Poeta Enrique Verástegui
ADAGIO DE LEOPARDO CON FLOR EN
LAS GARRAS
Gira lentamente la noche
y el leopardo es una belleza aún
perfectamente agresiva en un conglomerado de gente
Tiene el leopardo su fuego que el mar gruñe
en mis ojos
y hay que saber
recoger verdad por encima de cualquier contingencia
pues emitirla ha sido siempre tan hermoso como percibirla.
Treintaitrés años son una pieza clásica: no un trayecto tan
irreal
como el pequeño volkswagen donde el horror a mi belleza es un
reverso de mi amor a natura.
y el leopardo
es fuego que salta armonizado en músculos, cerebro e impulso.
Sus gruesas uñas son geranios hambrientos clavándose en el
rostro de una época arruinada.
El cerebro es una joya encajada en una cabeza triangular,
sus dientes cuchillos afilados desgarrando horrorosamente
la gacela que traga.
Su garrotazo tiene la furia del universo
pero el pasado es lo que yo desecho a mi paso.
Ponte a buscar precisión en un tiempo lleno de imprecisiones
y sabrás
que los que te odiaron se admiraban
viéndote aún rugir, erguido y tranquilamente colérico,
delicado como flor rapaz deslizándose por estas calles donde
esta terrible energía
era un trayecto armónico y orquestado. Sabrás
que los que te lanzaron largas peroratas como ladridos bajo
las patas del aserrín eran
ahora ceniza y tristeza, irremediable fracaso
como el no haber comprendido esta pureza de tu rugido:
soñé esto y mezclé de todo un poco como en una farmacia
a donde el buen hombre que lo deseara podía encontrar remedios
para su pena. Fui
esta farmacia, o aún todavía un frutero en la noche:
chirimoyas, ciruelas, mandarinas asediadas
por manos sedientas. Todo esto fue, sin embargo, azufre en las
narices
(y se llamaban humanos) de quienes te odiaron
como un libro vanamente deshojado en sus manos ineficientes y
mucho más inelegantes
que este espejo
de mostrador donde desde la barra -té de floripondios, un dulce
de frijol colado- y dándoles la espalda los he contemplado hinchados
y abotargados como un gran corcho en el mar,
rumiando la frustración de lo que no floreció ni pudo florecer
ya en ellos.
Todo lo que ha sido amado creado florido saltó
tan ferozmente como verano gruñéndote su belleza una mañana que
sobrevive.
Nada es sin apoyo de nada y mi leopardo
es un dulce geranio de garras hambrientas.
Su cuerpo es una máquina perfecta en el poema de su rugir.
Cuando se acopla a su hembra el mundo se tambalea.
Tú entonces te desesperas sintiéndome refregar mi pecho
duro sobre tus lomos sudorosos,
una garra en tus brazos, la otra -fuerte
como un garfio -acaricia tus pechos crecidos,
y el falo que te penetra es fuego que rasga tus entrañas.
¿Hay algo más terrible que toda esta perfección de mi música?
No existe jaula para el leopardo que clava su mente en una
pradera con flores.
Unos han dicho que primavera enloquece el corazón
y estos tiempos son todavía intranquilos y absurdos.
Otros, menos inteligentes, proponen destrozar la vida.
¿Nosotros no hemos resuelto ya defender irrevocablemente
nuestro amor como lección de gratitud con el mundo?
El cielo cuando amanece se sonroja límpidamente
y ahora la gente ya sabe que el leopardo soñado como primavera
-su acción es belleza- ha podido modificar la historia.
Toda la incomprensión de este siglo ha sido el altar
donde nuestros corazones se estremecieron sin dejar de florecer
bellamente intranquilos.
Un gorrión que sueña en la tarde no ha podido aún volar
suavemente porque una cosa
ha terminado por significar otra, y el mundo es absurdo.
Y nosotros hemos debido apresurarnos a mantener esta altivez.
He dibujado este fuego de mi leopardo como una máquina simbóli-
ca atreviéndose a jaquear al infierno
ahora cuando el tiempo que precede
a toda cosecha trae siempre un cierto estoicismo, un orden
que permite que todo esté perfectamente acoplado, y en su sitio.
Y evadirse no es una misión del hombre
pero el hombre ha de acechar siempre lo que se opone a sus
sueños. El hombre encontrará
madurez en el arte de comprender que lo viejo,
y no el pasado, se desecha a cada paso, el futuro
que destruye lo viejo es también levemente indefenso.
¿Existe conjunto más hermoso que un equilibrio en sus partes?
He desprendido de esta partitura al ballet
del leopardo cuya comprensión es dulce música
en mi vida, y esta es mi luz como flor pensativa,
brazos desplegándose en este salto de leopardo
cuya estructura son geranios sobriamente brotados en tus manos
ahora que ha girado la noche
y yo he abatido a lo inútil.
(De Angelus Novus)
Gira lentamente la noche
y el leopardo es una belleza aún
perfectamente agresiva en un conglomerado de gente
Tiene el leopardo su fuego que el mar gruñe
en mis ojos
y hay que saber
recoger verdad por encima de cualquier contingencia
pues emitirla ha sido siempre tan hermoso como percibirla.
Treintaitrés años son una pieza clásica: no un trayecto tan
irreal
como el pequeño volkswagen donde el horror a mi belleza es un
reverso de mi amor a natura.
y el leopardo
es fuego que salta armonizado en músculos, cerebro e impulso.
Sus gruesas uñas son geranios hambrientos clavándose en el
rostro de una época arruinada.
El cerebro es una joya encajada en una cabeza triangular,
sus dientes cuchillos afilados desgarrando horrorosamente
la gacela que traga.
Su garrotazo tiene la furia del universo
pero el pasado es lo que yo desecho a mi paso.
Ponte a buscar precisión en un tiempo lleno de imprecisiones
y sabrás
que los que te odiaron se admiraban
viéndote aún rugir, erguido y tranquilamente colérico,
delicado como flor rapaz deslizándose por estas calles donde
esta terrible energía
era un trayecto armónico y orquestado. Sabrás
que los que te lanzaron largas peroratas como ladridos bajo
las patas del aserrín eran
ahora ceniza y tristeza, irremediable fracaso
como el no haber comprendido esta pureza de tu rugido:
soñé esto y mezclé de todo un poco como en una farmacia
a donde el buen hombre que lo deseara podía encontrar remedios
para su pena. Fui
esta farmacia, o aún todavía un frutero en la noche:
chirimoyas, ciruelas, mandarinas asediadas
por manos sedientas. Todo esto fue, sin embargo, azufre en las
narices
(y se llamaban humanos) de quienes te odiaron
como un libro vanamente deshojado en sus manos ineficientes y
mucho más inelegantes
que este espejo
de mostrador donde desde la barra -té de floripondios, un dulce
de frijol colado- y dándoles la espalda los he contemplado hinchados
y abotargados como un gran corcho en el mar,
rumiando la frustración de lo que no floreció ni pudo florecer
ya en ellos.
Todo lo que ha sido amado creado florido saltó
tan ferozmente como verano gruñéndote su belleza una mañana que
sobrevive.
Nada es sin apoyo de nada y mi leopardo
es un dulce geranio de garras hambrientas.
Su cuerpo es una máquina perfecta en el poema de su rugir.
Cuando se acopla a su hembra el mundo se tambalea.
Tú entonces te desesperas sintiéndome refregar mi pecho
duro sobre tus lomos sudorosos,
una garra en tus brazos, la otra -fuerte
como un garfio -acaricia tus pechos crecidos,
y el falo que te penetra es fuego que rasga tus entrañas.
¿Hay algo más terrible que toda esta perfección de mi música?
No existe jaula para el leopardo que clava su mente en una
pradera con flores.
Unos han dicho que primavera enloquece el corazón
y estos tiempos son todavía intranquilos y absurdos.
Otros, menos inteligentes, proponen destrozar la vida.
¿Nosotros no hemos resuelto ya defender irrevocablemente
nuestro amor como lección de gratitud con el mundo?
El cielo cuando amanece se sonroja límpidamente
y ahora la gente ya sabe que el leopardo soñado como primavera
-su acción es belleza- ha podido modificar la historia.
Toda la incomprensión de este siglo ha sido el altar
donde nuestros corazones se estremecieron sin dejar de florecer
bellamente intranquilos.
Un gorrión que sueña en la tarde no ha podido aún volar
suavemente porque una cosa
ha terminado por significar otra, y el mundo es absurdo.
Y nosotros hemos debido apresurarnos a mantener esta altivez.
He dibujado este fuego de mi leopardo como una máquina simbóli-
ca atreviéndose a jaquear al infierno
ahora cuando el tiempo que precede
a toda cosecha trae siempre un cierto estoicismo, un orden
que permite que todo esté perfectamente acoplado, y en su sitio.
Y evadirse no es una misión del hombre
pero el hombre ha de acechar siempre lo que se opone a sus
sueños. El hombre encontrará
madurez en el arte de comprender que lo viejo,
y no el pasado, se desecha a cada paso, el futuro
que destruye lo viejo es también levemente indefenso.
¿Existe conjunto más hermoso que un equilibrio en sus partes?
He desprendido de esta partitura al ballet
del leopardo cuya comprensión es dulce música
en mi vida, y esta es mi luz como flor pensativa,
brazos desplegándose en este salto de leopardo
cuya estructura son geranios sobriamente brotados en tus manos
ahora que ha girado la noche
y yo he abatido a lo inútil.
(De Angelus Novus)
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