Poeta Willy Gómez, leyendo sus poemas
LA MIRADA ATRÁS
Recojo los
caracoles que se detienen en el garaje de la casa de M
Marco en el
calendario
los
días de llegada de cada una de estas babosas.
Contribuyo
al negocio de M
y
busco más de estos animales. Baba de caracol
para las
arrugas, baba de caracol para los dolores musculares,
baba de caracol
para
tus huesos débiles por el tabaco. Ah
el
animal cura, mi gran amor, y no lo sabía.
Ahora
yacen dispuestos sobre las verjas
y
también
sobre la caja de
herramientas que ha olvidado mi suegra.
Suenan mis oídos
con el sonido que hace mi cuñado A
al
martillar el tubo de escape de su camioneta blanca.
Desisto, por un
momento, de mi rutina
y comunico a mis
inquilinos, a través del teléfono,
el nuevo pago de
alquiler.
La caminata me
envuelve de tiempos,
y es como si
creara una ausencia de pistas transponiendo otros barrios.
La tarde apenas
quiere terminar.
Mis
vecinos me esperan, voy al rescate de ellos
que se conducen
con seguridad a firmar los documentos de alquiler.
Agarrada a su
perro, la Sra. S cree mover la mano de sus pensamientos
para no quedar
desamparada;
el Sr. R aprovecha
para hablar de abrigos y ternos a un precio cómodo
y no puede
convencerme de confeccionar uno para mí;
V confiesa
que no tiene dinero. Ya nadie tiene dinero, dice,
para quines
venimos de provincia es difícil conseguir dinero;
J recibe
con gratitud un contrato del banco.
Pronto estará
afuera, tímidamente en la lluvia,
recordándome a
su padre cuando salía de la imprenta
de la calle
Daniel Nieto
en el Callao
e iba hacia
<>.
¿Cuáles?
Me
explica.
Todo fue a pedir
de boca cuando los niños se quedaron solos
y
mi padre no apoyó a los obreros gráficos
y vino la
traición de C que ya no podía seguir callando.
Cuando regresé
de comprar gasolina para el carro de B,
encontré a mi
padre con los brazos ensangrentados en la habitación de E.
B lloraba.
B llora,
hasta ahora,
las
decapitaciones de su cuerpo que nosotros no supimos limpiar.
Es cierto, J -pienso-
cada día crece
una familia espléndida en la tragedia.
Pero también es cierto
el aprendizaje de la limpieza
como dicen que
hizo Rodolfo
y no para la
felicidad sino para la salud.
J me
hace daño cuando habla,
nunca avizoro un
signo de palabras felices en su vida. Debo irme.
Se
amarilla la piel de los enfermos en Lima. Los veo
en los bancos,
en las escuelas y en las calles. Se mueren finalmente
con
destellos de tristeza en los ojos.
Ahora hay una
distancia entre ellos y yo, entre la conversación
de mis
inquilinos y la sombría decisión de los sobrevivientes,
entre el negocio
de caracoles de M que hecha luces
y
mi forma de contribuir a un film oscuro.
Fumo un cigarro premier camino
a casa. Cuídate de los perros, me digo,
en la siguiente
calle o toma otro camino
y ya no
regreses. Ya no regreses ahí.
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