LA POÉTICA DE ANTONIO CISNEROS
Antonio Cisneros, uno de los más grandes poetas peruanos, ha fallecido recientemente; pero ha dejado sus poemas que son inmortales y me he dignado escoger algunos de sus poemas para difundirlos por este medio.
PARACAS
Desde temprano,
crece el agua entre la roja espalda
de unas conchas
y gaviotas de quebradizos dedos
mastican el muy muy de la marea
hasta quedar hinchadas como botes
tendidos junto al sol.
Sólo trapos
y cráneos de los muertos, nos anuncian
que bajo estas arenas
sembraron en manada a nuestros padres-
HÉROES DE NUESTROS DÍAS
(Javier Heraud)
Tener un héroe entre la casa,
es como si una noche
por buscar nuestros zapatos bajo el lecho
tocásemos un cuerpo limpio y fuerte, con el cabello
recién cortado. Acostumbrarnos a su presencia
es molesto al principio, pero el resto
de los días nos da sombra, y sólo puede
entristecernos no haber fortalecido
nuestros brazos a tiempo, ni saber
dónde ensayaba sus amables canciones.
MI HERMANO
En verdad, mi padre no lo tenía en su reino: ni en pelea
de perros lo quería.
No recuerdo por qué, pero decía que era blanco y picante
como el alma de la malagua.
Y cuando las semanas de la pesca y todos los muchachos
entraban a la cala
mi hermano maldecía (el sol no era un ojito de cazón).
Borracho, sin mujer ni compañero, tendido en su caballo
más reseco que un palo.
Tiempo ya que ignoraba de las aguas y el brillo de los
peces.
Sólo el mal brillo de una botella rota entre la arena.
Pobre, mi hermano, hecho una uva andaba y sin memoria.
Todo en su corazón era pereza. Ni era oficio la tierra
ni era el mar.
Como lagarto comía en nido ajeno.
Fruto malo de la Hermandad del Niño, muerto insepulto
que ninguno lloraba.
Hasta que nos maldijo y se largó.
Después contó Juan Celis que hacía contrabando calero
y robaba gallinas.
Trabaja por su cuenta.
Sabrá Dios si era cierto pero una mala tarde Punta Negra
se llenó de patillos y vimos un lanchón
y una botella verde de Pomalca y un alma en pena sin
cuerpo que velar.
Mi padre tomó un lamparín y se sentó en las rocas y
esperó.
Café en Martirok Utja
(...Frigyes Todero)
Hay una lámpara floreada sobre el
piano
y una estufa de fierro.
Bebes vino junto a la única ventana:
un autobús azul y plata cada cinco
minutos.
Pides el cenicero a la muchacha
(alta flor de los campos ven a mí).
La luz del otoño es en tu vaso
un reino de pájaros dorados.
Pero pronto anochece.
Los autobuses no son azul y plata,
el cenicero es una rata muerta,
el vaso está vacío.
La muchacha partió cuando
encendieron
la lámpara floreada y tú mirabas
la lámpara floreada.
Puedes pedir otra jarra de vino,
pero esta noche
no esperes a los dioses en tu mesa.
UN PERRO NEGRO
Un perro. Un prado.
Un perro negro sobre un gran prado verde.
¿Es posible que en un país como éste, aún exista un perro
negro sobre un gran prado verde?
Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado
ni manso ni feroz.
Un perro negro común y corriente sobre un prado ordinario
Un perro. Un prado.
En este país un perro negro sobre un gran prado verde
es cosa de maravilla y de rencor.
A Cristo en el matadero
Cuando hablaste
del amor y repartías
la paz y los pescados,
se acercaban para amarte, Señor
amable y sabio.
Un buen día aburridos
de milagros,
hartos de caminatas,
decidieron
cambiar tu cabellera
y tus sandalias
por unos cuantos reales.
Lleno de clavos
tu cuerpo, fue enterrado
junto al vientre
de las ratas.
Tus palabras
se hicieron estropajos,
tambores pellejudos
que anuncian
negocios y matanzas.
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