JOSÉ GONZALO MORANTE
El
poeta nicaragüense Ernesto Cardenal escribió: “El primer lenguaje fue la poesía. La prosa vino luego. La poesía
mantiene vivo los ideales y anuncia un mundo mejor (…) La poesía es anuncio y
denuncia. Anuncio de un mundo nuevo y denuncia las injusticias”. Justamente
el poeta Gonzalo Morante en las múltiples conversaciones que tuvimos en la
Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), él solía concordar con el
pensamiento de Cardenal acerca de la poesía. Morante fue un poeta maduro y un
gran convencido de que el hombre debe luchar persistentemente para dar
nacimiento a un mundo nuevo y mejor.
José Gonzalo Morante apostó por la poesía de
la vida, del amor y la esperanza. Su poesía se caracteriza por su frescura lírica
y su rica expresividad literaria. La originalidad está presente en los poemas
de su obra poética “El mentir de las estrellas”. Usó con mucha mesura los
recursos literarios al escribir poesía, sin caer en la exageración. La obra de Morante es corta, pero es sumamente
apasionada e intensa. El poeta ha bebido para enriquecerse poéticamente de la
obras de Gustavo Adolfo Bécquer, su
admirador, del inmortal César Vallejo y del genial Pablo Neruda. Él me confesó
que la obra nerudiana “20 poemas de amor y una canción desesperada”, es lo más
grande que se ha escrito sobre el amor.
“Para que tú me ames” es su poema emblemático.
Siempre lo leía llorando en la Asociación Nacional de Escritores y Artistas y
de paso también hacía derramar lágrimas
a los poetas y otros oyentes. Su
sufrimiento de poeta enamorado por un amor imposible siempre me contagió
El amor frustrado y no correspondido
produce en el poeta Morante una profunda depresión y un inmenso dolor que lo
devora de a poco, que lo lleva a hablar con la naturaleza que es su aliado:
“Para que tú me ames he de hablar con el
viento,
he de hablar con la noche, he de hablar con la flor.
Y hablaré con la luna que va en mi sentimiento,
Iluminando mi alma para hablarte de amor”.
El poeta obsesionado por el amor de una mujer
que no corresponde a sus nobles y sinceros sentimientos, delira sumergido en un
mundo de ensueño:
Para que tú me ames volaré a los mares
y me iré por la
altura que despierta al jazmín;
yo buscaré en la estrella nuestro ramo de azahares
y soñaré contigo nuestra dicha sin fin.
La angustia del poeta crece cada vez más
porque se encuentra inmerso en la soledad y el desamparo. Su sufrimiento por el
amor de una mujer lo lleva a un delirio que lo envuelve de fiebre, alejándolo
de la realidad:
Para que tú me
ames incendiaré el aroma
y bajaré mil veces
hasta tu corazón;
he de escribir tu nombre con candor de paloma
y el ruiseñor
cantando te dirá mi pasión.
El discurso literario se vuelve pesimista en la última estrofa del
poema porque el poeta enamorado que está al borde de la desesperación le pregunta a la
mujer que ama con una voz melancólica, qué debería hacer para que ella le ame y no le haga sufrir más ya que no se merece esa indiferencia hiriente.
El dolor que siente por la ingrata mujer inconmensurable. Al final de todo el discurso poético de Morante se torna fatalista porque el poeta le pregunta
por última vez ¿Acaso debo morir para que tú me ames?
¿Qué deseas que yo haga para que tú me ames?
¿Qué deseas que yo haga para ya no sufrir?
¿Qué deseas que yo haga para que tú me llames?
¿Para qué tú me ames, debo acaso, morir?
La forma del poema “Para que tú me ames” es sencilla y carece de adornos
retóricos tradicionales ya que facilita
al lector realizar una lectura ágil y
una rápida comprensión.
Rafael Alvarado Castillo
Lima, 8 de febrero
de 2013
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