda cosa, 
del sereno y del viento del mar y de la nube.
Y aquel arrojarme al suelo, 
aquel gritar alto el nombre en el silencio, 
era la dulzura de sentirme vivo.

CALLEJUELA
Tu voz a veces me reclama 
y no sé qué cielos y aguas 
se me despiertan dentro: 
una red de sol que se desteje 
sobre tus muros que en la noche eran 
un balanceo de lámparas 
de las perezosas tiendas 
llenas de viento y de tristeza.
Otro tiempo: un telar batía en el patio 
y se oía por la noche un llanto 
de niños y cachorros.
Callejuela: una cruz de casas 
que se llaman quedo 
y no saben que es el miedo 
de quedarse solas en la sombra.

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