Los Poetas Roger Santivañez, Enrique Verástegui, Mazzotti y Winston Orríllo (Presidente de la mesa)
I CONGRESO NACIONAL POETAS, UNMSM, 1985
Mucho se ha hablado del I CONGRESO NACIONAL DE POETAS que se realizó en 1985 y que fue organizado por la Federación Universitaria de San Marcos y auspiciado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos siendo el rector, el doctor Antonio Cornejo Polar; pero casi nadie sabe quiénes fueron los que promovieron y ejecutaron dicho evento cultural que tuvo una trascendencia nacional e internacional. En el Perú se han realizado muchos Congresos Nacionales de Poetas, pero ninguno ha podido superar la asistencia de más 2,000 poetas acreditados. Más de 25 ómnibus de las universidades de los diferentes departamentos del Perú llenaron el campus universitario de San Marcos. En cada ómnibus universitario vinieron los estudiantes poetas de varias facultades, los catedráticos que también escribían poesía y los poetas más representativos de la provincia. Los que conformábamos la Comisión Organizadora éramos un grupo de poetas universitarios aventureros y quijotescos cuyo sueño era hacer realidad dicho evento y lo conseguimos con sangre, sudor y lágrimas. No quiero en esta oportunidad hablar sobre este magno Congreso que fue apoteósico, sino lo que quiero es escribir del trabajo literario de los poetas integrantes de dicha comisión: Francisco Ponce Sánchez, José Guillermo Vargas Rodríguez, Teodomiro Abanto Horna, Rafael Alvarado Castillo, Gerardo Arenaza Olivares, Guido Carrión Bustamante, Manuel López Rodríguez, Sonia Chumo y Norma Yañez.
FRANCISCO PONCE SÁNCHEZ
Presidente de la Federación de Escritores del Perú y de la Asociación Nacional de Poetas. Integró la Comisión Organizadora del Congreso Nacional de Poetas. Ha sido galardonado con varios premios intermacionales de poesía. Tiene una fecunda producción poética.
HABITAMOS UN BOSQUE DE
LADRILLOS Y CEMENTO
En el microbús de la ciudad
viajaba la mujer de mi vecino,
tenía la boca de ojal de marinero,
lamentándose de los alquileres
que estaban por las nubes,
preguntándose si el tiempo
es una hoja sin salida.
Ahora como se puede viajar en
microbús sin tener pensamientos
impuros.
Al costado de la efervescente
multitud un gato limpia bota
y sobre la vereda de enfrente los
hippies discuten sobre el pan de
cada día.
La ciudad continúa
asfixiándose hasta el último
grano de vida en este
insólito invierno.
UN PAISAJE NACIONAL
He visto crecer la hierba
en el huerto de la vida,
dos naranjos y un roble
acariciar las riberas
del silencio nebuloso
Piedra oscura, agua, risas,
y muecas de papel
Invaden la pobreza.
Mercurio cromo, basurero,
hilandera de la vida,
verde epítome
de folios,
árboles,
un camino polvoriento,
suave viento,
dos viajeros ambulantes
un paisaje
y en el paisaje
la figura de mil años de cultura.
JOSÉ GUILLERMO VARGAS RODRÍGUEZ
Presidente de la Casa del Poeta Peruano, literato y poeta. Integró la Comisión Organizadora del I Congreso Nacional del Poeta, UNMSM, 1985. Director de la Revista Internacional de Literatura y Arte. Ha escrito varios libros de poesía.
BALADA PARA JOSÉ GUILLERMO
Te vine a buscar, José Guillermo, por la tarde
ahí, cuando el tiempo va muriendo
y el ritmo de la sangre aminora su trajín,
-por eso las penas se hacen largas
cuando el cenit recoge sus enaguas.
Entré por la espalda del solar José Guillermo,
patio y traspatio recorridos, romero seco,
desplumado duraznero y luengas hojas,
fungiendo de tapiz solemne
al monumento a la vejez y el abandono.
Tus risas con ropaje de alegría triste,
tintinearon con vergüenza por los rincones del solar;
tus recuerdos desgranaban y caminaban
como hormigas, trasportando su fúnebre festín.
No hay nada fresco, José Guillermo
Créeme: removí todos los trastos
salvo cartas comerciales y, dos o tres fotografías
de inmemorians por primer aniversario.
Maulló el gato presintiendo tu ausencia
y cantó el grillo por la humedad salobre
que de la mar filtraba.
Tu biblioteca perdió la ingenua claridad
de luna llena y, un polvillo seco de aluminio,
cubría piadosa estantería.
José Guillermo: no encontré en la repisa de abalorios
ni la pluma esmerilada del ganso que criabas,
ni el lacre ocre que lacraba tus misivas;
sin pergaminos en blanco de formato breve,
tintero pleno en tinta con grumos de vinagre.
Los alacranes se "espiantaban" en los ángulos obscuros
en extraño pacto con las ratas.
Tanto tonto todo y, tanto nada tonto.
La ESTACION que construye tu medio siglo,
lo hace con vagones del descarril más generoso
y siempre salen por las tardes, porque el nocturno
es celestina del hombre miserable.
Por eso no te encontré esta tarde José Guillermo
y, me diste pena al recorrer el caserón de tu existencia.
THE END
Existir,
presentimiento extraño
de acabarse todo.
De ver en las ventanas
cernirse el polen sepia de crisálidas,
mientras corva cimitarra
espera que camines.
Existir,
presentimiento extraño
de un diálogo de viejos
clavados en las bancas,
expulgando el tiempo,
el espacio que vivieron...
Un perro viejo espanta
de penas pulgas... y osamentas ofrecidas
y lame por placer el borde
de su sarna...
Muerde aire el lomo de partículas
y millones de neuronas alguien recopila
que despiden nuestros cuerpos.
Viejos, pulgas, perros
Se retratan en los charcos.
Crisálidas también,
Pero lloran...
Las calles se aglutinan
Y rondan perdiendo identidad.
Existir,
ese presentimiento extraño
de acabarse todo,
con un genoma inútil bajo el brazo
GERARDO ANENAZA OLIVARES
Poeta, crítico literario y abogado. Integró la Comisión Organzadora del I Congreso Nacional de Poetas. Dirige el periódico virtual "La palabra recordada". Tiene publicado varios libros de poesía
CARMENCITA
El amor es algo tan complejo
como la mejor partida de ajedrez
jugada en nuestras vidas.
Acá cerca ladran algunos perros
y alguien dice:
._ !Habrá terremoto¡
amor casi siempre
por pequeñas cosas
se convierte en pesadilla.
Apago mi computadora
me cansé de esperarte.
POEMA
Canto la caspa del pueblo. Desvelo
azul es carmenar mi canto.
Las pirañas hácenme sufrir tanto;
._Soy obrero sin sueldo ni consuelo.
¡Guipúscoa! Guerrero de fabril hielo
con grito desafinado, mi mundo
es falible, grave, fiero, profundo,
librepensador y Sancy en el cielo.
Y tengo Cádiz, Winchester poético,
donde soy valet para doblegar
al opresor y su sermón de diablo
que devora al gran T Fu, femúrico;
costra del mismo carbón: ._¡Navegad
"Vísperas sicilianas" lo que les hablo.
MANUEL LÓPEZ RODRÍGUEZ
Poeta por sobre todas las cosas y abogado. Integró la Comisión Organizadora del I Congreso Nacional del Poeta, 1985. Director de Los Jueves Literarios del Museo de la Nación. Tiene una rica producción poética.
DECISIÓN
Te escogí
entre todas
azucena del viento
porque eres la estrella
más bella
de titilar
de lucero
para vengas a mi espacio
como el Sol
del
viajero.
Te escogí.
en una noche
extasiada
de mañana
y
horas
de
tiempo.
RAFAEL ALVARADO CASTILLO
Poeta, escritor y literato. Integró la Comisión Organizadora del I Congreso Nacional del Poeta, 1985. Director de la revista literaria "La palabra del mudo". Tiene varios libros de poesía.
QUÉ HERMOSO ES HABITAR EN TUS BRAZOS
Amada mía, qué hermoso es habitar en tus brazos
y sentir la frescura de tu cuerpo tan frágil
como el pétalo de una rosa.
Qué hermoso es sentir el perfume de tus cabellos
que parece una catarata luminosa suspendida
en medio del océano,
qué hermoso es sentir el aroma de tus labios de fruta
mientras el sol se despierta en la orilla de un rÍo
sin nombre
y oír a los pájaros derramando música de alas agitadas
sobre tu pecho.
Qué hermoso es hundirse en las aguas inmóviles
en las horas de lluvias de invierno,
ver las hojas secas de otoño bailando en el cielo
como si quisieran acariciar el rostro del delirio,
qué hermoso es tocar la espada del amor suspendida
en el aire en la mano de una gaviota enamorada,
pero es más hermoso, amada mía, habitar
en tus brazos para siempre.
SIENTO QUE TU PIEL TIEMBLA COMO UNA HOJA
Siento que tu piel, territorio de mis besos, tiembla
como una hoja de otoño cuando la acaricio
y oigo a lo lejos la melodía de tu voz que se hace poesía
con el temblor de tu cintura de fuego.
Tus besos dejan un perfume de una gota de rocío
en mis labios,
la lluvia de abril moja la piel de la mañana
que crecen cerca del crepúsculo,
el tiempo se detiene en tu aliento que tiene la frescura
del agua
y la soledad de tus ojos se pierde entre los cabellos
de los árboles.
La sombra de mi tristeza se levanta con el alba
que parpadea de llanto en el hombro del tiempo
y la brisa del mar se hace más hermosa
con tu sonrisa despeinando el paisaje de mi tristeza .
Tu latido es el mío y se parece al rumor de las olas
que revientan en tu cuerpo de gacela,
el silencio de la tarde muere en los brazos del verano
donde nace una flor blanca que crece con el beso
de tus labios
y la rosa roja que tiembla de amor crece en tus manos
con tu sonrisa a flor de labios.
EPÍSTOLA A MI HERMANA TERESA
Hermana Teresa, hoy es un día cualquiera y ha llovido
como nunca,
y he tomado un buen café y he leído a Elliot, Ungaretti
y Ezra Pound.
Y después me he puesto a pensar en lo que es la vida
y mi alma se ha espantado,
no sé de repente cogiéndome el corazón hecho pedazos
se me ha dado por hablar de tantas cosas que bailan
en mi cabeza.
Tú, sabes muy bien que nunca fui feliz y que siempre
fui un desgraciado
-rara vez lo digo- y me resigno a vivir así con mis escritos
manchados de melancolía
donde danza mi desdicha riéndose en mi propia cara.
Anda, hermana Teresa, pero rápido donde el padre
Enrique Olier,
el que suele hablar hasta el cansancio de Damián
de Molokai, inmenso apóstol de los leprosos
y dile que no soy un hombre malo,
a pesar de que solía hacer llorar mucho a mamá
todas las mañanas cuando el cholo Don Lucho
-extraño jardinero con cara de gato asustado que
creíase Charles Chaplin-
salía llevándose de paseo a su angustia en dos ruedas.
Corre, hermana Teresa, como la gacela que va junto
al tren perdido con rumbo a lo desconocido
y visita también al viejo Camilo –hipócrita lector de Vallejo-
que todavía está en su lecho de cemento con cara
a la muerte
abrazado a su inmensa miseria en plena esquina,
allí donde está parado la desdicha como una columna
de humo
y dile al oído –aunque algunos dicen que él perdió
en un basural su conciencia
dile que soy un hombre bueno que jamás conoció
la felicidad
y dile también que en su nombre escribir
los poemas más tristes
y que releeré siempre a Vallejo, Whitman y Neruda
que nos hablan de la esperanza que quisiera
que naciera en mi pecho como una flor de otoño.
Ah no te vayas a olvidar, hermanita Teresa, de ir aunque
sea un instante donde
el negro Tom, ayer tumbador de hombres y hoy bailarín
de bares oscuros,
de visitar también donde el mocho, el trompetista
con cara de sapo que se cree el genial Louis Armstrong
y el viejo Zumarán de mi barrio, quien reparte todas
las mañanas la más linda sonrisa
a todos los niños que llevan un silencio de jazz
sobre sus almas,
y diles que todavía sigo siendo el mismo de siempre
y que jamás se olviden
de que el río, corto o largo, se parece a la vida de los
hombres.
Perdóname, hermana Teresa, estoy llorando y no trate
nadie de consolarme porque creo que es mejor así.
Siento que la tristeza del mundo cae herida
como un gigante árbol en mi alma.
Y de pronto, me he puesto a canturrear canciones de mis
años verdes
rasgueando mis nervios averiados como si fuese una vieja
guitarra,
y como nunca he recordado entre lágrimas y risas
a mi padre, hombre de mil oficios y lector de libros anónimos,
cogiéndome en su ancho pecho colorado y cubriéndome
de besos;
a mi madre que se paseaba en mi cuarto espantando
la tristeza que se escondía en mi alma;
a Charito, miniatura de Sofía Loren - decían que era
muy mala - pero yo no lo creía,
la que siempre me contaba a oscuras cuentos malévolos,
asustándome;
a Rocío, la que tenía cara de tortuga,
a quien hacía aterrizar vestida todo de blanco
en los mejores charcos de barro,
a César, el chiquitín que solía robarme
en complicidad de mi madre
mis mejores cometas hechas con mis propias manos
y mis carritos de madera de color chocolate;
a Lucy, la muchachita de ojitos negros, quien solía
matar con su sonrisa coqueta
la ira que cabalgaba como un dragón en el rostro de mamá.
Hermana Teresa, quiero que me devuelvan –ahora mismo-
mi patria hermosa con sus palomas blancas y sus chiquillos
correteando por las largas avenidas,
que me devuelvan también –lo digo esta vez empeñando
mi alegría al viento -
la sonrisa de niña de mamá que se paseaba por mi rostro
cuando la cólera andaba en mi sangre como un viejo
fantasma derramando la leche tibia de los niños.
Quiero –lo pido casi ahogado en un mar de llanto –
que devuelvan aunque sea por un solo instante
la última sonrisa de mi hijo que se fue con la sombra del otoño.
Quisiera de buena gana, hermana Teresa, darle un golpe
mortal en plena nuca
a aquel juez que ensaya una sonrisa de Judas y
luego reírme a sus espaldas como un loco pordiosero;
también quisiera asustarle con violencia hasta quitarle
casi el aliento
a aquel siniestro hombrecillo vestido todo de verde
– creo que se llama el doctor Silva-
que se pasea siempre muy orondo por los pasillos
cuarteados de melancolía
del noveno piso de ese horrible hospital con rostro
parecido al viejo sauce desnudo azotado por el viento
del otoño.
Quiero leer hasta el cansancio a Hemingway, Vallejo, Dickens,
Mauppassant y Mark Twain
- mis maestros coronados de tristeza-
y luego salir a buscar al padre Olier
para decirle que Santo Tomás de Aquino me llega al
alma;
quiero abofetear con violencia
a Carlos Marx -mi autor preferido de juventud-
y romper todos sus escritos para que nadie lo lea;
por último quiero, hermana Teresa, abrir como un loco de par en par
la ventana de mi tristeza y tocar la luna con mis manos.
COMO EL HOMBRE QUE SUDA AMOR
Como el hombre que suda amor por sus poros, estoy mujer atado a tu cuerpo de guitarra, al perfume de tu piel que se extiende como un río de verano en mi mano abierta y a tu aliento que tiene el eco de mi suspiro.
EL doctor Teodomiro Abanto Horna, abogado, publicó el poemario “Ojo de agua”; Guido Carrión Bustamante, poeta egresado de la Facultad de Derecho y compañero de la promoción del doctor Manuel López Rodríguez y que desde el 1986 no se sabe nada de él, estaba por publicar su primer libro de poesía; la periodista Pocha Ulloa publicó su poemario “Las confesiones de Hipsipyle” y las doctoras Sonia Chumo y Norma Yañez, médicos de profesión, estaban por publicar sus poemarios. No ha sido posible encontrar los poemarios de los poetas nombrados, por eso no ha sido posible mostrar sus poemas.
16 de enero de 2012 Rafael Alvarado Castillo