“El amor tiene un nombre” es el tercer poemario que fue publicado en año de 1995 y fue presentado en la Municipalidad de Barranco. En esta obra le rindo un homenaje póstumo a mi madre Estela Sabina Castillo Norabuena, a quién la llevo en mi corazón lleno amor y de ternura. El libro de poesía contiene quince poemas que se mecen entre el amor, la tristeza y la angustia profunda. Logro escribir poéticamente el perfil perfecto de la que me dio la vida.
Los versos que se deslizan por mi corazón de poeta me hacen inmensamente feliz y también muy triste. Cuando recuerdo la sonrisa de mamá escribo: “Tu sonrisa se parece a una orquídea deslumbrante / que brilla en mis ojos colgada de una estrella” o cuando hablo de su tristeza: “Madre, tu tristeza besa la sombra de mi lejana infancia / cuando una bella gaviota blanca volando mar adentro / se parece a la luna que camina sobre los cañaverales” . Recuerdo como si hubiera sido ayer las largas caminatas que hacía con mi madre, cuando era apenas un niño pequeño: “Caminábamos como dos viejos caballos / por aquella avenida llena de soledad / que parecía un largo espejo embrujado / donde nos asaltaba la tristeza sin piedad. / Mi madre llevaba un inmenso dolor / que no le cabía en su pecho”.
La desaparición física de mi madre, me mutiló para siempre. Sólo llevo en mi corazón de poeta el amor inmenso y una ternura indescriptible que me regaló y que no se puede comparar ni con la maravilla más grande del mundo.
CUANDO VENGA LA NOCHE
Madre, recuerdo, sacudiendo mis desganos,
la canción de tus latidos tristes
que solía oír derrumbado
en el universo de tu cálido regazo;
también tu bondad de madre, recuerdo,
que resplandecía como la luz de la luna
en las cabelleras de los árboles olvidados
donde los gorriones danzaban alborotando
el silencio del verano;
y también siento tu amor aquí en mi corazón
empolvado de melancolía
en donde Solías pasear de la mano tu tristeza
del tamaño del cielo sostenida por tus manos.
Madre, recuerdo siempre de memoria
tus besos tiernos tumbándome de gozo
en tus brazos donde me mecías dulcemente
cuando era un niño pequeño.
Cuando venga la noche coronada de silencio
sentado yo te estaré esperando, madre,
en la puerta grande de mi tristeza
y cuando llegues radiante como una estrella
me dormiré después en tu regazo
donde suele el amor de Dios esconderse.
UNA AVENIDA LLAMADA TRISTEZA
Caminábamos como dos viejos caballos.
por aquella avenida llena de soledad
que parecía un largo espejo embrujado
donde nos asaltaba la tristeza sin piedad.
Mi madre llevaba un inmenso dolor
que no le cabía en su pecho;
y yo, mi inocencia inmaculada que se dormía
en los pétalos blancos de las flores.
Una fila de pájaros que alegraban la mañana
parecía un largo hilo blanco en el aire
llevándose de los cabellos la tristeza de mamá
como si fuese un racimo de nísperos.
Por toda la avenida como una columna de humo
se levantaba la melancolía de las flores del otoño
besando la vieja tristeza viajera de mamá
como si fuese una estrella apagada.
Lima, 16 de enero de 2012. Rafael Alvarado Castillo
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