lunes, 12 de agosto de 2013

FABLA SALVAJE, NOVELA TEATRALIZADA


FABLA  SALVAJE

ACTO I
El narrador
Balta Espinar se levanta del  lecho y se frota los ojos adormilados y se dirige a pasos lentos hacia la puerta. Luego  se acerca  al pilar  y descuelga de un clavo el pequeño espejo. Se mira en él y tiene un estremecimiento  raro. El espejo se hizo trizas  en el suelo y en la casa se oyó un sonido de cristal   y hojalata. Balta se puso pálido y su cuerpo temblaba de susto. Sobresaltado  vuelve rápidamente la cara atrás y a todos lados. Luego, Balta  mira el espejo roto a sus pies, vacila un instante y lo recoge. Intenta nuevamente mirarse el rostro, pero de la luna sólo quedan sujetos al marco  uno que  otro breve fragmento. Recoge algunos fragmentos más y en momento regresa a casa Adelaida, la mujer de Balta.
Balta
(Le cuenta lo que ha sucedido)  Adelaida,  ¿Sabes? He roto el espejo.
Adelaida
(Asustada)  ¿Y cómo lo has roto? ¡Alguna desgracia!
Balta
Y no sé cómo ha sido, de veras…
Adelaida
(Cuando Balta está sentado a la mesa para la comida, Adelaida le dice sobresaltada desde la cocina)  ¡Balta! ¿Has oído?
Balta
Sí…Sí he  oído. Que gallina más zonza. Parece que ha sido la “palucha”.
Adelaida
¡Jesús! ¡Dios me ampare!  Que va a ser de nosotros… (El potro “El Rayo” relinchó)
Balta
Es necesario comerla… (Se puso de pie)  Cuando canta una gallina, mala suerte, mala suerte… Para que muera  mi  madre, una mañana,  muchos días antes de la desgracia, cantó una gallina vieja, color de habas, que teníamos.
Adelaida
¿Y el espejo, Balta? ¡Ay señor! Qué va a ser de nosotros… (Se sienta en el poyo y se lleva las dos manos  al rostro y se pone  llorar en silencio. El marido se pone a meditar)

ACTO II
El narrador
Ese día en que cantó la gallina, Adelaida estaba llorando hasta el momento en que se acostó. Fue una noche muy triste en el hogar. Balta no podía dormir por más que lo intentó. Su mente tenía malos pensamientos.  Desde que se casaron era la primera zozobra que turbaba su felicidad. A Balta le había ocurrido una cosa extraña  al mirarse en el espejo: había  visto  cruza por el cristal un rostro desconocida. El estupor relampagueó en sus nervios, haciéndole derribar el espejo. Pasado algunos segundos creyó que alguien se había asomado por la espalda al cristal, y después de volver la mirada a todos lados en su busca, pensó que debía estar aún trastornado por el sueño, pues acababa de levantarse, y se tranquilizó. Más ahora, en medio de la noche, oyendo llorar a su mujer, la escena del espejo aparecía en su cerebro y le atormentaba misteriosamente. Sin embargo, creyó de su deber consolar a su mujer.
Balta
Adelaida,  no juegues. ¡Llorando porque canta una gallina!... Vaya… ¡No seas chiquilla! (Sufre y una duda le atormentaba el corazón)
El narrador
Al otro día Balta lo primero que hizo al salir a la calle fue comprar un espejo Tenía una fantástica obsesión del día anterior. No se cansaba de mirar en el espejo, pendiente en la columna. La proyección de su rostro  era ahora normal y no la turbó ni la más sombra extraña. Sin decirle nada a su mujer, fue a sentarse en uno de los enormes alcanfores, que habían en el patio, contra uno de los muros, y  allí estuvo ante el espejo, horas y horas. La vieja Antuca, la madre de Adelaida, le sorprendió en esa postura.
Antuca
¿No te has ido a la chacra, Balta? Don José dice  que el triguillo de la pampa ya está para la siega. Dice que el sábado lo vio, cuando volvía de las Salinas…
Balta
(Tiró una piedra)  ¡cho!... ¡Chooo! ¡Adelaida! ¡Esa gallina!
El narrador
La relación de pareja entre Balta y Adelaida se fue deteriorando poco a poco, por la mente sucia y supersticiosa de Balta. El espejo roto, el relincho de su potro y el canto de la gallina, Balta  lo relacionó con la desgracia que se venía en su hogar y en su matrimonio. Para él, su mujer le engañaba con otro hombre y el hijo que esperaba no era de él. Los celos le estaban destruyendo su vida y la de su mujer. Un día, cuando Balta volvió  de un largo peregrinaje por los páramos, agonizaba la tarde. Adelaida, que había vuelto ya del pueblo, esperaba a su marido, ansiosa y presa de inconsolable zozobra.
Adelaida
(Al ver que llegaba su marido se llena de alegría y le dice preocupada) ¿Dónde te has ido, por Dios?  (Él entra con el rostro molesto y no le responde)
Balta
(De pronto explota  de cólera) ¡Déjame, mujer! (Y entra siniestramente al cuarto)
Adelaida
(Le sigue y le pregunta preocupada) ¡Pero por Dios, Balta! ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? Qué te he hecho yo para que así me trates y me  botes?  ¡Ay, Dios mío! (Se pone a llorar su desgracia) Yo no te hecho nada malo para que me trates  de esa manera tan fea. Yo te amo mucho, esposo mío.
El narrador
Santiago observaba extrañado. Un niño de ocho años, él no se daba cuenta de aquel infortunio. Supo si que  adentro se lloraba y se callaba más adentro aún. Su corazón empezó a encogerse y tuvo ganas de llorar. Viendo padecer a su hermana, le dolió el alma. Ante tanto dolor de su hermana se puso a llorar.
Santiago
 (Se acerca más al quicio ruidosamente y le dice a su hermana) ¿Qué haces, Adelaida? ¿Buscas tu rueca? Yo no la he visto desde el otro día… ¿No ha llegado todavía, don Balta? ¡Pobrecito! Si lo habrá agarrado el aguacero… (Como su hermana no le hizo caso, tose con fuerza.  Después se sienta en el poyo y se queda dormido. Al despertarse, se asusta. Llama y nada. Luego grita con fuerza)  Me han dejado. ¡Adelaidaaa! (Después se sienta en el poyo y cuando se tranquiliza. A poco rato duerme el niño un sueño sobresaltado y doloroso)

ACTO  III
Balta
(Está obsesionado por los celos e injuria a su mujer)  Está bien, está bien, Adelaida.  Pero, tú has muerto ya para mí.
Adelaida
Tus celos son infundados, esposo mío. Entiéndalo, por favor.
Balta
(Se pone a llorar y a gritar en alta voz)  Adelaida, ¿Por qué me pagas así? Yo te amo mucho con todas las fuerzas de mi corazón. Yo no soy un mal hombres, un vicioso, un holgazán. (Los celos no le dejan en paz)  Adelaida,  ¿Por qué mejor no quisiste a otro antes que a mí? No debiste engañarme de esa manera tan cruel.
Adelaida
(Se le acerca a Balta) ¡Oye Balta, por Dios!
Balta
(Se pone furioso) ¡Mujer, déjame, déjame¡
Adelaida
(Se arrodilla, postrándose ante su marido se pone a llorar)  ¡Balta, por favor! ¡Escécheme!
Balta
(Le dice con cólera)  ¡Déjame, mala mujer! ¡Traidora! (se pone a llorar)  ¡Tú, has muerto para mí!
Narrador
Balta lleva  a su mujer al pueblo.  Cuando los dos se encuentran  en su casa, Balta la viste de luto y él también hace lo mismo. Adelaida lo único que hace es llorar  y llorar como nunca. Tras una  noche llena de implacables suplicios morales para ambos, Balta regresa al amanecer al campo y abandona en la aldea a su mujer que se encuentran dormida y enlutada sobre la cama. El marido celoso llega a la cabaña y la vuelve a abandonar, para ir andar por los alrededores. Después de vagar un buen tiempo, Balta sube a una cima y se sienta en el filo de una roca, contemplando por un largo tiempo el campo.  Balta, se sienta aún más en el borde de un elevado risco. De pronto alguien roza  la espalda de Balta, éste hace un movimiento brusco y cae al abismo profundo. Por la tarde de ese mismo día, Adelaida en su casa de la aldea, se pone a llorar desconsoladamente, ignorando la muerte de su marido. Y en ese mismo día nace el hijo de Adelaida.

                                         (Novela  teatralizada, por Rafael Alvarado)
Lima, 13  de agosto de 2013

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