lunes, 22 de septiembre de 2014

ISAAC SOTO GAMARRA y su cuento "El poeta cholo"

 
Escritor Isaac Soto Gamarra leyendo su cuento

Se fue de su tierra a otras tierras a buscar un futuro mejor, pero esta vez salió casi autodesterrándose, porque no soportaba más la envidia y el rencor de los poetas de la capital, gente mediocre que se  autodenominaban los “poetas ilustres”, cuando solo eran una cófrade de aristócratas criollos que en reuniones de bohemia nocturna, inspirados con  el trago recitaban histriónicamente, en los salones lujosos de esta ciudad llamada de los reyes, gobernada por virreyes.
Había llegado proveniente del noble pueblo de los “Ch’uccos”, nombre auténtico de los que poblaban ese lugar, porque vestían con sombreros en forma de campana, hechos de lana fina de vicuña (ese era el significado de Ch’uccos),  palabra quechua de concepto amplio, vocablo original y que al llegar los españoles por esos lares, lo rebautizaron como “Santiago de Chuco”, tal como hicieron con otras ciudades ya existentes del reino tahuantinsuyano.
Tantos pecados cargaban en sus espaldas, esa gente de capa y espada, para que expiar sus culpas, le ponían nombres de sus santos, a poblados de gran pasado cultural.
En ese linaje de gran abolengo e ilustrado de los ch’uccos, había nacido, un día para no olvidarnos César Abraham  Vallejo,  hablando dos idiomas, el de sus antepasados y el de los conquistadores. Pensaba en quechua y escribía en castellano, era un don especial que él tenía por el milagro de los Apus. Deidades del mundo andino, desde muy niño empezó a componer poemas con una profundidad espiritual, que calaba el alma, algo que solo se podía lograr con el pensamiento andino por eso le hablaba a las piedras, y cantó: Piedra negra sobre una piedra blanca. También se inspiraba: con los paisajes telúricos de la naturaleza agreste, amaba ese mundo idílico, pastoral de las montañas mágicas, de los ríos serpenteantes, del viento y la lluvia que le invitaban al diálogo con los seres inanimados, algo que solo se puede dar en la cultura andina, porque todo cobra vida en ese mundo. Todo eso le inspiraba, a la vez que sufría con las humillaciones que su pueblo soportaba desde la llegada de los hombres de ultramar. Su espíritu se ponía rebelde viendo el saqueo de las riquezas, observaba que esos que arribaron de tierras extrañas se habían adueñado de las tierras y animales de los mal llamados indios a quienes los trataban como a bestias, estos y otros atropellos le atormentaban el alma, se convirtió en el Cristo de los dados eternos porque él era hombre y sufría.
Así con su poesía de amor y furor  fue anudando en los quipus, Poemas Humanos, para reivindicar a sus paisanos, que casi como un mandato divino de los dioses del invasor, estaban destinados al sufrimiento físico y mental en esta vida. Para ello se valió del idioma de Cervantes, utilizando el vocabulario caudaloso y turbio del Manco de Lepanto.
Será por esto? El odio que desató en los descendientes de los conquistadores que radicaban en la capital y que de boca para afuera, se sentían patriotas, sin embargo mentalmente seguían siendo colonos de España incluso hasta inquisidores. Y por eso no pudieron soportar al cholo que venía con sus Heraldos Negros y su poto de chicha a dictarles cátedra de poesía, dándose el lujo de crear un estilo nuevo y desfigurar la gramática obsoleta de los llamados señores castizos.
Para alejarse de las mezquindades y el despotismo de estos pedantes y vanidosos poetas limeños, el poeta cholo se fue a la Ciudad Luz, París, Francia, y desde su lecho premonitoriamente dijo: “Me moriré en París, un día del cual tengo ya el recuerdo”. Murió soñando con su Rita de junco y capulí.

Ahora lejos de su tierra, en un cementerio ajeno, reposan sus restos, pero sus versos se han vuelto inmortales y brillan en el universo en todos idiomas. 

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