viernes, 5 de junio de 2015

ISAAC SOTO GAMARRA y su cuento "Los herejes"

LOS  HEREJES

    Rendíamos culto al agua, al sol a la luna, también a la tierra y a otras deidades naturales.
   Nuestra yacu mama, calma nuestra sed, riega los campos de cultivo, con ella preparamos la bebida sagrada,, la chicha, sin ella nuestros cuerpos se secarían como el charqui. Que digan entonces que no es sagrado.
   En el calendario de cultos estaba marcada una fecha para dar gracias a las lluvias, que aumentan el caudal de los ríos. Las lagunas  nuestras “Qochas” eran los depósitos naturales, donde se represaba el agua y durante el tiempo de sequía  las entrañas de la pachamanca eran humedecidas por ella  y así podíamos seguir cultivándolas.Eramos tan conscientes que comprendíamos que  sin el agua  la vida  se extinguiría..
   Adorábamos al Sol, porque era nuestro dios padre que desde que amanecía nos daba la vida, con su luz. No podíamos imaginarnos un amanecer sin él.En el ocaso nos  prosternábamos para que vuelva al día siguiente y a la madre luna le rogábamos que pernocte con él lo necesario, que lo tenga a su lado para amarlo y que aproveche su luz  para que tenga estrellitas. Y  alegren  el firmamento con sus parpadeos.
   Nuestro Dios el Inti, era reverenciado en el Inty Raymi. La fiesta del Sol, y sus hijos los Incas, ese día prometían cuidar por igual a todos los hombres.
   Y la pacha mama, la tierra del cual emergemos, como las plantas, no teníamos porque disputarla, sabíamos que nosotros pertenecemos a ella y no podía nadie ser dueño de la tierra. Si al final somos barro, con un soplo de vida, de vida pasajera.
  Así vivíamos felices  rindiendo culto a nuestros dioses, en los altares que existían a lo largo y ancho de los cuatro lados del mundo. Nuestros sacerdotes ofrendaban a nuestros dioses, no sacrificaban.
   Así mismo íbamos en peregrinaje a las altas montañas donde se hallaban nuestros Apus, que eran  nuestros dioses menores. Si queríamos dialogar con ellos teníamos que por lo menos hacer un esfuerzo y caminar horas y horas , imponiéndonos al cansancio del cuerpo y el alma.
  Encontrándonos frente a ellos les dábamos las gracias por la vida, por el pasaje sea largo o corto de nuestro existir .No había nada que pedirles todo  lo teníamos, solo había que agradecerles.
   Cuando llegaron ellos, se sorprendieron al ver que besábamos la tierra, al ver que levantábamos nuestros ojos  al sol, al ver que bebíamos el agua bendita. Y nos dijeron estos son unos herejes, salvajes, no conocen, al verdadero Dios, no han escuchado la  palabra del señor. ¿A QUE SEÑOR SE REFERÍAN NOS MIRÁBAMOS LAS CARAS?-Ya verán, ya verán. Nos decían. Sacaron  un objeto raro  lo abrieron y empezaron a dialogar con él, diciéndonos escuchen la oración que él nos dejó, pero antes cierren vuestros ojos, herejes. Y el que llevaba colgado una cruz en el pecho dijo : -Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre… Y  al terminar, nos dijo que ya  estábamos bendecidos y que ahora ya éramos hijos de Dios y que teníamos un lugar en su reino. Cuando abrimos los ojos ya no teníamos nuestras tierras, ni a nuestros dioses, nada de nada. Mucho menos el cielo.Ellos vinieron cargando el infierno.

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