JUAN CRISTOBAL
IRENE
1
Mi madre fue obrera
En las mañanas se vestía
del color de los tejados
Y en las noches leía el
corazón a todos los muchachos
Jamás entregó sus sueños
al canto de los pájaros
Ni su vida a los árboles
que morían como el hombre
Con el humo de las
fábricas
Un día
La lluvia no distinguió
las letras de sus manos
Y la dejó como una paloma
acribillada
En las ventanas de la
calle
2
Amó las fotografías
Y los caballos que
cuidaba su padre en los jardines de la Iglesia
Por lo que todos
acariciaban su sonrisa
Pero ahora que agoniza
Y se parece como nunca a
los molinos abandonados
de la tierra
Sueña —estoy seguro— con
las naranjas que plantaba
de noche por el río
Con el fin de poblar la
oscuridad
Y los ojos desesperados
de sus hijos
3
Ya no habla para nadie
Su corazón se resiste a
desaparecer
En las playas
desconocidas del olvido
Tal vez si no estuviese
tan herida
Tan llena de secretos en
el rumor de los rocíos
Encendería los mensajes
maravillosos del camino
Pero es invierno
Y las azucenas envejecen
en su cuarto
Como sombras inesperadas
en el sueño
Por eso le beso las
mejillas
Tratando de descifrar el
misterio invisible de sus días
Tal como el último
sobreviviente de un naufragio
Intenta descifrar los
recuerdos inexorables de su vida
4
No escucha
Invadir con malezas su
ventana
Ni a los grillos mudar de
cielo las gencianas
Sólo respira
Cuando sus ojos se llenan
de eucaliptos en el agua
Y los girasoles inundan
con historias y relámpagos
sus manos
Por eso la quiero como
nunca:
Como cuando pasaba armas
por los puentes en el alba
O cuando bebía con su
hermano los fines de semana
Recordando los nombres de
sus perros
Y los últimos canarios de
su madre
Que se le aparecían como
sombras atolondradas en la tarde
Mientras el polvillo
inescrutable de la muerte
La cubría (lentamente)
con los helechos fantasmales
de la nada
5
Te has muerto
Buscando como el sol
Los rincones de la casa
Hablándole a las plantas
Y a los espejos
miserables de la pena
Cuando Leonor —tu
comadre—
Hecha bondad y amor en la
cocina
Te miraba desde los
escombros de los días
Y si bien
Ahora te hablo y te
recuerdo
Y te lleno de palomas y
ventanas en el cielo
No es para cerrar tus
ojos en mi pecho
Ni para llenar de besos
tu rostro anaranjado en la mañana
Sino para encender tu
vida en los mensajes de la calle
Como una flor creciendo
Entre los vagabundos
desesperados de la calma
6
Amé en ti madre
Tus recuerdos en el día:
Especialmente cuando nos
contabas
Historias de fantasmas
Perdiéndose como
moscardones en el tiempo
O cuando bailando con tus
parientes en el alba nos decías
(Las ollas de barro
soñaban margaritas en el fuego)
¡El sol crece como una
hostia en el monedero triste de mi pecho!
O aquel día
Cuando después de vivir
como los duendes
El último día de
vacaciones de tu vida
Te sentaste a esperar
Con tu pelo color
primavera de los sauces
La muerte en los sillones
/ tarareando
Canciones que estaban a
punto de extinguirse
en el techo derruido de
tus pasos
Y cuando alguien te
preguntó
Por la luz irreparable de
tus manos
Con toda la sabiduría de
los árboles le dijiste:
¡La única forma de morir
en este mundo
Es contar estrellas con
los ojos!
7
(a lo Ernesto Cardenal)
Nunca te pregunté quién
fuiste
Te quise como eras
Jamás te hablé de la
soledad o de los trigos
Simplemente construí mi
vida
Con tus silencios y
temores
Me grabé como un ramo de
azucenas tu mirada
Que fue para mí
La única esperanza de mis
bosques
Te fui franco tú también
lo fuiste
Por eso jamás hubo entre
nosotros
Mentiras o rencores
Ahora
sin embargo
Todo es más sencillo
Tu muerte me ha
convertido
En el huérfano más triste
de la noche
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