Escritor Isaac Soto Gamarra
Enrique, cariñosamente
llamado “Kike” por sus amigos, iba a cumplir sus sueños. El sueño americano.
Siempre había deseado salir del país a mejores destinos, como si los destinos
tendríamos que encontrarlos en el mercado o en la feria dominical. Cuando más
bien el destino es el que nos encuentra.
En buena parte, Kike (para
sus amigos), no quería perder la oportunidad
de viajar a los yunaites estais,
esa era la expresión coloquial que usaba para conversar con sus amigos. De hecho se refería a los
Estados Unidos de Norteamérica. La mayoría de sus amigos lo miraba hasta con
envidia, por la gran suerte que iba a tener
viajando al país más desarrollado del
mundo. Aunque todavía hay por ahí uno que otro de sus compañeros que le decía:
allí lo único que vas hacer es servir de muchacho a los gringos, esos en
principio son racistas y te van explotar
y humillar, pero nada de estos comentarios hacía retroceder la decisión que
había tomado Kike.
Incluso su padre sacaba
pecho por su hijo y comentaba con sus amigos que ahora mejorara su raza porque
seguro que su hijo se iba a casar con una gringa. De antemano para que logre
este propósito se había prestado cinco mil dólares del banco, seguro de su
hijo, iba a llegar al lugar donde llovían los dólares. En tanto, su madre como
toda madre, lloraba porque su adorado hijo se marchaba lejos, para sufrir.
Finalmente, los amigos de
Kike que estaban de acuerdo en que viaje y los que comentaban en contra,
organizaron la fiesta de despedida, un día antes del esperado y soñado viaje.
Casi la mayoría de los
compañeros de su promoción y sus amigos de barrio, con quienes Enrique,
compartió desde la niñez decenas de aventuras estaban presentes, uno que otro
decía que no se olviden de ellos, algunos le pedían que los jale al país de las
maravillas, porque estaban cansados del atraso de nuestro país, un país del
tercer mundo, según los analistas políticos y los mismos políticos que se llenan la boca declarando todos los días
que nuestra nación es pobre, que no hay riqueza, cuando ellos se llenan los
bolsillos con toda la riqueza que
tenemos. No faltó por ahí alguien que tomando coraje con los tragos que
tomaban, empezó a vociferar que sólo los
cobardes huyen del país, a servir a los Kára wallpas, que en buen romance
significa piel de gallina.
Todos se carcajearon ante
tal ocurrencia y siguieron brindando por el viajero.
Quien había levantado su
voz de protesta era el rolanducha, un muchacho rebelde e inconforme con el
sistema político y económico que se vive en el país, incluso polemizaba con sus
profesores sobre la historia de engaños
que se estudia en esta materia, algunos lo tomaban hasta por tuco. Pero sus
ideas no eran tan radicales, solo que no era conformista.
Con el viajero Kike habían
discutido muchas veces sobre estos temas, en buena cuenta rolanducha tenía
ideas izquierdistas, en tanto, Enrique era de derecha y ponía como ejemplo de
país desarrollado y democrático a los Estados Unidos. Llegaban a discusiones
acaloradas al punto de quererse agarrar a golpes. Y ese momento había llegado
porque en un descuido de todos los
presentes, Kike y el rolanducha se enfrascaron en una pelea. La reunión se
dividió prácticamente en dos bandos. Kike gritaba que esta despedida iba a ser con todo y le iba a
sacar la michi a ese huevón del rolanducha. Las botellas, los vasos, las sillas
y todo objeto volaban por los aires, hasta que llegó la policía y todos
salieron volando.
Uno de los chicos había
quedado herido y sangraba. Era del bando de Kike, lo llevaron de emergencia al
hospital. Kike en su borrachera: eufórico y rabioso subió al cuarto piso
asomándose peligrosamente a la baranda, gritando y pidiendo asistencia médica
para su amigo, en un descuido le venció el cuerpo y cayó pesadamente desde el
cuarto piso, muriendo en el acto, él y sus sueños.
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