SOY UN ÁRBOL
Alejado de tanta persecución ¡inútil!
he decidido a la soledad
y a los páramos
donde el otoño tiene un brío
lento y amargo
que mejor compagina con las hojas
en lento y doloroso abandono.
Apagado en sus últimos destellos ¡agónicos!
apenas puedo con la queja
aliviar a tanta golpiza lacerante
soportando la enramada voluble
cuando la furia del viento arreciaba
dejándome en completa orfandad desnuda.
Suficiente razón esgrimo
para ser huraño y anacoreta.
Soy de aquellos que dicen tener
corazón de pura madera.
En algunos lugares me echan a tierra
entre hachazos lujuriosos
en la plaza pública, a sones
y a emociones desenfrenadas.
Algunas veces cual tímido niño
en el follaje verde de la desesperación
busco una sombra donde descansar
a mis ahogos cuando talan la vida
entre los otoños incontables.
Soy un árbol frondoso
¡qué importa ahora!
si la persecución sea implacable,
mi follaje, al fin es verde olivo
haber si así pueden derribarme.
(Ángel Yzquierdo Duclós)
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