Escritor Isaac Soto Gamarra
Juan y Miguel, eran grandes amigos, muchas cosas tenían en común, sobre todo el deseo de superación, juntos empezaron a estudiar en el nivel primario y también secundario; pero por cosas de la vida, Juan tenía más apoyo de sus padres y pudo ingresar a la universidad, logrando una profesión. Se graduó de ingeniero pesquero, en cambio Miguel era huérfano de padre y su mamá haciendo los esfuerzos más grandes, apenas tuvo los medios económicos para que su hijo estuviera una carrera técnica.
(Desgraciadamente
esta vida no mide a todos con la misma vara, siempre existe una desproporción).
Como
es lógico, Juan logró un mejor puesto por su profesión y Miguel un lugar secundario;
pero esto no hizo ni mella en la relación entrañable de amigos, incluso
contribuyó a que sean más compañeros que
antes, y si había algo que los diferenciaba era que el ingeniero Juan, era
apegado a las cosas materiales, se obsesionaba, siempre estaba a la moda.
Estaba al tanto de los objetos más modernos,
sobre todo de las innovaciones en cuanto a los celulares, pues cambiaba a cada
momento y compraba de los más caros. Sicológicamente era calificado como un
comprador compulsivo, dicho de otra manera compraba hasta por gusto, ya ni
siquiera por el gusto. En cambio, el técnico Miguel era más prudente en
adquirir cosas, aparte de que tenía que retribuir a su madre ayudando en la
casa, vestía modestamente, compraba lo necesario, tenía una consigna que
siempre lo repetía: “Rico es aquel que sabe vivir con lo que tiene”. Este punto
era lo que les diferenciaba a los dos amigos.
Así
transcurría la vida para los dos amigos, casi de una manera monótona. Con
algunos pequeños sobresaltos. Hasta que un día imprevisible, impensado, cuando
el reloj marcaba aproximadamente, las
once de la mañana, las sirenas de alarma de la fábrica empezaron a sonar de
manera estridente, por los altoparlantes empezaron a gritar que todos los
trabajadores en general abandonen de inmediato, tal como estaban las
instalaciones de la fábrica y que salieran cuesta arriba porque se acercaba un maremoto de grandes
proporciones, en el pánico y la desesperación Miguel vio a su amigo que corría,
a la dirección donde estaban los
casilleros, para sacar sus pertenecías –mi celular, mi celular- gritaba Juan,
que importa le increpaba el técnico, vamos, salgamos se viene el maremoto, no
hizo caso y se desprendió de la mano de su amigo y fue en busca de su objeto
preciado. El pobre Miguel apenas pudo ganar la altura, cuando volteó la vista
vio con desesperación que su amigo Juan era alcanzado por las olas gigantescas
del maremoto desapareciendo en la bravura del mar, casi al punto de desmayarse
gritaba el nombre de su amigo.
Hay
muchas personas que no comprendemos, que a esta vida llegamos sin nada y nos
tenemos que ir igual, nuestra vida es lo más preciado.
(Isaac Soto Gamarra)
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