Surquillo, mi barrio de infancia y de juventud, jamás lo olvidaré. Viví en aquella época cuando Surquillo era bulliciosa y tenía una gran población de personas de todas las sangres. Las peleas callejeras eran el pan de cada día. Recuerdo esas peleas como si hubieran ocurrido ayer. Cuando había bronca, todo el barrio salía a presenciar a los muchachos que se agarraban a golpes. Los peleones daban un gran show utilizando todos sus recursos de buen peleador. Después de sacarse bien la mierda se daban la mano como buenos machos, ya sea ganador o peleador. Era peleas de hombres y no de cobardes. No es como ahora; el que recibe una buena paliza de su contricante, se va a su casa bañado en sangre y regresa con un pistolón para meterle balazos al que le sacó la mugre, dejándole como coladera. Todos los que presenciamos esas inolvidables peleas callejeras, tarde o temprano, participamos en una pelea que guardamos en nuestra mente. Un día me llegó mi turno y tuve que aplicar las mañas que había visto en los anteriores peleadores callejeros. Recuerdo que era un huancaino de nombre Mario Aliaga, más conocido como "el chupaquino". El muchachón era duro como una piedra. Según los palomillas del barrio decían que las personas de la sierra son duros de derribar y la única manera de tumbarlo era meterles un buen ladrillazo o un rocón. El que sabe pelear no necesita utilizar esos objetos. Bueno, mi respeto a los provincianos porque mi padre también era serrano. Fue una pelea fuerte y de nunca a acabar. Yo usé las mañas del peleador callejero y él, su fuerza. Al final del combate terminamos bien quiñados los dos y luego nos dábamos la mano y cada uno a su casa. Después, sería mi pataza de barrio. Posteriormente, tuve varias peleas más y terminé por alejarme de las peleas callejeras. Cuando los palomillas llamaban al barrio para ver las peleas, simplemente no salía de casa y me quedaba leyendo alguna novela o un periódico. Estoy pensando escribir, en algún momento. una novela de mi barrio de broncas que lo recuerdo con mucho cariño.
Rafael Alvarado Castillo
Lima, 11 de octubre de 2013
Lima, 11 de octubre de 2013
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