Poeta Miguel Ángel Zapata
BUSCANDO
COBIJO EN EL MUELLE 39
San Francisco se
evapora en la Bahía:
Llegó la tormenta, los piratas
Anclaron aquí en esta plaza, se
Quedaron con nosotros en la ciudad
De la Pirámide con telescopios y
Microcomputadoras.
Ya no necesitaron el mar,
Las olas son ahora el juego de la
Bolsa, y el antiguo hogar de los
Remolinos (el mar)
Quedó hecho un laberinto de piernas,
Llantas y maletines velozmente
Atados entre sí.
Aún no he enloquecido
(Excepto por una rodilla redonda y
dorada de mujer, y el paisaje).
Son las seis de la tarde
Llueve en el muelle 39;
Buscaremos cobijo bajo los techos,
Y yo seré el mismo mentiroso
Aventurero
(Prefiero el vino rojo
Es la única verdad)
el mismo que cree que las luces del
Saint Francis no fueron reales
ni la gente automática
sólo la camarera me sonrió aquel
sábado
cuando volé hasta el piso 40
sin alas
con cuarenta ilusiones ópticas
en mis viajeras córneas.
Llegó la tormenta, los piratas
Anclaron aquí en esta plaza, se
Quedaron con nosotros en la ciudad
De la Pirámide con telescopios y
Microcomputadoras.
Ya no necesitaron el mar,
Las olas son ahora el juego de la
Bolsa, y el antiguo hogar de los
Remolinos (el mar)
Quedó hecho un laberinto de piernas,
Llantas y maletines velozmente
Atados entre sí.
Aún no he enloquecido
(Excepto por una rodilla redonda y
dorada de mujer, y el paisaje).
Son las seis de la tarde
Llueve en el muelle 39;
Buscaremos cobijo bajo los techos,
Y yo seré el mismo mentiroso
Aventurero
(Prefiero el vino rojo
Es la única verdad)
el mismo que cree que las luces del
Saint Francis no fueron reales
ni la gente automática
sólo la camarera me sonrió aquel
sábado
cuando volé hasta el piso 40
sin alas
con cuarenta ilusiones ópticas
en mis viajeras córneas.
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