lunes, 26 de enero de 2015

PEDRO ESCRIBANO y su poema "Lima no es una golondrina entre lod dientes"

LIMA NO ES UNA GOLONDRINA ENTRE LOS DIENTES

Mientras que las gaviotas ensucian sus alas en los cielos de Lima,
azules, las carretillas bajan por las avenidas como las aguas de un río.
Algunas se detienen, miran desde las esquinas
y se enrumban hacia parques más cercanos,
pero otras, como la tuya, Santiago, intentan ir más lejos.
Ya no es necesario tener un lamparín en el pecho
para demostrar que somos transparentes.
Señoras y señores exhiben
sus gorduras y sus pescados frescos,
y tú, Santiago, estas brillante como las botellas verdes de tu carretilla,
pero eres uno más en la calle.
Es imposible que ignores que algunos nos miren con espanto
y otros, los más sinceros, con asco.
Pero aquí estamos, Santiago, y somos las aguas de un mismo río,
que inunda el cuerpo gigante de Lima,
vieja ciudad, desde Pizarro y su santo Santiago, el primero,
que fue matamoros en la historia de historia de España,
que fue mataindios en estas tierras humildes.
El barbudo y sus compinches nos dieron de azotes,
nos llenaron de sangre la boca y el alma,
y cuando todo parecía indudablemente muerto y perdido,
nuestra memoria se hizo nube elevada
y dejó caer aguas vivas en nuestra garganta.
Como te digo, Santiago, así fue cómo creció el pasto y abundó el ganado
Y Santiago mataindios tuvo que hacerse amigo nuestro,
se puso poncho, se hizo alegría, rayo y horizonte
y desde entonces Santiago se llamaron sus hijos y los hijos de sus hijos,
hasta hacerse este río limpio o sucio, pero cierto.
Ahora que la historia ha dejado de ser noticias de libros y cuadernos
y la memoria es demasiado turbia para conservarla larga y celeste como una cinta,
ahora que el hambre es parte de nuestras nuevas costumbres
y la voz del señor y la señora gorda ofreciendo sus pescados frescos
es una hermosa golondrina entre nuestros dientes;
ahora, que tras siglos de los siglos nos reconocemos, Santiago,
sin ser Santiago matamoros, sin ser Santiago mataindios,
ahora, como en los tiempos de pólvora, seguimos siendo la última pregunta
y porque siempre estamos juntos, Santiago, Santiago, ¡otro emoliente!



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