lunes, 29 de mayo de 2017

JUEVES DE POESÍA Y NARRATIVA, 1 de junio 2017: POETA CHILENO ALFRED ASIS

FERIA DE LIBROS “AMAZONAS”
Al servicio de la cultura.

JUEVES DE POESÍA Y NARRATIVA
1 de junio  2017 - 5.00 pm.

*Presentación del poeta chileno ALFRED ASIS
 con un “testimonio de vida”.

**RECITAL DE POESÍA: " De sol, de sombra: poesía desde el trópico de cancer "
Ofrecido por los poetas nacionales:
-Jorge Luis Obando,
-César Pineda Quilca
-Enrique Sánchez Rodríguez


***Presentación de la cantante
     y guitarrista vernácular

     ERCILA BUSTILLOS.

ALFRED ASIS Y UN POEMA

ALFRED ASIS : POEMA DESDE LA ISLA NEGRA -CHILE-

ALFRED ASIS, CHILE, y su poema "Día del mar boliviano"

MAR_ALFRED ASIS

sábado, 20 de mayo de 2017

FERIA DE LIBROS "AMAZONAS", 25 DE MAYO 2017: ROLANDO SIFUENTES

FERIA DE LIBROS “AMAZONAS”
Al servicio de la cultura.

JUEVES DE POESÍA Y NARRATIVA
25 de mayo 2017    -    5.00 pm.

*PRESENTACIÓN DE LA NOVELA “EL INFORMAL”
DEL ESCRITOR NACIONAL ROLANDO SIFUENTES.

ROLANDO SIFUENTES:
Rolando Sifuentes, soy el creador de este sitio y vivo en Lima, capital del Perú. Para conocer algo de mis obras, pueden leer mi cuento Reportaje Publiqué mi primer cuento La Quinceañera, allá por el año 1964, pero no lo firmé con mi nombre completo sino como R.S. Muñoz, y fue en la revista "Intima" dirigida por Juan Cuadrado Rodríguez de circulación nacional. Con ese cuento gané mis primeros cien soles. Yo pensé que iba a ganar mucha plata escribiendo, pero la realidad fue otra. Dejé de escribir por algún tiempo debido a diversos problemas. Luego volví a la literatura por la época de 1974 a 1982 haciendo teatro. Fundé el grupo de Teatro (experimental) ANEA -Asociación Nacional de Escritores y Artistas y representamos dos obras cortas mías. En la misma institución organicé también recitales poéticos que tuvieron gran acogida entre el público.
Pueden leer una de mis obras teatrales en la página de ensayos. Ir a Teatro Moderno, al lado izquierdo de esa página hay una columna intermedia con fotos y enlaces sobre temas teatrales, en la parte baja se ve al Virrey del Perú Amat junto a su amada La Perricholi, para accceder a la obra click en Download.
En la presente foto estoy a la izquierda del poeta Mario Florián ().
Un poco más abajo de esta nota, pueden encontrar datos sobre de mis dos últimas obras, entérese también sobre ellas, por favor.
Para mensajes envíe correo electrónico a: roland557@hotmail.com

EL INFORMAL de Rolando Sifuentes. La historia de esta novela transcurre en la Lima de mediados de la década de 1990, cuando la política económica liberal provoca gran desocupación en la población. Este es el caso de Gonzalo, el personaje principal de la novela quien, al igual que sus amigos y familiares, se ve obligado a emprender la nueva tarea de crear su propio trabajo para poder subsistir. Es cuando se pone a prueba la bondad del Hombre, se descubre al verdadero amigo y también se aprende a valorar el verdadero amor y cuan duradero es en tiempo de crisis.

**PARTICIPACIÓN DEL POETA, ESCRITOR Y PERIODISTA ISAAC  SOTO  GAMARRA Y ARMANDO AZCUÑA NIÑO DE GUZMÁN COMO PONENTES DEL TEMA “EL DÍA DEL IDIOMA NATIVO”

***”RECITAL DE POESÍA”
Participan los poetas:
-ÁNGEL VALERIANO
-ERICA QUINTANA RAYOS
-CECILIA VÁSQUEZ MEJÍA

-JAVIER VILCHEZ

JAVIER PAREDES y su poema "A mi hermano"

A MI HERMANO
Hermano, he escuchado tu voz y has roto en mí todas las mañanas que guardaba para ti.
¿Porqué deseas que esté siempre en la oscuridad de las naranjas o de los embarazos?
No tendré nada cuando llegues en diciembre de Santiago a Lima. No tendré nada cuando llegues en un vuelo geométrico trayendo una simple aritmética de que estás bien y que todos sabemos que no es cierto.

Hermano, déjame algo que no sea yo, que no sea Javier Paredes, que no sea la calle los Negocios donde me llevaste a trabajar, que no sea la casa habitada por acontecimientos que no deseo recordar.
Hermano, déjame algo que no tendré manos para abrigar tus hojas melancólicas de bienvenida.
Déjame algo que no tendré cuerpo para sentir tu abrazo de puerta o de casa infinita.
Déjame algo que no tendré alma en mis manos.
Déjame algo hermano: ¿Qué dices?

Javier Paredes.

JAVIER PAREDES y su poema "Nube"

NUBE.
Reducí muchos vestigios que hubiera valido la pena que me enferme de una costumbre.
Derrumbé muchas ciudades con mis ojos hospitalarios y meditabundos;
la arquitectura de un albergue hubiera sido fantástico en mi costado.

Soy un constante error en la sonrisa de un niño de mi casa.
Pero, porque estuve ahí lo hago... lo seguiré haciendo porque no tengo otra salida.
A veces pienso mucho en el hombre, en su desnudes, en su inteligencia,
en sus ganas de ser único, de ser todo, de ser nada.
A veces pienso que soy muy bueno para las cosas que no sé hacer muy bien.
Y todos nos reímos para quedar bien con todos, 
todos lloramos para quedar bien con todos.
!Oh, civilización!
¿Y tú? ¿Y nosotros? ¿Y yo? 
No nos hagamos que queremos oír lo que ya sabemos.
Y se ausenta un bien grotesco cuando estoy magnífico.
¡Qué nefasto!
Pero seré malvado.
Es más: ¡me vengaré!
Y luego dormiré en una nube como si nada hubiera pasado en mí.

(Javier Paredes)

JAVIER PAREDES y si poema "La cárcel"

LA CÁRCEL
Las personas que tanto escriben del amor
me aburren,
es como estar hablando 

sólo de la muerte.
Hagan más divertido sus vidas: 
multiplíquense.
O una idea mejor sería que se vuelvan
delincuentes.
Harían bien al sindicato
Latinoamericano.
¿O porqué no se vuelven políticos?
Sean corruptos,
visiten la cárcel.
¿Cómo será escribir del amor
en ese lugar donde mi amigo
estuvo cinco veces?
!No sean aburridos!
El amor no existe sin el odio,
como la muerte no existe sin la vida.

(Javier Paredes)

domingo, 14 de mayo de 2017

JUEVES DE POESÍA Y NARRATIVA: 18 DE MAYO 2017

FERIA DE LIBREROS “AMAZONAS”
Al servicio de la cultura.


JUEVES DE POESÍA Y NARRATIVA
18  mayo 2017             -       5.00 pm.

*PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE CUENTOS
“7 CUENTOS PARA VOLVER” DEL ESCRITOR
PAOLO ASTORGA.

**PRESENTACIÓN  DEL LIBRO “¡GUAU, GUAU! PATITA DE PERRO”  DEL ESCRITOR
BALDOMERO HERNÁNDEZ.


***RECITAL DE POESÍA “EL TALISMÁN DEL VIENTO”

DEL  POETA  ELMER  NEYRA VALVERDE

jueves, 11 de mayo de 2017

RAFAEL ALVARADO CASTILLO y su poema "Canción a mi madre muerta"

CANCIÓN   A MI MADRE   MUERTA

                                           A mi madre Estela Sabina Castillo Norabuena

Madre, quiero escuchar de tus labios marchitos ahora más que nunca
el secreto  de tus lágrimas que caían como pétalos de azucena
en mi mano abierta amarrada a mi vieja nostalgia,  cuando la tarde
moría en el corazón  del mundo  cubierta de gaviotas de alas  blancas.

Madre, quiero saber el porqué de tu tristeza desmayada en la sombra
de un viejo árbol que  tiene el perfume del mar y de la brisa del otoño,
quiero sentir la piel de una orquídea que tiene la frescura de tus palabras
que brotan de tus labios de terciopelo como una canción de amor.

Madre, espanta el silencio de tus labios y dime por qué tu dolor grande
que se enrosca  furiosamente como una culebra  en mi  pecho  se parece
a los ojos de la noche  donde se oculta la vieja tristeza de mi infancia olvidada.
Madre, quiero decirte cómo me hiere tu ausencia eterna colgada
de los  cabellos de la luna  como si fuese una estrella escarchada de lágrimas.

Ahora más que nunca, madre, quiero cantar con los gorriones del alba
la canción que solías entonar todas las mañanas, cuando la angustia
te acorralaba  en el rincón de tu cuarto pintado de color  gris,
quiero corretear cogido de tu mano el paisaje triste  de mi infancia,
quiero verte sonreír como una princesa enamorada  que solloza de alegría,
quiero oír el sonido de tu risa de niña traviesa que alegra mi pobre corazón,
quiero tocar con mis dedos tu corazón lleno de amor suspendido  del cielo.

Madre, tu corazón de niña buena se durmió para siempre en una tarde de lluvia
cuando una bella gaviota blanca volaba mar  adentro junto  a la llorona luna
de abril que caminaba sobre los antiguos  cañaverales gritando tu nombre.
Madre, cuando me aleje de este horrible mundo quiero volver a verte y dormirme en tu regazo
donde duermen el amor de Dios y los párpados cerrados del mundo.
                                   
                                                                     Rafael Alvarado Castillo

Lima, 18 de mayo de 1985.

(Del poemario: “Confesiones del lobo”)


domingo, 7 de mayo de 2017

FERIA DE LIBROS "AMAZONAS", 11 de mayo 2017: SIXTO SARMIENTO Y ANTÓN VALLEMAR

FERIA DE LIBROS “AMAZONAS”
Al servicio de la cultura

“JUEVES DE POESÍA Y NARRATIVA”
11 de mayo 2015     -       5.00 pm.

 1.-Presentación del libro de cuentos "La fiesta del sol " de Antón Vallemar; lo presentan Walter Villanueva Azaña y Ricardo Virhuez.

Antón Vallemar (seudónimo de Helí de la Cruz Azaña), nació en Ancash – Perú, 1965. Cursó estudios de Tecnología Médica en el Instituto Arzobispo Loayza en 1985 y en 1988 alcanza una plaza para estudiar en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Sus estudios se truncan en 1992, durante el conflicto interno que vive el país. Es confinado al penal de Máxima Seguridad. Acá se produce un vuelco en su vida: enfrentando la dura realidad y el futuro incierto, comienza a introducirse al campo del Arte y la Literatura de manera autodidacta. Composiciones en verso y en prosa, la mayoría inéditos, son el producto de la dedicación permanente y la lucha constante contra la adversidad. En el 2001, en el Primer Concurso Nacional de Cuento y Poesía, Antonio Cornejo Polar, tiene el mérito de ocupar el primer puesto a Mención Honrosa. En el 2002, en el Concurso de “400 Viernes Literarios”, ocupa el segundo puesto a Mención Honrosa. En el 2014, en el concurso “Premio Felinch 2014”, ocupa un puesto Finalista. Es cofundador de la Agrupación Cultural “Ave Fénix” y fundador del grupo literario virtual CIUDAD DE LETRAS Y ARTES. Algunos de sus textos, en prosa y verso, han sido publicados en los libros “Desde la Persistencia”, “Cuando la nada se hunde”, “La ceniza de lo vivo”, “El juicio de Samsa” y su página y blog Antón Vallemar.
Actualmente, paralela a sus actividades de docente, no ha dejado de materializar innumerables composiciones que son el fruto de su pasión por las letras. Tiene preparado cuatro volúmenes de cuentos y relatos, La Fiesta del Sol, Luna de Sangre, El Destello del Barro y La Casita del Desierto, y dos poemarios titulados Pervivencia del Ser y La Sombra del Viento, que espera publicar pronto.


2.-Presentación  del  libro  de    poesías:
"Lágrimas sin sombra" de Sixto Sarmiento Chipana; lo presentarán Chelina Ortega y Harold Alva.

Sixto Sarmiento, es poeta y compositor ayacuchano.  Doctor en Educación, Profesional con Certificación Internacional en diferentes áreas del Mantenimiento, profesor en TECSUP  y  docente en la maestría de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y en la Facultad de Ingeniería Mecánica y Energía de la Universidad Nacional del Callao. En sus inicios fue maestro de escuela en los colegios Alfonso Ugarte, Leoncio Prado y del Centro Base de San Juan de Miraflores, así como en los Institutos Gilda Balliván Rosado y Julio César Tello. Es articulista de la Revista Técnica Industria al Día y de la Revista EME.
Su educación primaria lo realizó en su natal Lucanas y en la mina de Utec culminando sus estudios en Lima.  Realizó sus estudios superiores en la Universidad Nacional de Educación y en la Universidad de San Martín de Porres.  Realizó sus estudios de especialización en el sector industrial en la República Federal de Alemania, EEUU, Brasil, Colombia y Chile por lo que es un reconocido formador de generaciones de ingenieros y técnicos y conocedor de la realidad de nuestra industria a lo largo y ancho del país.   


"Lágrimas sin sombras" es el testimonio de un hombre que eligió la palabra poética para enfrentar sus emociones. Escrito desde la nostalgia, Sixto Sarmiento construye un mapa con el que nos traslada por los motivos y las experiencias que marcaron su interioridad que recupera a través de una estructura del asombro y la tristeza. La poesía no necesita artilugios retóricos para conmover: exige sensibilidad para traducir el instante y oído para capturar su ritmo, la música que la eleva a ese lenguaje superior que sólo puede compartir un ser honesto. (Harold Alva)

3.- RECITAL DE POESÍA
Participarán los poetas asistentes, antes de empezar la presentación de los libros.

jueves, 4 de mayo de 2017

CHARLES BUKOWSKI y el poema "A la puta que se llevó mis poemas"

A la puta que se llevó mis poemas
Charles Bukowski

Algunos dicen que debemos eliminar del poema
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡Por Dios!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!
¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero? Usualmente
lo sacan de los dormidos y borrachos pantalones enfermos en el
rincón.
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de
cincuenta,
pero mis poemas no.

No soy Shakespeare
pero puede que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros;
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios,
cruzándose de piernas:
“veo que he creado muchos poetas
pero no tanta poesía.”

LA NIEVE Y EL ESTAMBRE, poema de Hildebrando Pérez

LA NIEVE Y EL ESTAMBRE
Hildebrando Pérez


Yo nunca he visto la nieve
        que arde bajo la luna
en las comarcas más oscuras de la tierra.
        Y si me preguntan
qué flores he recogido en esta primavera
        les diría -sin tristeza- que ninguna.
Yo nunca he visto la nieve
        ni te he llevado flores
en esta primavera,
        sin embargo cada tarde
                        cada noche
reconozco la sed interminable de tu vellocino
        y me convierto cada tarde
                                cada noche
en el estambre más rojo de la tierra.

HILDEBRANDO PÉREZ y su poema "María fénix, tahona feliz, maría capulí"

María fénix, tahona feliz, maría capulí

Hildebrando Pérez

Déjame ser tu lazarillo para despeñarnos
por las orillas nocturnas del Isére. Déjame
ser la envidia de los pájaros aturdidos
por el rayo de tu belleza sideral. Como un perro
andaluz lamo el arroz sagrado de mi melancolía.
Y pulso
mi grave guitarra
tan sólo para espantar las moscas
que revolotean sobre mis escamas incoloras.
Mi soledad reclama el valium de tu cabellera
azabache. Mi soledad pregunta
por el yodo sutil de tu vestido estrujado
y por aquellos anteojos oscuros por donde se filtraba
la retama encendida de mi huayno fugaz.
Ya no sé dónde poner el cuchillo de mis noches
degolladas. ¡Para quién guardar la dorada saliva
de mi infancia! Duquesa mía. Turquesa mía. Tirana,
tocaré mi viejo tambor para enterrarte
bajo la ardiente nieve de Grenoble. Y te encerraré
cantando en una botella persa eternamente. 

Tu n’ as pas de Maries qui s’ en vont
me escribes, amigo Edmond, traduciendo
pálidamente tu hueso, tu gabán, tu luto perpendicular.
Ah, María Félix, tahona feliz, María Capulí.

SOÑANDO EN EL AIRE, cuento de Lenin Solano Ambia


SOÑANDO EN EL AIRE
Cuento
Lenin Solano Ambia


Se acomodó la corbata y abrió la puerta. Aún no eran las siete, pero él ya estaba de salida. Las calles de La Victoria lucían desordenadas. Mucha gente ya estaba sacando su carretilla para ir a vender a La Parada u otros se revolcaban en el parque mientras se desperezaban de la borrachera de la noche anterior. Sin embargo, él lucía distinto, ese día estaba mucho mejor vestido que cualquiera de la urbanización Balconcillo. Se había cansado de los trabajos habituales. Ya no quería seguir vendiendo en los carros que iban a La Parada, ni tampoco seguir probando suerte como cargador de comestibles en el Mercado de frutas, ni mucho menos volver al trabajo de niñez: limpiador de autos. No, ahora ya tenía 20 años y pensaba en un futuro mejor para él.

La tarde anterior había comprado El Comercio y había probado suerte leyéndose todos los clasificados para ver si había un trabajo distinto a los habituales cachuelos victorianos. Sintió mucha alegría cuando en la sección empleos logró resaltar que se necesitaban muchachos jóvenes para trabajar en una de las mejores tiendas de Lima. Y aunque amaba mucho a su patria, y aunque en el colegio sintió desapego por los chilenos cada vez que el profesor de historia contaba la guerra con Chile, esta vez no le importó que los dueños fueran nacidos en el vecino país del Sur. Presentía que ahora sí podría mejorar de condición y tener los pequeños lujos que soñaba y que los trabajos anteriores no le habían podido brindar.

Caminó lentamente, bordeando un montículo de basura maloliente que se encontraba en la vereda del frente desde hace días. No quería ensuciarse los zapatos, pues en primer lugar, no eran suyos y en segundo lugar, que la lustrada había sido con agua. Solo tenía un par de soles, pero sabía que era suficiente para el pasaje. Además, de ahora en adelante tendría un sueldo fijo y podría ayudar a su madre quien nunca había dejado de trabajar desde que él tenía uso de razón.

— Oe, ¿qué te pasó? Ni pa las quinces te vistes así.

— Ja, ja, ja, veo que te has bañado, pero ¿sólo porque es lunes?

— Mira a este huevas, parece que ahora se templó de una pituquita.

Eran los comentarios que sabía iban a surgir de muchos de los del barrio. Especialmente de los amigos de la cuadra, que en ese momento estaban con sus ropas habituales para ir a trabajar a La Parada. Aunque el negro Martín se iba para hacer otro tipo de “trabajitos”. Saludó sonriente y les dijo que más tarde les contaría. No quería revelar su secreto a nadie, quería dar la sorpresa después. Además, nadie le creería que podría ser aceptado en esa gran tienda comercial, pero él estaba seguro de que sí.

Levantó la mano al ómnibus que se acercaba. Se sentó al medio mientras sentía el olor que provenía desde atrás. Era el mismo que de cada mañana: mujeres que llevaban sus bultos para ser vendidos en el mercado, pero que el hedor se confundía entre sudor, sobaco, pezuña, cebolla y queso. No se sentía incómodo con eso, pero sabía que de ahora en adelante tendría que cambiar de hábitos, pues no trabajaría en cualquier lugar. Apoyó su cabeza en la ventana y empezó a pensar. ¿Qué era lo que más le faltaba? Sí, claro, ropa, una televisión para su cuarto, pues estaba cansado de que en casa todos se pelearan por querer ver el programa que más les gustaba. Quería dinero para poder salir con chicas, un muchacho de su edad ya tendría que invitar a señoritas a otros lugares y no a los sitios que hasta ahora había estado invitando. No, las carretillas de salchipapa y los emolientes de cincuenta céntimos no serían para el tipo de chicas que conocería de ahora en adelante. Tendría que comprarse perfumes para que su olor sea reconocido por las muchachas que atraería. También quería vivir solo, ya se había cansado de estar en casa y de que sus padres le recriminen que tenía que aportar dinero. No, ya no más de eso, quería cumplir sus sueños, pero ahora necesitando de sí mismo. Recordaba que muchas veces el negro Martín le decía que lo acompañe al mercado, que ganarse unos cuantos soles era bien sencillo. Sin embargo, él no quería incursionar  en eso. Aguantaba al negro para jugar a la pelota, e incluso para ir a las fiestas, pero no para quitarle las pertenencias a los demás. Y no tenía porqué apurarse, pues sus sueños ya estaban muy cerca. Sí, demasiado cerca, pues este día volvería siendo aceptado en el trabajo y le haría comer sus palabras a sus padres que a cada rato lo molestaban. Además, sería la envidia de sus amigos. Aunque lo mejor era no contarle al negro Martín, pues no vaya a ser que un día quiera ir a apoderarse de las cosas de la tienda.

Abrió los ojos y notó que ya solo faltaban unas cuadras. Miró bien la dirección que se había apuntado en el antebrazo. Sí, era entre la avenida La Marina con la avenida Universitaria. Bajó como pudo y se peleó con el cobrador del ómnibus quien quería cobrarle un sol veinte desde La Victoria hasta La Marina. No le hizo caso y bajó apresuradamente. Cruzó la pista y preguntó la hora. Siete y cuarenta y cinco, buena hora para llegar a presentarse a un trabajo en donde decían que la atención sería a partir de las nueve. Se acomodó nuevamente la corbata y miró los puños de su camisa. Le quedaban un poco sueltos, pues era de su padre, pero no era tan evidente. Lamentó no haber tenido saco, pero apenas ganase su sueldo, ahorraría para comprarse uno e ir vestido así al trabajo. Llegó a la esquina de la tienda comercial y grande fue su asombro cuando vio una cola de unas catorce personas esperando en la puerta. Tímido, y caminando lento, se puso al final y preguntó al que estaba delante de él si ellos habían venido también por el anuncio de trabajo. La respuesta fue afirmativa. Lamentó no haberse levantado más temprano que todos los que ahí estaban. Lo peor era que la gran mayoría llevaba saco. No importa, él era hábil, sólo tenía que calmarse y pensar que podría ganarle a todos esos. Además, ya había oído cómo eran estas entrevistas. Primero, para descartar a la sobra, les hacían dibujar una persona y no importaba quien la dibujaba mejor, sino quien le ponía piso, pues no podía estar en el aire. El que hacía este dibujo quedaba entre unos de los que sí podrían ser aceptados. Y si le pedían que dibujase una persona bajo la lluvia sabía que tendría que ponerle un paraguas, pues no debía mojarse. Esto sería muy sencillo.

Se recostó en la pared y respiró profundamente. Lamentó el no haber tomado desayuno, pero como había estado tan emocionado decidió dejarlo para después. Y aunque pensó llevarse un pan en el bolsillo, sabía que esto no era correcto mientras esperaba una oferta de trabajo. Ya cuando ganase su sueldo podría ir a comer a los lugares que él quisiera. E incluso mejorar de restaurantes y dejar de a poco el plato llamado “siete colores”  que consta de siete comidas distintas por un solo sol (plato típico de La Parada y que muchas veces degustó). No, esto no podría mencionarlo con la gente de este trabajo, este mundo era distinto. Es más, le daba mucha vergüenza decir que vivía en La Victoria, pero no tenía otro lugar más para dar como domicilio.

Una hora después, la cola se había triplicado. Muchos jóvenes habían llegado, algunos con vestimenta tan igual o mejor a la suya y otros muy mal vestidos que sabía que iban a ser depurados rápidamente. Fue en ese entonces que un hombre alto y con terno salió ante ellos y dijo que solo admitirían entrar a las primeras treinta personas que estaban en la cola. Se sintió feliz, pues sabía que si hubiera tardado media hora más, habría vuelto a su casa con la cabeza gacha y la humillación encima. Respiró profundamente mientras el conjunto de jóvenes sin suerte se dispersaba y el conjunto privilegiado entraba al grandioso centro comercial. Sí, ahora estaba más cerca. Tendría dinero, comodidades y saldría lo más rápido de Balconcillo. Lo mejor sería alquilarse un cuarto por San Miguel para poder estar más cerca de su trabajo y porque la zona le parecía extremadamente tranquila y atractiva.

Subieron hasta el segundo piso, observando las cosas que estaban al alcance de la mano. Observó mucha ropa, olió distintos aromas de perfumes, se deslumbró con tantos elementos tecnológicos y empezó a soñar que ya formaba parte de ese mundo. Cuando llegaron al segundo piso aún él conservaba esa sonrisa que era casi imborrable. Los treinta jóvenes se sentaron en cinco mesas. Le dieron, a cada uno, un papel y un lápiz. Un hombre con terno impecable y un bigote ridículo salió a recibirlos. Anunciaba que la corporación chilena les daba una cordial bienvenida y que ahora dependía de ellos si querían formar parte de dicho consorcio. Sonrió mucho cuando el de bigote ridículo dijo que tenían que dibujar una persona bajo la lluvia. Lo dibujó lo mejor que pudo y trazó un paraguas que cubría toda la cabeza de su personaje. Miró al compañero de al lado y alegremente observó que no había dibujado el paraguas. Un eliminado ¡qué bien! Observó al de su lado izquierdo y notó que éste sí había dibujado el paraguas, pero que ahora lo que le faltaba era piso. ¿Y qué crees?, que va a estar en el aire. Sabía que esto iba a ser sencillo y por ahora ya iban dos eliminados. Estaba seguro que en las otras cuatro mesas habría más torpes. Colocó el brazo encima de su dibujo cuando el de su derecha intentó espiar. Ah no, eso sí que no. A copiarse al colegio, que en cuestión de chamba cada cual se juega su pellejo.

Diez minutos después el de bigote ridículo recogió las hojas. Les dijo que descansasen unos cuantos minutos, que observaría detenidamente los dibujos y que habría una depuración de aquellos que no pasasen el examen sicológico. En cuanto a los que sí aprobasen, tendrían que prepararse para el segundo examen el cual sería tomado en ese mismo momento. Pasaron quince minutos y el de bigote ridículo salió y anunció que las personas que llamase deberían pasar a la otra sala. En cuanto a los que no aprobaron, se les agradecía su visita y que en cualquier otro momento podrían volver a postular. Una forma muy amable de decir qué brutos que son, vayan a limpiar carros, carajo. Llamaron a tres personas, cuatro, cinco, pero ninguno de ellos era su nombre. Se puso un poco nervioso cuando ya eran siete. Respiró profundamente cuando la octava persona se levantó y se comió una uña cuando la novena fue llamada. Sin embargo, casi salta de felicidad cuando escuchó su nombre en la persona número diez. Claro, así debía de ser, era imposible que no aprobase. Caracho, por algo no le iba a poner piso y paraguas, ¿eh? Una persona más fue llamada y las 19 restantes se les dio una muy respetable patada en el culo y de vuelta a sus barriadas.

La segunda sala era más pequeña, pero no menos acogedora. Se sentaron los once que eran y el de bigote ridículo fue reemplazado por una mujer vestida elegantemente, pero con una cara de estreñida. ¡Qué rayos pasa aquí! ¿Es que todos los trabajadores tienen algo de anormal? La que tenía cara de estreñida les pasó un boletín y una hoja de respuesta. Dijo que en ese boletín había 133 preguntas y que tendrían que marcar entre 5 opciones: siempre, casi siempre, algunas veces, raras veces, nunca. Que contestasen con la verdad y no como quisieran ser o como que quisieran impresionar al que corrige esta prueba. Que habría preguntas que se repetirían, con distintas palabras, pero en síntesis serían iguales. Y que si alguien marcaba una respuesta distinta quería decir que había mentido y que la empresa no quería mentirosos así que tendrían que ser depurados, pues aún faltaba un tercer examen. Sabía algo también de este examen. Sabía que el truco estaba en marcar solo tres opciones. Si estaba de acuerdo tendría que marcar casi siempre. Si la pregunta era ambigua o polémica debía ser neutral, es decir, marcaralgunas veces. Y si había que dar una negativa debía marcar raras veces. Sólo en caso extremo la respuesta sería siempre o nunca. Contestó lo mejor que pudo y le sorprendió algunas preguntas como ¿se siente acosado por una fuerza superior? O ¿ha pensado en el suicidio? Estas preguntas recibieron una gran tacha en el NUNCA. Pero también hubo una que le hizo titubear mucho: ¿se divierte en una fiesta de homosexuales? Sabía que si respondía siempre, podría ser catalogado de marica, pero que si respondía nunca, podría ser visto como homofóbico. Sin embargo, analizando la pregunta, supo que aquí había un truco y que muchos iban a colocar nunca. Por eso, y a pesar de su odio hacia los del sexo no definido, marcó la respuesta raras veces. Quince minutos después había terminado de marcar todas las respuestas y sonrió al notar que había sido el primero en acabar. Dejó la hoja de respuestas a un costado de la mesa y la cara de estreñida pasó cerca a él. Moviendo la cabeza le preguntó si había concluido, aunque no esperó respuesta, pues se llevó la hoja inmediatamente.

Minutos después, cada postulante había concluido. La cara de estreñida afirmó que tendrían que esperar alrededor de media hora, pues debían corregir todas las hojas de respuestas. Durante la espera, uno de los ejecutivos de ventas les iba a dar una charla acerca de la empresa, los negocios y sobre los tres nuevos integrantes que necesitaban para el local de San Miguel, los cuales tendrían una capacitación de una semana. Fue en ese momento que sintió un poco de temor. Se sentía muy seguro, pero no supo porqué un pequeño temblorcillo empezó a darle en la pierna izquierda. Ocho debían ser eliminados. No, no creo, yo he marcado todo bien, los otros serán los eliminados, yo no. Escuchó atento la charla y no bostezó como uno de los blanquiñosos enternados de la otra mesa. No, él era educado en esas situaciones. Además, le había emocionado eso de si eras bueno el sueldo subiría y que tendrían todos los beneficios laborales. Es decir, seguro, gratificación y por supuesto, vacaciones. Sí, era precisamente el tipo de trabajo que tanto había soñado. Media hora después la cara de estreñida salió y dio un discurso similar al que ya había dado el de bigote ridículo. Agradeció a todos, pero dijo que solo cinco habían pasado a la entrevista con el gerente. Que se les agradecía su participación y que podrían volver a presentarse para otro momento.

Fue llamado en tercer lugar, seguido del blanquiñoso y de un tipo que tenía un parche notorio en el bolsillo de su camisa. Los otros seis se fueron agradeciendo, pero sintiendo la humillación de haber recibido la misma patada que los otros, pero con mayor retraso. Los cinco restantes se quedaron mirándose unos a otros mientras una señorita muy bonita repartía vasos de gaseosas y unas galletitas. Supo que es esos casos lo más recomendable era coger una sola galleta aunque se moría de hambre por la falta de desayuno, sumado a que ya estaba cerca la hora del almuerzo. Por otro lado, el blanquiñoso cogió un puñado con gran desparpajo, en tanto que él masticaba lentamente su única galleta porque la fuente ya había sido llevada por la guapa señorita y estaba arrepintiéndose de no haber cogido una más.

Minutos después salió el joven que había dado la charla y dijo que pasarían uno por uno, pero que ninguno podría retirarse hasta saber los resultados finales. El gerente de ventas entrevistaría por un lapso de diez minutos a cada uno de ellos. Les aconsejó que se mostrasen lo más sinceros posibles seguido de un mucha suerte para todos. Sólo faltaba pasar esta tercera fase y eliminar a dos más. No, sus sueños no podían romperse, ya casi se había acostumbrado a ese estilo de vida mental que había creado. No, él tendría que pasar la entrevista. Además, sabía también algo de esto. Debía mostrarse seguro y no titubear con sus respuestas. Responder con énfasis, pero sin exageración ni conchudez. Sí, él sabría cómo salir de esto. Observó a sus cuatro adversarios, dos de los cuales serían ahora compañeros suyos, aunque aún no sabía exactamente quiénes. No, no quería que el blanquiñoso sea uno de sus compañeros. Le había caído antipatiquísimo desde el primer momento, tanto por el bostezo descarado, como por la frescura que tuvo al coger tantas galletas. No claro que no, el gerente se daría cuenta de que ese muchacho no era el indicado para el trabajo ni mucho menos para interrelacionarse con tanta clientela selecta. Por lo tanto, ya estaba eliminado. Observó al otro, el del parche en el bolsillo de la camisa. ¿Pero cómo se le ocurría venir a ese tipejo en esas fachas? ¿Es que acaso no sabía en dónde estaba y con quién iba a hablar? No podía creer que haya pasado hasta esa última fase. Pero si bien su examen sicológico y sus respuestas sinceras lo habían salvado, era ahora su apariencia la que lo eliminaría. El gerente no permitiría que uno de sus futuros empleados se aventurase a venir de esa manera a su primer día. Claro que no, por lo tanto, ése también estaba descartado. ¿Quería decir, entonces, que los otros eran sus futuros compañeros de trabajo? Habría que observarlos también para ver si es que no tenían ninguna falla. Observó al que estaba próximo al de bolsillo parchado. Sí, era cierto, tenía elegancia, pues el terno que llevaba parecía estar en perfecto estado. Aunque de seguro era de algún familiar o amigo que se lo había dado para impresionar a los jefes. Sin embargo, este tipo también tenía un defecto y es que cómo se le va a ocurrir comerse las uñas en plena sala mientras se esperaba que el gerente llamase a cada uno de nosotros. Ah no, claro que no, si en situaciones como ésta se ponía así, entonces ¿cómo sería cuando estuviera atendiendo a un cliente que no hubiera quedado satisfecho? ¿Acaso iba a escapar corriendo o es que se iba a comer todititas las uñas frente a él? Al parecer éste también quedaría descartado. ¿Pero, entonces, sólo se quedarían con dos? La cara de estreñida había dicho que necesitaban a tres. ¿Es que elegirían al menos malo? Bueno, aún faltaba observar al último postulante.

Qué extraño, este parecía no tener ningún defecto. Es más, causaba admiración observarlo. Tenía una mano apoyada en el mentón y esto producía elegancia a su persona. Además, la vestimenta que llevaba era la adecuada para el momento. No, éste no era como los otros tres. Éste no estaba nervioso como para comerse las uñas. Éste no tenía ningún parche ni mucho menos era conchudo con sus ademanes. Éste era el compañero perfecto para trabajar.

Quien interrumpió sus pensamientos fue el joven que les dio la charla y llamó al primer entrevistado. ¡Pero qué suerte! El primero en pasar sería el joven que no tenía ningún defecto. Claro, él sí se llevaría de encuentro a todos los que estaban ahí, incluso llegó a pensar que hasta a él mismo. Sin embargo, cuando el joven se levantó casi suelta la carcajada general y es que este muchacho no podía mantener el equilibrio. Parecía que estaba caminando en zigzag. Chueco resultó éste, y pensar que causó mi admiración durante un buen rato. Aunque al parecer el gerente no lo entrevistaría caminando y tal vez no se percataría del defecto que tenía este sujeto. Lo más seguro es que pasaría esta prueba, pues aparenta ser el indicado. ¿O sea que nadie era apto para este trabajo? ¿Quería decir que él era el único que reunía todos los requisitos para poder trabajar en esta empresa? Pero qué fácil sería todo esto. Muy contento continuó armando sus proyectos. Se decía que cada mes juntaría la mitad de su sueldo, para más adelante poner un negocio, y que la otra mitad la utilizaría para poder vivir bien. Pensaba únicamente en salir de Balconcillo y no volver a La Victoria nunca más. Cambiaría de amistades y por qué no, más adelante tentaría algún estudio superior, luego de que haya puesto el negocio, claro está. Muy feliz vio que el de caminar chueco salía de la oficina del gerente y más chuequísimo que nunca se sentaba en el lugar de donde había salido. El segundo en ser llamado fue el blanquiñoso conchudo, el cual hizo que lo llamaran dos veces (¡pero qué fresco!). Se levantó con el mayor desgano para dirigirse a la oficina. Sin embargo, calculó el tiempo y notó que éste no había durado ni siete minutos. Seguramente el gerente se dio cuenta de la clase de sujeto que era y lo despachó rápidamente. El tercero en ser llamado fue el comelón de uñas, quien se levantó con su terno llamativo. Caminó lentamente, pero antes de entrar se rasgó el pequeño pedacito de uña que había faltado comerse y entró. Quería reír de felicidad, pero sabía que la apariencia era primordial en esta clase de trabajos. Contabilizó el tiempo y notó que éste se demoró más de doce minutos. De seguro se le ocurrió comerse las uñas de la otra mano antes de salir de la oficina del gerente. Segundos después en que salió el comelón de uñas, escuchó su nombre por toda la sala. Sí, en este momento aseguraría su futuro y sus sueños empezarían a cumplirse. Se levantó lentamente, caminó muy seguro de sí, antes de entrar observó a los cuatro sujetos sentados. Sonrió al notar que entre ellos sólo había perdedores, y entró.

La oficina del gerente no era grande, pero sí elegante y cómoda. Un hombre de tez blanca y con anteojos lo esperaba. Calculaba que debía bordear los cuarenta. Observaba algunas hojas y sin mirarlo le dijo que se sentase. Intentó no mostrarse nervioso y aunque no lo estaba sintió un pequeño cosquilleo en la mano izquierda. Se la sujetó fuertemente y esperó el bombardeo de preguntas. El gerente levantó la mirada y empezó a observarlo detenidamente. Al instante, le preguntó si había trabajado antes. Estuvo a punto de contestar que sí, que había trabajado en La Parada y en el Mercado de frutas. Pero se detuvo a tiempo, pues supo que estos no eran lugares que sirvieran como referencia para esta clase de trabajo, ni mucho menos garantizaría que podría quedarse con el puesto. Buscó en su memoria si es que existía un lugar que se emparente con la clase de trabajo que pensaba hacer de ahora en adelante, pero por más que lo intentó no pudo. La voz se le quebró y la seguridad se le fue escapando y afirmó que nunca antes había trabajado en su vida. El gerente escribía algunas cosas en sus hojas y preguntó que si no había trabajado antes era porque entonces estaba siguiendo algún estudio superior. Se sorprendió ante estas palabras y por más que volvió a buscar en su memoria algún recuerdo, aunque sabía que no existía, de algún estudio posterior a la secundaria, no halló ninguno. Quiso mentir, pero supo que le pedirían los papeles y documentos que confirmasen esto. Negó nuevamente, pero ya no con palabras, sino con la cabeza. El gerente preguntó entonces a que se había estado dedicando. No supo qué responder y sólo dijo que ayudaba en la casa, pero que ya no quería ser una carga sino que quería aportar con dinero. El gerente levantó una ceja y preguntó si había tenido contacto con multitudes. Recordó a todos los cargadores del Mercado de frutas, a las caseritas que iban al mercado todos los días, a las fruteras que muchas veces le obsequiaban alguno que otro mango y al grupo del negro Martín. Supo que había encajado muy bien con la gente y que lo preferían por su amabilidad. Pero no se sintió seguro de decir esto, así que volvió a negar con la cabeza. El gerente escribió algunas cosas más en el texto, le hizo unas cuantas preguntas más de rutina y le dijo que esperase los resultados junto con los otros.

Salió de la oficina totalmente desmoralizado. Mientras se sentaba notó que el que tenía un parche en el bolsillo de la camisa fue llamado. Estuvo seguro de que a éste tampoco lo aceptarían, que lo que aquí querían era solo gente de cualquier barrio, menos de los llamados “populares”. No, aquí no querrían a uno de La Victoria, ni de Barrios Altos, ni del Rímac, ni de ninguno de los conos. Estuvo seguro de que quienes serían aceptados serían esos tres que estaban sentados, indiferentes ante los demás. Que ni él ni el que tenía un parche en la camisa entrarían a ese trabajo porque discriminaban a los pobres. Sabía que si decía que había trabajado en el Mercado de frutas se iban a asombrar y de seguro lo iban a calificar como un vulgar ladronzuelo. Quiso salir corriendo de ese lugar, pero no sabía por qué no lo hacía. Tal vez, aún conservaba una pequeña esperanza para este trabajo. ¿Qué le estarían preguntando al del parche en la camisa? ¿Lo estarían humillando porque vino tan mal vestido? Era increíble que ese conchudo blanquiñoso entrase a trabajar a este lugar. Le daba odio verlo casi echado en la silla, esperando, muy seguro, su aceptación a este trabajo. El comelón de uñas había apoyado su quijada en una mano, de seguro porque ya no le quedaba ni una uña más por comerse. El galán chueco se había cruzado de manos en la mesa y había apoyado la quijada. Todos esperaban que el del parche saliese para que acabase esta tortura. Pero entonces notó algo. Frente a él había una puerta de vidrio en la cual se reflejaba de cuerpo entero. Supo que a todos les había encontrado un defecto, pero que no se había percatado en los suyos. Notó que era evidente que la camisa que tenía puesta era extremadamente grande y que seguro los demás no se habían reído de él por guardar la compostura. Sintió vergüenza y quitó la mirada de aquella puerta y se apoyó en sus manos. No, ahora sí estaba seguro de que él y el del parche no serían los elegidos. Fue en ese momento que el del parche salió y se sentó junto a él. El joven que les había dado la charla dijo que lo esperasen unos minutos que saldría con los resultados y que los dos que serían eliminados no se sintiesen mal, pues habían llegado hasta una etapa muy importante. Y finalmente, que podrían volver a postular en otro momento y que de seguro esa vez sí ocuparían algún puesto de trabajo. En el momento que el joven se retiró, sintió mucha pena. Quería derramar algunas lágrimas, pues había soñado tanto y ahora lo estaban haciendo pisar tierra, pero a la vez sentía intriga por conocer al del parche. Lentamente volteó hacia él y le preguntó qué tal le había ido. El del parche un poco asombrado ante esta pregunta directa dudó un poco y sólo respondió que bien. De dónde vienes le dijo. El del parche respondió sin dudar un solo instante que vivía en Ventanilla. Esta respuesta le produjo asombro. Ventanilla estaba mucho más lejos que La Victoria y era un barrio más peligroso que el suyo. Sin embargo, no sintió ninguna vergüenza al decirlo, mientras que él jamás hubiera respondido ante ellos que era de La Victoria. Le preguntó si  antes había trabajado y el del parche afirmó que sí, que antes había trabajado de cargador en el mercado Huamantanga de Puente Piedra y que además era “jalador”, es decir, aquel que llama a las personas a voz en cuello para que suban a una determinada línea de ómnibus. Se asombró ante sus respuestas y preguntó por último si le había dicho al gerente esto que le estaba diciendo a él. Su respuesta fue un simple: “claro, ¿por qué no?”. Ahora no tenía ninguna sola duda: ellos dos eran los eliminados. Pero éste había quedado en último lugar por no haber sabido cómo responder. Al parecer, nadie le había informado cómo actuar ante este tipo de entrevistas.

El joven que les había dado la charla salió y dijo que ya tenía los resultados y que volvía a agradecer a todos su participación. Luego procedió a nombrar a los que habían sido aceptados. Nombró en primer lugar al del parche. No, esto no era cierto, ¿cómo es posible? Si este tontuelo había dicho que provenía de Ventanilla y que había trabajado en un mercado que tenía nombre de cholo. No, seguramente estaban nombrando a los que no habían aprobado. Pero no fue así, pues el joven que les dio la charla lo hizo pasar adelante, hizo que recibiera un aplauso y que entrase a la oficina del gerente. Nombró en segundo lugar al galán chueco, quien sonriente se acercó hasta él, le estrechó la mano y entró chuequísimo a la oficina del gerente. Por último, y aquí tenía el corazón casi paralizado, nombró al comelón de uñas, quien apoyó sus manos en las sienes como si no creyese que había sido el elegido y agradeciendo al joven entró a la oficina. El joven se despidió de los que no habían alcanzado plaza para ese trabajo y entró siguiendo a los muchachos.

El blanquiñoso salió furioso y él, volviendo a observarse en la puerta de vidrio, salió detrás. Vio cómo el comercio había empezado en esa gran tienda. Cómo personas caminaban de un lado a otro y cómo jóvenes bonitas se iban probando todo tipo de ropa. Llegó a la salida de la tienda y cruzó la pista hacia la avenida La Marina. Buscó el único sol que tenía en el bolsillo y pensó que un poquito de sinceridad le hubiese servido para alcanzar lo que tanto deseó. Y ahora debía levantar la mano porque el carro que lo conduciría al barrio, del cual tanto se avergonzó, estaba a punto de pasarse.                  
           

Lima, 31 de diciembre de 2007

CARLOS RENGIFO y su cuento "Sin salida"

SIN SALIDA
Cuento
Carlos Rengifo


Desde lo alto del tejado, Casandra se sintió tan pequeña, tan frágil y temblorosa, que cerró los ojos para tapar la realidad. Pero el viento soplando contra su cuerpo le hizo reparar que era víctima de una equivocación. Volvió a mirarse, indignada, y quiso gritar al cielo su enérgica protesta; pero sólo abrió la boca sin que del fondo de la garganta surgiera la voz que esperaba. Con angustia, con íntima desesperación, se detuvo sobre la cornisa, sabiendo de antemano que debía repetir aquel acto que apagó su última forma de vida. Si, como sospechaba, era cierto lo que decían acerca de los de su especie, ella tendría que hacerlo siete veces para enterarse por fin qué otro perfil le deparaba el destino. Sin embargo, esto no la contuvo; era como dar vueltas interminablemente a un manubrio, algo que siempre había hecho y que haría también en la fase ulterior. Entonces, ya resignada, inclinó lentamente la cabeza y mientras caía apenas si pudo soltar un apagado maullido.

DANTE CASTRO y su cuento "Otorongo"

OTORONGO
Cuento
Dante Castro


Era muy de noche cuando llegó una patrulla del ejército a Quebrada Huariacca preguntando por el teniente-gobernador. Sonaban disparos de fusil y el aire de aromas naturales se llenó de olores extraños traídos de otras tierras. Los uniformes de invierno de la tropa se adherían a sus cuerpos despidiendo un vaho acre de sudores de caballo. La selva se puso quieta y silenciosa como esperando la lluvia y hasta el viento se refugió en lo más recóndito de la quebrada. Los colonos, sorprendidos en su sueño, comenzaron a prender antorchas y bajaron hacia el camino como un intermitente enjambre de luciérnagas.
-No queremos matar a nadie... -habló un sargento-. Tenemos la orden de decomisar todas las armas de la zona. Al que después se le encuentre con un arma... ¡se le fusila y listo!
Había inquietud en las miradas soñolientas de los campesinos que observaban con temor a los uniformados. Don Benito Santos, el teniente-gobernador, se comprometió con la tropa a que todas las armas serían entregadas. Por toda explicación le dijeron que era para prevenir una asonada comunista en aquella región. Junto con él caminaría la patrulla, casa por casa de los colonos, recogiendo las retrocargas y escopetas viejísimas con que cazaban. No sólo fueron armas lo que se llevaron, sino que hicieron matar una ternera para llevársela por pedazos a su guarnición, además de cargar con gallinas y chanchos ante la impotencia de sus propietarios. Fue así como Quebrada Huariacca se quedó sin armas de fuego.
El único que se salvó del decomiso fue Pedro Reyes, el dueño de la cantina de la zona. Enterró apresurado su carabina antes que la columna llegara, y no por intuición, sino por aviso de un comerciante errante que se emborrachaba en su negocio. Una nueva costumbre se haría crónica desde aquella fatídica visita de los cachacos: Ir a pedirle prestada el arma a Reyes.
-Don Pedrito, présteme su carabina pa’ tumbar chancho e’ monte...
-Don Pedro, el tigrillo se está comiendo las gallinas, présteme su arma.
Pronto empezaría a alquilar el arma a precios cada vez más fuertes. Fue por aquellos días que hizo su aparición un otorongo negro que se convertiría en el azote de la quebrada. El magro ganado doméstico de los colonos aparecía destrozado, desgajado y sin una gota de sangre cada mañana.
-Cómo sabe el animal cuando no hay escopeta, carajo...
Comentaba don Ramón Sánchez, hombre de respeto, con los vecinos que narraban entre sollozos la muerte de sus vacunos.
-No se sabe qué azote es peor... Primero los cachacos y después el tigre.
El felino hacía gala de su fuerza arrastrando toretes que lo triplicaban en peso a lo largo de varias cuadras. Silenciaba chanchos triturándoles el cogote entre sus fauces. Su mayor placer era romperle el cuello al ganado y beberse la sangre fresca del animal todavía vivo. El cuerpo, casi completo, quedaba para los carroñeros en algún lugar del campo.
Varios lo habían visto y jurarían, como don Ramón, que nunca hubo otro tan grande y tan hermoso. Pero con los machetes y rejones era imposible hacerle frente al animal. La gente se limitaba a ver con impotencia los restos de sus mejores vacas y chanchos desperdigados por las chacras.
Organizaron rondas de doce colonos armados con rejones y machete al cinto, pero la astucia del fiero siempre era mayor. Impusieron el sistema de los silbatos y el colono que sintiera el gemido de una de sus bestias, debería pasar la alarma a sus vecinos más próximos para que acudieran a perseguirle. Todo fue en vano. El otorongo se ponía a salvo en la selva virgen, desde donde acechaba los pasos de las rondas desconcertadas.
-Debemos ir a Huánuco pa' comprar escopetas. -sugirió don Ramón a la autoridad Benito Santos.
-No queremos a la tropa por acá de nuevo. -respondió.
-¿Y qué hacemos con el tigre?
-Pídanle su arma a Reyes... Que se las alquile...
Pero cada vez que el otorongo era cercado y acudían al negocio de Reyes, más tardaba en llegar el arma que el tigre en romper el cerco y huir al monte.
-Hay que hacer trampas. -comentaba la gente.
Una mañana, don Ramón Sánchez pidió ayuda a tres de sus vecinos más cercanos para cavar un hoyo profundo, casi un pozo. Tardaron hasta el ocaso sacando lampadas de tierra húmeda, creando una fosa de tres metros. La cubrieron de hojas de plátano y de una esterilla. Construyeron al día siguiente una reja de madera rudimentaria. Entrelazaron ramas fuertes y dejaron la armazón al lado del pozo cubierto. La ubicación era estratégica: al pie de la cerca del corral donde encerraba a los terneros.
-Ahora sí va a caer el muy astuto... -se dijo.
Comenzaría para él una secuela de noches de insomnio y de vigilia con el rejón calzado entre sus toscas manos de labriego. Consumió considerables cantidades de coca para no dormirse y fumó más de la cuenta. Luego de diez días de cansancio inútil, decidió que sus terneros no eran del gusto de la fiera y durmió normalmente. Correría otra semana sin novedad. No volvió a preocuparse del otorongo.
Una noche en que la cosecha del rocoto había agotado sus fuerzas y la lluvia convertía en lodazales las tierras de descanso, sintió ruidos extraños en el establo. Los becerros se inquietaban tratando de salir contra la mohosa cerca de troncos en un desesperado intento de huir. Corrió en la oscuridad con el machete en la diestra hacia la trampa y empujó sobre ella la armazón de maderos entrelazados que había preparado.
Su mujer le alcanzó una antorcha. Ante la luz irregular de la tea, resplandecían los ojos y el lomo brillante del predador. Tocó nervioso el silbato varias veces hasta que le contestaron de los predios vecinos. Para asegurar la reja de madera, colocó una enorme piedra encima.
A la media hora se veían hileras de antorchas dirigiéndose a los pagos de don Ramón. El tigre se hallaba en una sola posición, rígido y con la mirada hacia su posible salida. Cambió luego de actitud husmeando las paredes del cráter profundo. Quiso salir empujando la reja a saltos, pero se lo impedían los vecinos parados sobre el armatoste y la enorme piedra.
-¡Hay que matarlo de una vez! -gritó un colono.
-¡Tito! ... ¡anda tráy la carabina de Reyes! -le indicaron a un niño.
-¿Y si está cerrado el negocio?
-Tócale la puerta con piedra, pues, sonso... ¡Corre!
La algarabía era general. El azote de la quebrada había caído. Rígido y solemne, optaba por fingirse indiferente ante la muchedumbre que lo alumbraba con teas. Trajeron chacta para matizar la espera del arma. Tomaron y fumaron durante dos horas y el rifle no aparecía. Por fin llegó el niño jadeando.
-Dice que no presta, sino alquila... No quiere trato si nuay plata.
-Velo pues al desgraciado ese...
-Hay que usar los rejones.
-Con rejón nomas hay que matarlo...
-¡Clávenlo! -gritaba la gente.
Pero comprobarían que la longitud de las lanzas no era suficiente y el animal esquivaba con facilidad las estocadas. Hizo vanos intentos de empujar la armazón de palos y consiguió hacerles perder el equilibrio por un instante a los captores que se hallaban allí parados. Fue inútil.
-No se deja el tigre. Nuay cómo clavarlo.
-Pendejo, carajo...
-Dale pué...
Hasta que don Ramón se acordó del techo que había estado calafateando con brea esa tarde. Recordó cuando en Pucallpa vio a un crío meter la mano, por accidente, en la brea caliente: se la sacaron en esqueleto. “No quedó ni un miserable pedazo de carne en su mano”, pensó.
-¡Ya sé, burros!... ¡Lo mataremos con brea!... -exclamó.
Fueron a buscar el cilindro aún tibio y lo trajeron cargado en un palo. Prendieron fuego suficiente para un último hervor. El felino, mientras tanto, miraba sereno hacia el exterior.
-Ya está... ¡Ábranse de ahí!
Varias manos con trapos empujaron el cilindro hirviente para derramar el denso líquido sobre la reja que cubría la trampa. Se sintió un aullido potente, casi humano, y la fiera salió con reja y todo de un salto. El dolor había creado fuerzas descomunales en el animal. La sombra fugaz desapareció en la oscuridad de la noche y la selva se puso tan quieta y silenciosa como aquella vez que llegaron los soldados.
-No ha muerto... ¡Está vivo!
-Es el chullachaqui...
-El mismo demonio será...

-Anden cojudos... ¡Qué demonios ni qué carajos! ¡Busquen con las antorchas su rastro! -gritó don Ramón Sánchez.
Confirmarían después de corta búsqueda que los restos deformes del otorongo habían quedado pegados en cada obstáculo de su loca carrera por sobrevivir: una garra con el brazo pegado en un tronco de chonta, pedazos de piel con carne chamuscada en una roca. Y al final del regadero, en medio del monte, hallaron el espinazo con la cabeza desfigurada del que otrora fue un bello animal.
El azote había terminado.