EL ZAMBAYLLU
La terminación quechua "yllu" es una onomatopeya. "Yllu" representa la músicea que producen las pequeñas alas en vuelo; música que surge del movimiento de objetos leves. Se llama tankayllu al tábano zumbador e inofensivo que vuela en el campo libando flores. Su color es raro, tabaco oscuro; en el vientre lleva unas rayas brillantes; y como el ruido de sus alas es intenso, los indios creen que tiene en su cuerpo algo más que su sola vida. Su alargado cuerpo termina en un aguijón que no sólo es inofensivo, sino dulce. Los niños le dan caza para beber la miel en que está untado ese falso aguijón, ¿Por qué lleva miel? ¿Por qué sus pequeñas y endebles alas mueven el viento hasta agitarlo y cambiarlo? Él remueve el aire, zumba como si fuera grande. No, no es un ser malvado. Los niños que beben su miel sienten el corazón, durante toda la vida, como el roce de un tibio aliento que los protege contra el rencor y la melancolía.
En los pueblos de Ayacucho hubo un danzante de tijeras que ya se ha hecho legendario. Bailó e hizo proezas en las vísperas de los días santos; tragaba trozos de acero, se atravesaba el cuerpo con agujas; ese danzak' se llamó Tankayllu.
Pinkuyllu es el nombre de una quena grande que tocan los indios del sur durante las fiestas comunales. El pinkuyllu tiene una voz grave y extraña que ofusca y exalta. Los indios desafían la muerte mientras lo oyen. Ninguna música llega más hondo al corazón humano.
***
¡Zumbayllu! Ántero trajo el primer zumbayllu al colegio. Los niños pequeños lo rodearon.
-¡Vamos al patio, Ántero¡
Palacios corrió entre los primeros. Saltaron el terraplén y subieron al campo de polvo. Iban gritando:
-¡Zumbayllu, zumbayllu!
Yo los seguí ansiosamente. ¿Qué podía ser el zumbayllu? ¿Qué podía nombrar esa palabra cuya terminación me recordaba bellos y misteriosos objetos?
El humilde Palacios había corrido casi encabezando todo el grupo de muchachos que fueron a ver el zumbayllu; había dado un gran salto para llegar primero al campo de recreo. Y estaba allí, mirando las manos de Ántero. Una gran dicha, anhelante, daba a su rostro el esplendor que no tenía antes. Su expresión era muy semejante a la de los escolares indios que juegan a la sombra de los molles en los caminos que unen la chozas lejanas y las aldeas. El propio Añuco, el engreído, el arrugado y pálido Añuco, miraba a Ántero desde un extremo del grupo: en su cara amarilla, en su rostro agrio, erguido sobre el cuello delgado, de nervios tan filudos y tensos, había una especie de tierna ansiedad- Parecía un ángel nuevo, recién convertido.
Yo recordaba al gran Tankayllu, el danzarín cubierto de espejos, bailando a grandes saltos en el atrio de la iglesia. Recordaba también también al verdadero Tankayllu, el insecto volador que perseguíamos entre los meses de abril y mayo. Pensaba en los pinkuyllus que había oído sonar en los pueblos del sur.
Yo no pude ver el pequeño trompo ni la forma como Ántero lo encordelaba. Me dejaron entre los últimos, cerca del Añuco. Sólo vi que Ántero, en el centro del grupo, daba una especie de golpe con el brazo derecho. Luego escuché un campo delgado.
Bajo el sol denso, el canto del zumbayllu se propagó con una claridad extraña; parecía estar henchido de esa voz delgada; y también toda la tierra, ese piso arenoso del que parecía brotar.
-¡Zumbayllu, zumbayllu!
Hice un gran esfuerzo, empujé a otros alumnos más grandes que yo y pude llegar al círculo que rodeaba a Ántero. Tenía en las manos un pequeño trompo. La esfera estaba hecha de un coco de tienda, de esos pequeñísimos cocos grises que vienen enlatados. La púa era grande y delgada . Cuatro huecos redondos, a manera de ojos, tenía la esfera. Ántero encordeló el trompo, lentamente luego lo arrojó. El trompo se detuvo un instante en el aire y luego cayó, lanzando ráfagas de aire por sus cuatro ojos, vibrando como un gran insecto cantador (...)
Ántero miraba el zumbayllu con un detenimiento contagioso. Así atento, agachado. Ántero parecía asomarse desde otro espacio (...)
-¡Quiero ver si tú puedes manejarlo! - me dijo, entregándome el trompo.
Lo encordelé, lo lancé hacia arriba. El cordel se deslizó como una culebra entre mis manos, enderezó la púa y cayó, lentamente.
-¡Sube, winku!
El trompo apoyó la púa en un andén de la piedra más grande, sobre un milímetro de espacio. La púa era redonda y no rozaba en ella la púa.
-¡Mira, Ernesto! - me dijo Ántero´. No va a la montaña, sino arriba. ¿Derechito al sol! Ahora a la cascada, winku. ¡Cascada arriba!
El zumbayllu se detuvo y cambió de voz.
-¿Oyes? -dijo Ántero -. ¡Sube al cielo, sube al cielo! ¡Con el sol se va a mezclar.
Cuando empezó a bajar el tono del zumbido, Ántero levantó el trompo. Me miró fijamente.
-¡Guárdalo! - me dijo-. Lo haremos llorar en el campo, o sobre una alguna piedra grande del río. Cantará mejor todavía.
Lo guardó en el bolsillo. Lo examiné despacio con los dedos. Era en verdad winku, es decir, deforme, sin dejar de ser redondo, y layk'a, es decir, brujo, porque era rojizo con muchas difusas. Por eso, cambiaba de voz y de colores como si estuviera hecho de agua.
-Si lo hago bailar, y soplo su canto hacia la dirección de Chalhuanca, donde está mi padre, ¿llegaría hasta sus oídos? - le pregunté.
-¡Llega, hermano! Para él no hay distancia. Enantes subió al sol. Y su canto no se quema ni se hiela. Tú le hablas primero en uno de sus ojos, le das tu encargo, le orientas el camino, y después, cuando estás cantando, soplas despacio hacia la dirección que quieres, donde está tu padre y sigues dándole tu encargo. El zumbayllu canta al oído de quién espera. ¡Haz la prueba ahora, al instante!
-¿Yo mismo tengo que hacerlo?
-Sí. Debe ser el que quiere dar el encargo. Háblale bajito -me advirtió.
Puse los labios sobre uno de sus ojos.
-"Dile a mi padre que estoy bien -le dije al zumbayllu-; aunque mi corazón se asusta, estoy resistiendo. Y le darás tu aire en la frente. Le cantarás para su alma".
Lo encordelé cuidadosamente, y tiré la cuerda.
-¡Corriente arriba del Pachachaca, corriente arriba! -grité.
El zumbayllu cantó fuerte en el aire.
-¡Sopla! ¡Sopla un poco! -exclamó Ántero.
Yo soplé hacia Chalhuanca, en dirección de la cuenca alta del gran río.
Y el zumbayllu cantó dulcemente.
-¡Zumbayllu, zumbayllu!
Hice un gran esfuerzo, empujé a otros alumnos más grandes que yo y pude llegar al círculo que rodeaba a Ántero. Tenía en las manos un pequeño trompo. La esfera estaba hecha de un coco de tienda, de esos pequeñísimos cocos grises que vienen enlatados. La púa era grande y delgada . Cuatro huecos redondos, a manera de ojos, tenía la esfera. Ántero encordeló el trompo, lentamente luego lo arrojó. El trompo se detuvo un instante en el aire y luego cayó, lanzando ráfagas de aire por sus cuatro ojos, vibrando como un gran insecto cantador (...)
Ántero miraba el zumbayllu con un detenimiento contagioso. Así atento, agachado. Ántero parecía asomarse desde otro espacio (...)
-¡Quiero ver si tú puedes manejarlo! - me dijo, entregándome el trompo.
Lo encordelé, lo lancé hacia arriba. El cordel se deslizó como una culebra entre mis manos, enderezó la púa y cayó, lentamente.
-¡Sube, winku!
El trompo apoyó la púa en un andén de la piedra más grande, sobre un milímetro de espacio. La púa era redonda y no rozaba en ella la púa.
-¡Mira, Ernesto! - me dijo Ántero´. No va a la montaña, sino arriba. ¿Derechito al sol! Ahora a la cascada, winku. ¡Cascada arriba!
El zumbayllu se detuvo y cambió de voz.
-¿Oyes? -dijo Ántero -. ¡Sube al cielo, sube al cielo! ¡Con el sol se va a mezclar.
Cuando empezó a bajar el tono del zumbido, Ántero levantó el trompo. Me miró fijamente.
-¡Guárdalo! - me dijo-. Lo haremos llorar en el campo, o sobre una alguna piedra grande del río. Cantará mejor todavía.
Lo guardó en el bolsillo. Lo examiné despacio con los dedos. Era en verdad winku, es decir, deforme, sin dejar de ser redondo, y layk'a, es decir, brujo, porque era rojizo con muchas difusas. Por eso, cambiaba de voz y de colores como si estuviera hecho de agua.
-Si lo hago bailar, y soplo su canto hacia la dirección de Chalhuanca, donde está mi padre, ¿llegaría hasta sus oídos? - le pregunté.
-¡Llega, hermano! Para él no hay distancia. Enantes subió al sol. Y su canto no se quema ni se hiela. Tú le hablas primero en uno de sus ojos, le das tu encargo, le orientas el camino, y después, cuando estás cantando, soplas despacio hacia la dirección que quieres, donde está tu padre y sigues dándole tu encargo. El zumbayllu canta al oído de quién espera. ¡Haz la prueba ahora, al instante!
-¿Yo mismo tengo que hacerlo?
-Sí. Debe ser el que quiere dar el encargo. Háblale bajito -me advirtió.
Puse los labios sobre uno de sus ojos.
-"Dile a mi padre que estoy bien -le dije al zumbayllu-; aunque mi corazón se asusta, estoy resistiendo. Y le darás tu aire en la frente. Le cantarás para su alma".
Lo encordelé cuidadosamente, y tiré la cuerda.
-¡Corriente arriba del Pachachaca, corriente arriba! -grité.
El zumbayllu cantó fuerte en el aire.
-¡Sopla! ¡Sopla un poco! -exclamó Ántero.
Yo soplé hacia Chalhuanca, en dirección de la cuenca alta del gran río.
Y el zumbayllu cantó dulcemente.
(José María Arguedas)
muy bken pero mal contada yo la conocia de otra forma y estaba mejor explicada 😋😊😆
ResponderEliminarson estupi...
ResponderEliminarjjj
Eliminarmuy bien me encanto muy buen trabajo los felicito
ResponderEliminarCuál fue el propósito del autor al escribir el texto el zumbayllo
ResponderEliminarJsjsjsj
ResponderEliminarCreo que es un buen resumen si lo lees a detalle
ResponderEliminarJajajajajjanananansnsnsababdhfh xd😎
ResponderEliminarOh si pitó de vaca
ResponderEliminarNdeah
ResponderEliminarAwante 1ro quinta
ResponderEliminar😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎😎
ResponderEliminarInglaterra
ResponderEliminarXd
ResponderEliminarOh siiiiiiiiiii kkkkk
ResponderEliminarF
ResponderEliminarF
EliminarF
EliminarF
ResponderEliminarPenes por do quier
ResponderEliminarPenas y penws
ResponderEliminarF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f F f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f F f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f F f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f F f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f F f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f F f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f fF f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f f
ResponderEliminarCabezas de pene esto es una caca
ResponderEliminarhola buen texto
ResponderEliminargracias me salvaste
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