Un cuento de Navidad
Autor: RAYNIER MAHARAJ.
En
vísperas de Navidad impera una cálida agitación en todos los hogares del mundo.
El sentimiento festivo y la alegría de reunirse con la familia traen a mi
memoria una historia que me encanta relatar cada año. Es una historia real,
aunque parezca increíble. Y da testimonio de que los milagros pueden ocurrir.
Hace
mucho tiempo, un grupo de jóvenes decidió compartir algo de la alegría de la
Navidad. Se habían enterado de la existencia de varios niños que pasarían el
día de fiesta en el hospital comunitario más cercano. De manera que uno de
ellos se disfrazó de Papá Noel, luego compraron varios regalos, los envolvieron
y, munidos de sus guitarras y sus dulces voces, se aparecieron por sorpresa en
el hospital en la Nochebuena.
Los
niños festejaron alborozados la visita de Papá Noel; cuando el grupo de amigos
terminó de distribuir los regalos y de cantar sus villancicos, todos los ojos
estaban anegados en lágrimas. De ahí en más, los jóvenes decidieron que
representarían el papel de Papá Noel cada año.
En
la Nochebuena siguiente, incluyeron en su visita a las mujeres internadas en el
hospital, y al tercer año la invitación se extendió a algunos niños pobres del
vecindario.
En
la cuarta Nochebuena, sin embargo, después de realizar la ronda ya habitual,
Papá Noel revisó su saco y descubrió que le habían sobrado algunos juguetes. De
modo que los amigos se reunieron para deliberar y decidir qué harían con ellos.
Alguien mencionó la existencia de un mísero caserío precariamente instalado en
las inmediaciones, donde vivían algunas familias terriblemente pobres.
Por
lo tanto, el grupo decidió dirigirse allí, pensando que el número de familias
llegaría a tres como máximo. Pero cuando treparon la cuesta de la colina, y se
encontraron en medio de la desolada extensión -ya era cerca de medianoche-, el
consternado grupo pudo ver a gran cantidad de personas alineadas a ambos lados
de la calle.
Se
trataba de niños; más de treinta niños expectantes. Detrás de ellos no se veían
chozas, sino filas y filas de destartaladas instalaciones precarias. Cuando
detuvieron el coche en el que iban, los niños se acercaron corriendo, chillando
de júbilo. Era evidente que habían estado toda la noche esperando pacientemente
la llegada de Papá Noel. Alguien -nadie pudo recordar quién-, les había dicho
que él llegaría, aunque nuestro Papá Noel había decidido hacerlo sólo algunos
minutos antes.
Todo
el mundo quedó desconcertado, excepto el propio Papá Noel. El estaba
sencillamente dominado por el pánico. Sabía que no tenía juguetes suficientes
para tantos niños. Finalmente, sin querer decepcionarlos, decidió entregar los
pocos juguetes que tenía a los mas pequeños. Cuando se terminaran, explicaría
lo ocurrido a los más grandes.
De
manera que enseguida se encontró trepado sobre el capó de un vehículo, con
treinta niños deslumbrantemente aseados y ataviados con sus mejores galas,
alineados de menor a mayor, aguardando su turno. A medida que cada niño ansioso
se aproximaba, Papá Noel revolvía dentro de su saco con el corazón cargado de
temor, anhelando encontrar por lo menos un juguete más para entregar. Y, por
algún milagro, encontró uno cada vez que metió la mano en el saco. Finalmente,
cada niño recibió su juguete. Papá Noel miró en el interior de su saco, ahora
desinflado. Estaba vacío, tan vacío como debería haber estado veinticuatro
niños antes.
Lleno
de alivio, soltó un jovial "¡Jo, jo!" y se despidió de los niños.
Pero cuando estaba a punto de montar en el coche (aparentemente, los renos
tenían el día libre), oyó que uno de los niños exclamaba:
-¡Papá
Noel, Papá Noel, espera!
Detrás
de los matorrales, aparecieron dos niños pequeños, un niño y una niña. Habían
estado durmiendo.
El
corazón de Papá Noel dio un vuelco. Esta vez estaba seguro de no tener más juguetes.
El saco estaba vacío. Pero cuando los niños se acercaron sin aliento, él reunió
coraje y volvió a meter la mano en el saco. Y, abracadabra, en él había más
regalos.
El
grupo de amigos, que actualmente ya son adultos, todavía comentan el milagro de
esa mañana de Navidad. Siguen sin encontrarle explicación; sólo pueden decir
que aquello realmente sucedió. ¿Que cómo sé de la historia? Bueno; yo era el
Papá Noel.
RAYNIER MAHARAJ Toronto, Canadá.
y sus trofeos cuantos gano?
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