Lo conocí el 15 de abril 1982, cuando asistí al homenaje a César
Vallejo, el poeta universal, que le hizo la Universidad Nacional de Trujillo. El poeta Gallardo dio una magistral disertación sobre la obra poética de Vallejo dejando la boca abierta del público asistente. Todos quedamos emocionados por las palabras que salieron de su boca y de su corazón del vate trujillano que logró transmitirnos el dolor que sintió Vallejo por la humanidad y que está plasmado artísticamente en sus poemas inmortales. Ese mismo día nos hicimos amigos y después me habló de su triste vida de poeta. Cada día que nos veíamos conversábamos sobre poesía. Amó mucho el arte poético. Él siempre solía decirme "Sólo el día que muera dejaré de escribir poesía". Para él la poesía era su pasión y la razón de su existir. Lo frecuenté y muchas veces me leyó sus poemas inéditos y yo también le leí mis poemas. El poeta sufrió mucho porque no podía publicar sus poemas y eso le provocó un inmenso dolor en su corazón. La poesía nos unió. Yo le admiré y le sigo admirando más que antes como persona y como un incansable obrero de la palabra. Él siempre se quejaba con una voz melancólica que en el Perú no se valora a los poetas y menos se lee poesía; pero que él se sentía inmensamente feliz de ser poeta.
Rogelio Gallardo Bocanegra fue un poeta que se adelantó a su tiempo, porque jamás lo comprendieron lo que escribió con mucho amor y dolor. Él solamente nos dejó su obra poética y todos los peruanos debemos leerla y valorarla, sólo así nos daremos cuenta el por qué de la grandiosidad del verbo del gigante de poesía trujillana.
Lima, 16 de abril de 2012. Rafael Alvarado Castillo
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