jueves, 19 de enero de 2012

I CONGRESO NACIONAL POETAS, UNMSM, 1985


Los Poetas Roger Santivañez, Enrique Verástegui, Mazzotti y Winston Orríllo (Presidente de la mesa)




I CONGRESO NACIONAL POETAS, UNMSM, 1985

      Mucho se ha hablado del I CONGRESO NACIONAL DE POETAS que se realizó en 1985 y que fue organizado por la Federación Universitaria de San Marcos y auspiciado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos siendo el rector, el doctor Antonio  Cornejo Polar;  pero casi nadie sabe quiénes fueron los que promovieron y ejecutaron dicho evento cultural que tuvo una trascendencia nacional e internacional. En el Perú se han realizado muchos Congresos Nacionales de Poetas, pero ninguno ha podido superar la asistencia de más 2,000 poetas acreditados. Más de 25 ómnibus de las universidades de los diferentes departamentos del Perú llenaron el campus universitario de San Marcos. En cada ómnibus universitario vinieron los estudiantes poetas de varias facultades, los catedráticos que también  escribían poesía  y  los poetas más representativos de la provincia. Los que conformábamos la Comisión Organizadora éramos un grupo de poetas universitarios aventureros y quijotescos cuyo sueño era hacer realidad dicho evento y lo conseguimos  con sangre,  sudor y lágrimas.  No quiero en esta oportunidad hablar sobre este magno Congreso que fue apoteósico, sino lo que quiero es escribir del trabajo literario de los poetas integrantes de dicha comisión: Francisco Ponce Sánchez,  José Guillermo Vargas Rodríguez, Teodomiro Abanto Horna,  Rafael Alvarado Castillo, Gerardo Arenaza Olivares, Guido Carrión Bustamante, Manuel López  Rodríguez, Sonia Chumo y Norma Yañez.


FRANCISCO PONCE SÁNCHEZ
Presidente de la Federación de Escritores del Perú y de la Asociación Nacional de Poetas. Integró la Comisión Organizadora del Congreso Nacional de Poetas. Ha sido galardonado con varios premios intermacionales de poesía. Tiene una fecunda producción poética.

HABITAMOS UN BOSQUE DE
LADRILLOS Y CEMENTO

En el microbús de la ciudad
viajaba la mujer de mi vecino,
tenía la boca de ojal de marinero,
lamentándose de los alquileres
que estaban  por las nubes,
preguntándose  si el tiempo
es una hoja sin salida.
Ahora como se puede viajar  en
microbús sin tener pensamientos
impuros.
Al costado de la efervescente
multitud un gato limpia bota
y sobre la vereda de enfrente los
hippies discuten sobre el pan de
cada día.
La  ciudad continúa
asfixiándose hasta el último
grano de vida en este
insólito invierno.


UN PAISAJE NACIONAL

He visto crecer la hierba
en el huerto de la vida,
dos naranjos y un roble
acariciar las riberas
del silencio nebuloso
Piedra oscura, agua, risas,
y muecas de papel
Invaden la pobreza.
Mercurio cromo,  basurero,
hilandera de la vida,
verde epítome
de folios,
árboles,
un camino polvoriento,
suave viento,
dos viajeros ambulantes
un paisaje
y en el paisaje
la figura de mil años de cultura.

JOSÉ GUILLERMO VARGAS RODRÍGUEZ
Presidente de la Casa del Poeta Peruano, literato y poeta. Integró la Comisión  Organizadora del I Congreso Nacional  del Poeta, UNMSM, 1985.  Director de la Revista Internacional de Literatura y Arte. Ha escrito varios libros de poesía.

                                 BALADA PARA JOSÉ GUILLERMO
 Te vine a buscar, José Guillermo, por la tarde 
ahí, cuando el tiempo va muriendo 
y el ritmo de la sangre aminora su trajín, 
-por eso las penas se hacen largas 
cuando el cenit recoge sus enaguas. 

Entré por la espalda del solar José Guillermo, 
patio y traspatio recorridos, romero seco, 
desplumado duraznero y luengas hojas, 
fungiendo de tapiz solemne 
al monumento a la vejez y el abandono. 
Tus risas con ropaje de alegría triste, 
tintinearon con vergüenza por los rincones del solar; 
tus recuerdos desgranaban y caminaban
como hormigas, trasportando su fúnebre festín. 

No hay nada fresco, José Guillermo 
Créeme: removí todos los trastos 
salvo cartas comerciales y, dos o tres fotografías 
de inmemorians por primer aniversario. 
Maulló el gato presintiendo tu ausencia 
y cantó el grillo por la humedad salobre 
que de la mar filtraba. 
Tu biblioteca perdió la ingenua claridad 
de luna llena y, un polvillo seco de aluminio, 
cubría piadosa estantería. 
José Guillermo: no encontré en la repisa de abalorios 
ni la pluma esmerilada del ganso que criabas, 
ni el lacre ocre que lacraba tus misivas; 
sin pergaminos en blanco de formato breve, 
tintero pleno en tinta con grumos de vinagre. 
Los alacranes se "espiantaban" en los ángulos obscuros 
en extraño pacto con las ratas. 
Tanto tonto todo y, tanto nada tonto. 

La ESTACION que construye tu medio siglo, 
lo hace con vagones del descarril más generoso 
y siempre salen por las tardes, porque el nocturno 
es celestina del hombre miserable. 
Por eso no te encontré esta tarde José Guillermo 
y, me diste pena al recorrer el caserón de tu existencia. 



                                                                       THE END
Existir,
presentimiento extraño
de acabarse todo.
De ver en las ventanas
cernirse el polen sepia de crisálidas,
mientras corva cimitarra
espera que camines.

Existir,
presentimiento extraño
de un diálogo de viejos
clavados en las bancas,
expulgando el tiempo,
el espacio que vivieron...

Un perro viejo espanta
de penas pulgas... y osamentas ofrecidas
y lame por placer el borde
de su sarna...

Muerde aire el lomo de partículas
y millones de neuronas alguien recopila
que despiden nuestros cuerpos.

Viejos, pulgas, perros
Se retratan en los charcos.
Crisálidas también,
Pero lloran...

Las calles se aglutinan
Y rondan perdiendo identidad.

Existir,
ese presentimiento extraño
de acabarse todo,
con un genoma inútil bajo el brazo

GERARDO ANENAZA OLIVARES
Poeta, crítico literario y abogado. Integró la Comisión Organzadora del I Congreso Nacional de Poetas. Dirige el periódico virtual "La palabra recordada". Tiene publicado varios libros de poesía


CARMENCITA

El amor es algo tan complejo

como la mejor partida de ajedrez

jugada en nuestras vidas.

Acá cerca ladran algunos perros

y alguien dice:

._ !Habrá terremoto¡

 amor casi siempre

por pequeñas cosas

se convierte en pesadilla.

Apago mi computadora

me cansé de esperarte.



POEMA

Canto la caspa del pueblo. Desvelo
azul es carmenar mi canto.
Las pirañas hácenme sufrir tanto;
._Soy obrero sin sueldo ni consuelo.

¡Guipúscoa! Guerrero de fabril hielo
con grito desafinado, mi mundo
es falible, grave, fiero, profundo,
librepensador y Sancy en el cielo.

Y tengo Cádiz, Winchester poético,
donde soy valet para doblegar
al opresor y su sermón de diablo

que devora al gran T Fu, femúrico;
costra del mismo carbón: ._¡Navegad
"Vísperas sicilianas" lo que les hablo.


MANUEL LÓPEZ RODRÍGUEZ
Poeta por sobre todas las cosas y abogado. Integró la Comisión Organizadora del I Congreso Nacional del Poeta, 1985.  Director de Los Jueves Literarios del  Museo de la Nación. Tiene una rica producción poética.


DECISIÓN

Te escogí
               entre todas
               azucena del viento
              porque eres la estrella
              más bella
              de titilar
              de lucero
                   para vengas a mi espacio
                            como el Sol
                                          del
                                               viajero.
Te escogí.
                 en una noche
                                         extasiada
                                            de mañana
                                                        y
                                                       horas
                                                           de
                                                              tiempo.



RAFAEL ALVARADO CASTILLO
Poeta, escritor y literato. Integró la Comisión Organizadora del I Congreso Nacional  del Poeta, 1985. Director de la revista literaria "La palabra del mudo". Tiene varios libros de poesía.


QUÉ HERMOSO ES HABITAR EN TUS BRAZOS
 
Amada mía, qué hermoso es habitar en tus brazos
 y sentir la frescura de tu cuerpo  tan frágil 
                                       como el pétalo  de una rosa.                                                 
      
 Qué hermoso es sentir el perfume de tus cabellos
 que parece una catarata luminosa suspendida
                                                     en medio del océano,
 qué hermoso es sentir el aroma de tus labios de fruta
 mientras el sol  se despierta en la orilla de un  rÍo
                                                                           sin nombre
 y  oír a los pájaros derramando música de alas agitadas
                                                                         sobre tu pecho.
                                             
Qué hermoso es hundirse en las aguas inmóviles
                                en las horas de lluvias de invierno,
ver las hojas secas de otoño bailando en el cielo
como si quisieran  acariciar el rostro del delirio,
qué hermoso es tocar la espada del amor suspendida
en el aire  en la mano de una gaviota enamorada,
pero es  más hermoso, amada  mía, habitar
                                      en tus brazos  para siempre.



SIENTO QUE TU PIEL TIEMBLA COMO UNA HOJA

Siento que tu piel, territorio de mis besos, tiembla
como  una hoja de otoño cuando la acaricio
y oigo a lo lejos  la melodía de tu voz que se hace poesía
 con el temblor de tu cintura de fuego.
     
 Tus besos dejan un perfume de una gota de rocío 
                                                                        en mis labios,
 la lluvia de abril moja  la piel de la mañana
                                         que crecen cerca del crepúsculo,
el tiempo  se  detiene en tu aliento  que  tiene la frescura
                                                                                      del agua 
y  la soledad de tus ojos se pierde entre los  cabellos
                                                                           de los árboles.
                                                                                     
La  sombra   de   mi  tristeza   se  levanta  con  el alba
que parpadea   de llanto  en  el  hombro  del  tiempo 
y  la brisa del mar se hace más hermosa
con tu sonrisa despeinando el paisaje de mi tristeza .

Tu  latido  es  el  mío  y  se  parece  al  rumor de las olas
                                       que revientan  en tu cuerpo de gacela,
el silencio de la tarde  muere en los brazos del verano
donde nace una flor blanca que crece con el beso 
                                                                          de tus labios
y  la rosa roja que tiembla de amor  crece en tus manos
                                       con tu sonrisa a flor de labios.                                                                      


EPÍSTOLA A MI HERMANA TERESA

 Hermana Teresa, hoy es un día cualquiera y ha llovido
                                                                                como nunca,
y  he tomado un buen café y he leído a Elliot, Ungaretti
                                                                               y Ezra Pound.
Y después me he puesto a pensar en lo que es la vida
                                                        y mi alma se ha espantado,                      
no sé de repente cogiéndome el corazón hecho pedazos
se me ha dado por hablar de tantas cosas que bailan 
                                                                              en mi cabeza.
Tú,  sabes muy bien que nunca fui feliz y que siempre 
                                                                         fui  un desgraciado                         
-rara  vez lo digo- y me resigno a vivir así  con mis escritos    
                                                           manchados de melancolía 
donde danza mi desdicha riéndose  en mi propia cara.
                                                        
Anda, hermana Teresa, pero rápido donde el padre
                                                                                Enrique Olier,
el que suele  hablar hasta el cansancio de Damián
de Molokai, inmenso apóstol de los leprosos
y  dile  que no soy un hombre malo,
a  pesar de que solía hacer llorar mucho a mamá                                              
todas las mañanas cuando el cholo Don Lucho
-extraño jardinero con cara de gato asustado que
                                                                creíase Charles Chaplin-
salía llevándose  de paseo a su angustia en dos  ruedas.

Corre,  hermana Teresa, como la gacela que va junto
al  tren  perdido  con rumbo a lo desconocido
y  visita también al viejo Camilo –hipócrita lector de  Vallejo-
que todavía  está en su lecho de cemento con cara
                                                                                   a la muerte
abrazado a su inmensa miseria en plena esquina,
allí donde está parado la desdicha como una columna
                                                                                       de humo
y  dile al oído –aunque algunos dicen que él perdió
                                                    en un basural su conciencia
dile que soy un hombre bueno que jamás conoció
                                                                                la felicidad
y dile también que en su nombre escribir
                                                         los poemas  más tristes
y  que releeré siempre   a Vallejo, Whitman y Neruda
que nos hablan de la esperanza que quisiera 
que naciera  en mi pecho como una flor de otoño.
Ah no te vayas a olvidar, hermanita Teresa, de ir aunque    
                                                      sea   un   instante     donde
el negro Tom,  ayer tumbador de hombres  y  hoy  bailarín 
                                                                     de bares oscuros,
de  visitar  también donde  el mocho,  el  trompetista
con cara de sapo que  se cree  el genial  Louis  Armstrong 
y el viejo Zumarán de mi barrio, quien reparte todas
                                            las mañanas la más linda sonrisa
a todos los niños que llevan un silencio de jazz
                                                          sobre sus almas,
y diles que todavía sigo siendo el mismo de siempre
                                                          y que  jamás se olviden                                           
de que el río, corto o largo, se parece a la vida de los
                                                                                   hombres.
Perdóname, hermana Teresa, estoy llorando y no trate  
nadie de consolarme porque creo que es mejor así.
Siento que la tristeza del mundo cae herida
                                     como un gigante árbol  en mi alma.
Y  de pronto, me he puesto a canturrear canciones de mis
                                                                              años verdes
rasgueando mis nervios averiados como si fuese una vieja
                                                                                        guitarra,
 y   como nunca  he  recordado entre lágrimas y risas
 a mi padre, hombre de mil oficios  y lector de libros anónimos,
cogiéndome en su ancho pecho colorado y cubriéndome
                                                                                          de besos;
a mi madre que se paseaba en mi cuarto espantando
la tristeza que se escondía en mi alma;
a Charito, miniatura de Sofía Loren - decían que era 
                                                      muy mala - pero yo no lo creía,
la que siempre me contaba a oscuras cuentos malévolos,
                                                             asustándome;                                                        
a Rocío, la que tenía  cara  de tortuga, 
a quien hacía  aterrizar  vestida todo de blanco 
en los mejores  charcos de barro,
                                                                                                                                                                                                       
a César, el chiquitín que solía robarme 
                                         en complicidad de mi madre
mis mejores cometas hechas con mis propias manos
y mis carritos de madera de color chocolate;
a  Lucy, la muchachita de ojitos negros, quien solía
                                            matar  con su sonrisa coqueta
la  ira  que cabalgaba como un dragón en el rostro  de mamá.

Hermana Teresa, quiero que me devuelvan –ahora  mismo-
mi patria hermosa con sus palomas blancas y sus chiquillos
                                               correteando por las largas avenidas,
que me devuelvan también –lo digo esta vez empeñando
                                                                             mi alegría al viento -
la sonrisa de niña de mamá que se paseaba por mi rostro
cuando la cólera andaba en mi sangre como un viejo    
fantasma derramando la leche tibia de los niños.
 Quiero  –lo  pido  casi  ahogado  en  un  mar  de  llanto –
que devuelvan  aunque sea por un solo instante
la última sonrisa de mi hijo que se fue con la sombra del otoño.
Quisiera de buena gana, hermana Teresa,  darle  un  golpe  
                                                                           mortal  en plena nuca
a  aquel  juez  que  ensaya  una  sonrisa  de  Judas  y
luego reírme a sus espaldas como un  loco pordiosero;
también quisiera  asustarle con violencia hasta  quitarle
                                                                                        casi el aliento
a aquel  siniestro  hombrecillo  vestido todo de verde
                                                   – creo que se llama el doctor Silva-
que se pasea siempre muy orondo por los pasillos
                                                                   cuarteados de melancolía
del noveno piso de ese horrible hospital con rostro 
parecido  al  viejo sauce desnudo  azotado por el viento 
                                                                                            del  otoño.

Quiero  leer hasta el cansancio  a Hemingway, Vallejo, Dickens,   
                                                                Mauppassant  y  Mark Twain
- mis maestros coronados de tristeza-
                                               y luego salir a  buscar  al padre   Olier
para decirle que Santo Tomás de Aquino me llega al                           
                                                                                        alma;                                                                     
quiero     abofetear   con  violencia 
a   Carlos   Marx  -mi autor preferido de juventud-
y  romper todos sus escritos para que nadie lo lea;
por último quiero, hermana Teresa, abrir como un loco  de par en par
la ventana de mi tristeza  y tocar la luna con mis manos.



COMO EL HOMBRE QUE SUDA AMOR
Como el hombre que suda amor  por sus poros, estoy mujer atado a tu cuerpo de guitarra, al perfume de tu piel que se extiende como un río de verano  en mi mano abierta y a tu aliento que tiene  el eco de mi  suspiro.

  
     
     EL doctor Teodomiro Abanto Horna, abogado, publicó el poemario “Ojo de agua”; Guido Carrión Bustamante, poeta egresado de la Facultad de Derecho y compañero de la promoción del doctor Manuel López Rodríguez y que  desde el 1986 no se sabe nada de él, estaba por publicar su primer libro de poesía; la periodista Pocha Ulloa  publicó su poemario “Las confesiones de Hipsipyle”  y  las doctoras Sonia Chumo y Norma Yañez, médicos de profesión, estaban por publicar sus poemarios. No ha sido posible encontrar los poemarios de los poetas nombrados, por eso no ha sido posible mostrar sus poemas.
                          
16 de enero de 2012                                 Rafael Alvarado Castillo

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