lunes, 21 de julio de 2014

CORAZÓN, de Edmundo de Amicis, "Litigio", texto.

Lunes 20 de marzo.

     No fue por envidia, porque Coreta haya alcanzado el premio y yo no, que haya tenido un altercado con él. ¡Pero hice mal!
     Mientras escribía yo en el cuaderno de caligrafía, me empujó con el codo, haciéndome echar un borrón y manchar también el cuento mensual, Sangre romañola, que tenía que copiar para el “albañilito”, que está enfermo. Yo le solté una palabrota. Él me contestó, sonriendo:
     -No lo he hecho a propósito.
     Pensé: “¡Oh! ¡El premio lo ha ensoberbecido!”, y  para vengarme, le di tal empujón que la estropeé la plana. Se enfureció.
     -Tú sí que lo has hecho de intento –me dijo, levantando la mano.
     El maestro lo vio y la retiró. Coreta añadió por lo bajo:
     -¡Te espero afuera!
     Yo me quedé en mala situación; la rabia se desvaneció y sentí arrepentimiento: Coreta no podía haberlo hecho a propósito. “Es bueno”, pensé. Se me ocurría el consejo que mi padre me hubiera dado: “¿Has hecho mal? Pues, pídele perdón”.  Pero no me atrevía hacerlo, porque me avergonzaba el tener que humillarme. Me decía a mí mismo: “¡Valor!”, pero la palabra “Perdóname” no salía de la garganta.
     Él, alguna que otra vez, me miraba de reojo, pero más bien me parecía apesadumbrado que rabioso. En tales  ocasiones yo también le miraba hosco, para darle a entender que no le tenía miedo. Él me repitió:
     -¡Ya nos veremos afuera!
     -¡Sí que nos veremos afuera! –le respondí.
     Yo estaba destrozado, triste, no oía  lo que decía el maestro. Al fin llegó la hora de salida. Cuando me encontré solo en la calle, observé que él  me seguía. Me detuve y le esperé con la regla en la mano. Se acercó él y yo levanté la regla.
     .No, Enrique –me dijo bondadosamente-; sigamos de buenos amigos.
     Me quedé aturdido por un momento, y luego me arrojé sus brazos.
     Cuando llegué a casa y se lo conté a mi padre, me replicó:

     -Tú debías haber sido el primero en tender la mano, puesto que habías cometido la falta. ¡No debiste levantar la regla sobre un compañero mejor que tú, sobre el hijo de un soldado! –y tomó la regla, destrozándola.

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