domingo, 30 de septiembre de 2012

"TORO" Cuento completo de EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA

TORO

     Nos lo quitaron con engaños. El escribano de panza, tirante, bigote de mosca y antiparras nos dijo que así  nos exigía don Feliciano el pago de la habitación perdida en la última cosecha.
     Prefermos dejalo ir. Una noche quitamos las trancas. Era mejor así. Que se fuera. Que se llevara nuestro capricho de pobres.  Que trotara  por los caminos sin derrotero y sin Dios.
     Cuando la gente del patrón vino por él, dijimos que se había escapado, que no sabíamos por dónde andaría. Mi mujer se puso a llorar fuerte y sin consuelo, como si hubiera perdido un hijo.
     Para tranquilizarle y embaucar a los caporales, yo le decía que al patrón nada se le escapa y que otra vez veríamos en estos campos kas huellas de nuestro toro, su colita levantada, las vacas en celo, y una docena de terneros rodeándoloe.
     Para nuestros adentros, el "Diablo" se iba corriendo, cortaba por las malezas orillaba los pantanos, saltaba arroyos y cercas, ascendía cerros inmensos y,  con un viento negro, bajaba después a los valles.
     No tenía tiempo de acostarse en la yerba. No tenía tiempo  de dormir sobre   los pastos soleados y tranquilos. Se iba por caminos por nadie lo volvería a ver. Se iba a la región donde sólo vuelan pájaros libres, donde sólo viven bestias salvajes Se iba por los rumbos donde se esconden los fieros, donde hacen guardia los bandidos. donde se guarecen los hombres libres.
     Pedíamos a la Vírgen que hiciera invisible al "Diablo". Que de negro toro lo trocara  en nube, relámpago o viento. Que lo juntara con los toros de la manada del Niño. Aquellos alegran las festividades, hacen bajar la lluvia, causan la preñez de los sembríos y se van por la montaña repartiendo milagros.
     Nos hubiéramos contentado con que se metiera al corral de un pobre.
     Rogábamos a la Vírgen que nadie atrapara al "Diablo", que lo dejaran ir.
     Cuando llegamos a saber que el Teniente Gobernador lo había apresado nos sentimos hundidos. Porque a las aves, a los hombres valientes y a los animales libres no se los detiene. Porque ellos están en un lugar y en otro al mismo tiempo. Por eso nos pusimos rabiosos.
     Hay razón. En estas tierras secas nunca se ha visto un animal como él. Lo trajimos de mi tierra. Es nuestro orgullo. Mi hijo  varón tiene su edad. "Diablo" es un solemne matrero. En la noche, enamora, roba, burla y encela. Por la manaña vuelve a la aventura con un trote inocentón.
     Es holgazán y fiero. Da gusto escuchar su bramido en las noches calmada de la costa,  noches sin nube, rayo o tormenta.  Su resoplido y sus cascos, su cara de maldito, el estruendo que arma y los lechuguinos que devora hacen que muchos cristianos se santiguen ante él.
     Pero no se vaya a creer que es daniño Es un animal noble y de buena raza. Cualquiera lo puede comprobar. Basta co verle su lengua roja como una llamarada, sus cascos fuertes, su piel negrísima y brillante, sus cueros como del demonio y sus ojos que son siempre una amenaza.
     Por eso nos da coraje que lo hayan capturado. Y ahora , estamos aquí en el campo, cubierto de sudor y de noche, arropados de yerba, temblorosos y anhelantes. Ahí está él y soscha que leo espíamos. Mira hacia todos los lados y le pide auxilio al infierno para vernos. Por eso no va a ser posible. No queremos  que nos vea porque los animales tristes pierden  su orgullo.
     Hemos estado  aquí desde que se acabaron la tarde y el trabajo. Hasta que apareció esta luna llena, buena para cicatrizar toda clase de heridas.
     Ya nos vamos a ir. Allí están los caporales y el toro junto a un arbusto. Y desde aquí, cerca del cerco, tras el alambre de púas, la rabia nos está entrando. No queremos imaginar cómo va a ser la vida del "Diablo"  Desde ahora, lamiendo apacible el pasto y olisqueando las estrellas del cielo. Con un cuchillo rojo le están arrancando su hombría. 

                                             (Eduardo González Viaña)

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