JULIO APONTE Y SUS POEMAS
CATELO
Nadie
ha pedido mi opinión sobre los últimos acontecimientos
desaparecidos
, asesinatos, genocidios, crímenes escalofriantes
existen
algunos criterios que cuestionan mi
torpe conciencia
jamás
he pretendido esclarecerlos.
No
voy a hablarles del hombre que conozco
del
hombre que llevo dentro
en
mi convergen las fuerzas del bien y del mal.
Sobre
el piso verde escupido por el hombre de las colina
hay voces fragmentadas que siempre me
persiguen
fluyen desde un charco de sangre
aparecen
y desaparecen en mis noches alucinantes.
Amenazado
predispuesto al suicidio
cada
día cada hora me salta a la memoria
una
estúpida incapacidad de enfrentarle a la vida
siempre
estuve dispuesto a corromperme
como
cualquier hombre de mundo.
Siempre
soñé tener un hogar diseñado
una
familia compacta a quien darle las
gracias los buenos días
y ahora al compás de estos tiempos desiguales
me
espanta hasta el delirio esta forma
original de vivir
así,
solo, desnudo,
como
un perro que no tiene donde caerse muerto
salgo
como loco, busco a los amigos
a
los que verdaderamente tienen ganas de serlo
pero
a cada instante me doy de bruces
con
esta tormentosa realidad.
Odio
este pasado vertiginoso
estas
épocas horribles
estos
caminos vergonzantes
odio
estas calles clandestinas de
enervantes nervios
estas
noches repudiadas en hileras insondables de miserias.
“Catelo”, 1998
MI MUJER ES UNA PERFECTA BURGUESA
Mi
mujer viaja a Nueva Jersey Hungría Alemania
Turquía
Nueva Orleans
conoce
Machu-Picchu la Capilla Sixtina el Museo de Ruán
Mi
mujer se baña se rasca la barriga
se
rasura las axilas se incomoda se exaspera
se
sienta llama a la muchacha
Esmeralda
por acá Esmeralda por allá
las
cortinas se estremecen con sus gritos.
Mi
mujer amanece con el alba
camina
de puntillas hacia el sol
juega
basketball tenis frontón
practica
natación corre salta se relaja
grita
al jardinero insulta a la muchacha
se
destapa en una verborrea de palabras
eructa
coge el teléfono
chismosea
adoptando la actitud de Sharon Tate
coge
un libro lo critica con su jorobado cerebro de camello
se
arregla se contempla en el espejo tres cuarto de hora
hasta
hacerlo llorar de dolor y de espanto.
Va
al teatro
A
escuchar una ópera que le recomendó el poeta Juan Gonzalo Rose
“La
muchacha de los cabellos blancos”
sale
se dirige al Perú-Club
conversa
con la chabacanería de Mister Mario Vargas Llosa
y
corre a lengua suelta Chopin Wilde Mayakovsky
discute
con aire chocanesco la novena sinfonía de Beethoven
y
finalmente sobre el trágico fin de Sérvulo Gutiérrez
Mi
mujer un poco aguardientosa
y
con sus ojos negros como pozos de
petróleo
llega a casa arañando la mañana
mi
mujer una perfecta burguesa.
“Catelo”, 1998
TODAS
LAS LUCES DE LA CIUDAD SE APAGAN
Ha
crecido un muerto en mi pecho
va
creciendo como una lágrima ahogada
he
visto sus destellantes ojos
su
mirada está pendiente de lo que yo haga
no
sé de qué manera me mira
pero
sé que son los ojos de los muertos
que
están creciendo en mi pecho.
La
ciudad arde
todas
las luces de la ciudad se apagan
mientras
las sirenas aúllan
y
despiertan desconsoladamente
a
quienes duermen y sueñan tranquilos
el
sueño de los crisantemos.
Hay
sobresaltos murmullos y sangre
mucha
sangre
que
corre pintarrajeando las calles
sangre
en los jolgoriosas paredes
de
los burdeles
que
siguen su rutina de putería
como
si en la ciudad no pasara nada
pero
la ciudad arde
la
policía se moviliza fastidiada
intranquila
hay
muchos cuerpos regados en las calles
cuerpos
que ruedan y ruedan
quebrados
sin vida
pero
sus ojos están como despiertos
están
como alentando la bravura
y el
incendio de la noche
donde
las luces se apagan
y
crece el espanto
como
un muerto en el pecho.
“La clavícula de San Cipriano”, 1995
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