martes, 11 de noviembre de 2014

RUBÉN DARÍO y sus poemas

Poeta Rubén Darío


BLASÓN
El olímpico cisne de nieve 
con el ágata rosa del pico 
lustra el ala eucarística y breve 
que abre al sol como un casto abanico. 

De la forma de un brazo de lira 
y del asa de un ánfora griega 
es su cándido cuello, que inspira 
como prora ideal que navega. 

Es el cisne, de estirpe sagrada, 
cuyo beso, por campos de seda, 
ascendió hasta la cima rosada 
de las dulces colinas de Leda. 

Blanco rey de la fuente Castalia, 
su victoria ilumina el Danubio; 
Vinci fue su varón en Italia; 
Lohengrín es su príncipe rubio. 

Su blancura es hermana del lino, 
del botón de los blancos rosales 
y del albo toisón diamantino 
de los tiernos corderos pascuales. 

Rimador de ideal florilegio, 
es de armiño su lírico manto, 
y es el mágico pájaro regio 
que al morir rima el alma en un canto. 

El alado aristócrata muestra 
lises albos en campo de azur, 
y ha sentido en sus plumas la diestra 
de la amable y gentil Pompadour. 

Boga y boga en el lago sonoro 
donde el sueño a los tristes espera, 
donde aguarda una góndola de oro 
a la novia de Luis de Baviera. 

Dad, condesa, a los cisnes cariño; 
dioses son de un país halagüeño, 
y hechos son de perfume, de armiño, 
de luz alba, de seda y de sueño.

MARCHA TRIUNFAL

¡Ya viene el cortejo! 
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines, 
la espada se anuncia con vivo reflejo; 
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines. 

Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes, 
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas 
la gloria solemne de los estandartes, 
llevados por manos robustas de heroicos atletas. 
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros, 
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, 
los cascos que hieren la tierra 
y los timbaleros, 
que el paso acompasan con ritmos marciales. 
¡Tal pasan los fieros guerreros 
debajo los arcos triunfales! 

Los claros clarines de pronto levantan sus sones, 
su canto sonoro, 
su cálido coro, 
que envuelve en su trueno de oro 
la augusta soberbia de los pabellones. 
Él dice la lucha, la herida venganza, 
las ásperas crines, 
los rudos penachos, la pica, la lanza, 
la sangre que riega de heroicos carmines 
la tierra; 
de negros mastines 
que azuza la muerte, que rige la guerra. 

Los áureos sonidos 
anuncian el advenimiento 
triunfal de la Gloria; 
dejando el picacho que guarda sus nidos, 
tendiendo sus alas enormes al viento, 
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria! 

Ya pasa el cortejo. 
Señala el abuelo los héroes al niño. 
Ved cómo la barba del viejo 
los bucles de oro circunda de armiño. 
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores, 
y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa; 
y la más hermosa 
sonríe al más fiero de los vencedores. 
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera 
honor al herido y honor a los fieles 
soldados que muerte encontraron por mano extranjera! 

¡Clarines! ¡Laureles! 

Los nobles espadas de tiempos gloriosos, 
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros 
?las viejas espadas de los granaderos, más fuertes que osos, 
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros?. 
Las trompas guerreras resuenan: 
de voces los aires se llenan... 

?A aquellas antiguas espadas, 
a aquellos ilustres aceros, 
que encaman las glorias pasadas... 
Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas, 
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros, 
al que ama la insignia del suelo materno, 
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano, 
los soles del rojo verano, 
las nieves y vientos del gélido invierno, 
la noche, la escarcha 
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal, 
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha triunfal!...

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