miércoles, 2 de julio de 2014

CORAZÓN, Edmundo de Amicis: "El herido", texto

     No había terminado de pasar el cuento mensual que el maestro me dio a copiar, y mi padre me pidió que lo acompañara  al cuarto piso a visitar al  señor herido en el ojo. El anciano estaba acostado entre almohadones y junto a él, sentada al lado de la cama, se hallaba  su mujer con el sobrinito. El señor tenía el ojo vendado, pero se encontraba bien, según nos dijo, y muy pronto estaría curado.
     -Fue una verdadera desgracia –comentó-, y lo lamento por aquel pobre chico.
     En ese momento llamaron a la puerta y la señora salió a abrir, convencida  de que era el médico. Al abrir la puerta… ¡veo a Garofi en el umbral, y sin atreverse a entrar!  El enfermo quiso saber quién había llegado.
     -Es el muchacho que tiró la bola… -explicó mi padre.
     -¡Oh! –exclamó entonces el anciano-. Ven, acércate, pobre niño. Tranquilízate, que estoy mejor.
     Garofi se acercó, haciendo esfuerzos por no llorar, y el anciano, también muy emocionado, lo acarició.
     -Dile a tus padres que todo va bien.
     Garofi pareció querer decir algo; pero se quedó mudo.
     -Bien, muchacho, bien; será hasta pronto, vete tranquilo.
     Garofi caminó lentamente hasta la puerta y de pronto, sacando de entre su capote algo que llevaba oculto, lo entregó  al sobrino del anciano y desapareció. El niño nos mostró  aquello y vimos que encima le había puesto un letrero que decía: “Te regalo esto”.  Cuando vimos bien lo que era, lanzamos una exclamación.
     Garofi se desprendía de su álbum de estampillas, la colección de la que siempre hablaba, orgulloso, y que tanto le había costado reunir: su tesoro.

     ¡Pobre niño! A cambio del perdón, regalaba la mitad de su vida.

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