miércoles, 17 de junio de 2015

ARTHUR EILLETSON y su "Microcuento"

MICROCUENTO:  "El Conquistador y el Trepanador de Cráneos"

Antiguamente antes de la invención de la rueda en Paracas, al sur de la costa del Perú, se operaban con éxito los cráneos. A la llegada de los españoles quedaba el último médico Paracas, trepanador de cráneos. Acostumbraba operar con un ceremonioso ritual, el médico siempre apoyaba a todo el que lo solicitaba.
Un día se le acercó un Oficial, conquistador español, para que sane a su hija de un extraño mal. Comenzó a hacer su ritual; le abrió el cráneo y le extrajo a la niña un tumor. El compañero de armas del español al ver al médico trepanador realizar tal ceremonial, vió en sus adentros, en sus limitadas especulaciones duendes y hadas, artes negras, artes oscuras, prácticas dignas del necronomicón y lo retó a un combate de espadas una lucha entre bien y el mal sin compasión.
El último trepanador, sólo sabía sanar, intentó explicarle que no era guerrero, que su cuchillo ceremonial llamado "Tumi" es para curar, toda explicación fue en vano, pero aceptó el duelo presionado por las represalias que tomaría el villano para con su pueblo.
El trepanador, sólo sabía sanar pero como era de una casta noble, quería morir con honor y para eso fue a pedirle consejos a un sabio, a un Amauta. El sabio le aconsejó: "Debes tomar la espada, como un tumi, como un ritual más, con serenidad y solemnidad como otra delicada operación.
Estarás temblando pero para aplacar tu tensión debes enfrentarla, como lo hiciste con tu primera operación; dejaste tu ego a un lado y decidiste sacar con vida a tu paciente.
Al día siguiente, el médico acudió a la cita. El Capitán español, primero tuvo una actitud desafiante, arrogante, pero con sorpresa advirtió la tranquilidad y distinción que el medico lució; la dignidad con la que se sacó el manto, vió que dispuso de sus cosas dignamente, vió que alzaba la espada altivamente, vió como el inti le extendía su divinidad y era inmóvil y era uno con la madre tierra.
La sorpresa del conquistador español, se tornó miedo; "Habrá hecho un pacto". Su miedo soltó muchos demonios con rostros imaginarios; lo vió demonio, después un consumado espartaco, después un brujo que domina los cerros, después vió la misma encarnación de César Borja. Su duda lo paralizó, no pudo desenvainar su espada.Se vió perdido.
Pero al español nada le quita lo pendenciero, así que temeroso sentenció:
"He cometido un error,
me apresure mucho compadre,
este si sana, es cristiano y por favor
que lo bautice el padre".
Arthur Elletson 
Derechos Reservados.

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