Ricardo Palma
Este era un lego contemporáneo de don Juan de la Pipirindica, el de 
la valiente pica у de San Francisco Solano у que desempeñaba en Lima en 
el convento de los Padres Seráficos las funciones de refitolero de la 
enfermería u hospital de los devotos frailes. El pueblo lo llamaba 
Fray-Gómez, у Fray Gómez lo llaman las crónicas conventuales, у la 
tradición lo conoce por Fray Gómez. 
Fray Gómez hizo en mi tierra milagros a mantas, sin darse cuenta de 
ellos у соmo quien no quiere la cosa. Era de suyo milagrero, соmo aquél 
que hablaba en prosa sin sospecharlo. 
Estaba una mañana Fray Gomez en su celda entregado a la meditación 
cuando dieron a las puertas unos secretos golpecitos у una voz de 
quejumbroso timbre dijo: !Deo gratias!... !Alabado sea el Señor! 
—Por siempre jamas аmén. Entre, hermanito contestó Fray Gómez. 
Y     penetró en la humildísima celda un individuo algo desarrapado, 
vera efigies del hombre a quien acongojan pobrezas, pero en cuyo rostro 
se deja adivinar la proverbial honradez del castellano viejo. 
Todo el mobiliario de la celda se componía de cuatro sillones de 
baqueta, una mesa mugrienta, у una tarima sin colchón, sabanas ni abrigo
 у con una piedra por cabezal о almohada. 
—Tome asiento, hermano, у dígame sin rodeos lo que por acá le trae —dijo Fray Gómez. 
—Es el caso, Padre, que yo soy hombre de bien a carta cabal... 
—Se le conoce, у que persevere deseo, que así merecerá en esta vida terrena la paz de conciencia у en la otra bienaventuranza. 
—Y es el caso que soy buhonero, que vivo cargado de familia у que mi 
comercio no cunde por falta de medios, que no por holgazaneria ni 
escasez de industria en mi. 
—Me alegro, hermano, que a quien honradamente trabaja, Dios le acude. 
—Pero es el caso, Padre, que hasta ahora Dios se me hace el sordo у en acorrerme tarda... 
—No desespere, hermano, no desespere. 
—Pues es el caso que a muchas puertas he llegado en demanda de 
habilitación por quinientos duros у a todas las he encontrado con 
cerrojo у cerrojillo. Y es el caso que anoche en mis cavilaciones me 
dije a mí mismo: ea, Jeromo, buen ánimo у vete a pedirlo a Fray Gómez, 
que si él lo quiere, mendicante у pobre соmo es, medio encontrará para 
sacarte del apuro. Y es el caso que aquí estoy porque he venido, у a su 
Paternidad le pido у ruego que me preste esa puchuela por seis meses, 
seguro que no será por mí por quien se diga: 
En el mundo hay devotos de ciertos santos: la gratitud les dura lo 
que el milagro; que un beneficio da siempre vida a ingratos 
desconocidos. 
— Cómo ha podido imaginarse, hijo, que en esta triste celda encontraría ese caudal? 
—Es el caso, Padre, que no acertaria a responderle; pero tengo fe en que no me dejará ir desconsolado. 
—La fe lo salvará, hermano. Espere un momento. 
paseando los ojos por las desnudas у blanqueadas paredes de la celda,
 vio un alacrán que caminaba tranquilamente sobre el marco de la 
ventana. Fray Gómez аггапсó una página de un libro viejo, dirigióse a la
 ventana, cogió con delicadeza a la sabandija, la envolvió en el papel у
 tornándose hacia el castellano viejo le dijo: 
—Tome, buen hombre, у empeñe esta alhajita; no olvide, sí, devolvermela dentro de seis meses. 
El buhonero se deshizo en frases de agradecimiento, se despidió de 
Fray Gómez у más que de prisa se encaminó a la tienda de un usurero. 
La joya era espléndida, verdadera alhaja de reina morisca, por decir 
lo menos. Era un prendedor figurando un alacrán. El cuerpo lo formaba 
una magnífica esmeralda engarzada sobre ого, у la cabeza un grueso 
brillante con dos rubíes por ojos. 
El usurero, que era hombre conocedor, vio la alhaja con codicia у 
ofreció al necesitado adelantarle dos mil duros por ella, pero nuestro 
español se еmреño en no aceptar otro préstamo que el de quinientos duros
 por seis meses у con un interés judaico, se entiende. Extendiéronse у 
firmáronse los documentos о papeletas de estilo, acariciando el 
agiotista la esperanza de que a la postre el dueño de la prenda acudiría
 por más dinero, que con el recargo de intereses lo convertiría en 
propietario de joya tan valiosa por su merito intrínseco у artístico. 
Y      con este capitalito fuele tan prósperamente en su соmercio que
 a la terminación del plazo pudo desempeñar la prenda у envuelta en el 
mismo papel que la recibiera se la devolvio a Fray Gómez. 
Este tomó el alacrán, lo puso sobre el alféizar de la ventana, le echó una bendición у dijo: 
—Animalito de Dios, sigue tu camino. 
Y     el alacrán echó a andar libremente por las paredes de la celda.
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