miércoles, 30 de mayo de 2012

EL CUENTO "EL CABALLERO CARMELO" Y SU COMPRENSIÓN LECTORA




EL CABALLERO CARMELO



     Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer, desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete en bellísimo caballo de paso, pañuelo en cuello que agitaba el viento, sampedrano pellón de sedosa cabellera negra, y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa.
     Reconocímosle. Era el hermano mayor que, años corridos, volvía. Salimos atropelladamente gritando:
     -¡Roberto! ¡Roberto!
     Entró el viajero al empedrado patio donde el ñorbo y la campanilla enredábanse en las columnas como venas en un brazo, y descendió en los de todos nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Tocábalo, acariciaba su tostada piel, encontrábalo viejo, triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las habitaciones rodeado por nosotros; fue a su cuarto, pasó al comedor, vio los objetos que habían comprado durante su ausencia y llegó al jardín:
     -¿Y la higuerilla?- dijo.
     Buscaba, entristecido, aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir. Reímos todos.
     -¡Bajo la higuerilla estás!...
     El árbol había crecido y se mecía armoniosamente con la brisa marina. Tocólo mi hermano, limpió cariñosamente las hojas que le rozaban la cara y luego volvimos al comedor. Sobre la mesa estaba la alforja rebosante. Sacaba él, uno a uno, los objetos que traía y los iba entregando a cada uno de nosotros. ¡Qué cosas tan ricas!  ¡Por dónde había viajado! Quesos frescos y blancos por la cintura con paja de cebada, de la quebrada de Humay; chancacas hechas con cocos, nueces, maní y almendras; frijoles colados, en sus redondas calabacitas, pintadas encima con un rectángulo del propio dulce, que indicaba la tapa, de Chincha Baja; bizcochuelos en sus cajas de papel, de yema de huevo y harina de papas, leves, esponjosos, amarillos y dulces; santitos de “piedra de guamanga” tallados en la feria serrana; caja de manjar blanco y rojo. Todos recibíamos el obsequio, y él iba diciendo al entregárnoslo:
     -Para mamá…Para Rosa…Para Jesús… Para Héctor…
     -¿Y para papá? –le interrogamos, cuando terminó:
     -Nada…
     -¿Cómo? ¿Nada para papá?...
     Sonrió el amado, llamó al sirviente y le dijo:
     -¡El “Carmelo”!
    A poco volvió éste con una jaula y sacó de ella un gallo, que, libre, estiró sus cansados miembros, agitó las alas y canto estentóreamente:
     -¡Cocorocóooo!...
     -¡Para papá! – dijo mi hermano.
     Así entró en nuestra casa este amigo íntimo de nuestra infancia ya pasada, aquí acaecería historia digna de relato; cuya memoria perdura aún en nuestro hogar como una sombra alada y triste: el “Caballero Carmelo”.

II

     Amanecía en Pisco, alegremente. A la agonía de las sombras nocturnas, en el frescor del alba, en el radiante despertar del día, sentíamos los pasos  de mi madre en el comedor, preparando el café para papá. Marchábase éste a la oficina. Despertaba ella a la criada, chirriaba la puerta de la calle con sus mohosos  goznes; oíase el canto del gallo que era contestado a intervalos por todos  los de la vecindad; sentíase el ruido del mar, el fresco de la mañana, la alegría sana de la vida. Después mi madre venía a nosotros, nos hacía rezar, arrodillados en la cama con nuestras  blancas camisas de dormir, vestíamos luego, y, al concluir nuestro tocado, se anunciaba a lo lejos la voz del panadero, llegaba éste a la puerta y saludaba. Era un viejo dulce y bueno, y hacía muchos años, al decir de mi madre, que llegaba todos los días a la misma hora con el pan calientito y apetitoso montado en un burro, detrás de los dos “capachos” de acero, repletos de toda clase de pan: hogazas, pan francés, pan de  mantecado, rosquillas…
     Mi madre escogía el que habíamos de tomar y mi hermana Jesús, lo recibía en el cesto. Marchábase  el viejo, y nosotros, dejando la provisión sobre la mesa del comedor, cubierta de hule brillante, íbamos a dar de comer a los animales. Cogíamos la mazorca de apretados dientes, las desgranábamos en un cesto y entrábamos al corral donde los animales nos rodeaban. Volaban los pájaros, picoteábanse las gallinas por el grano, y entre ellas, escabullíanse los conejos. Desde su frugal comida hacían grupo alrededor nuestro. Venía hasta nosotros la cabra, refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los pollitos; tímidamente se acercaban los conejos blancos, con sus orejas largas, sus redondos ojos brillantes y su boca de niña presumida; los patitos, recién sacados, amarillos como yema de huevo,  trepaban en un panto de agua; cantaba, desde su rincón entrabado, el “Carmelo”; y el pavo siempre orgulloso, alharaquero y antipático, hacía por desdeñarnos, mientras los patos, balanceándose  como dueñas gordas, hacían, por lo bajo, comentarios, sobre la actitud poco gentil  del petulante.
     Aquel día, mientras contemplábamos a los discretos animales, escapóse el “Pelado”, un pollón sin plumas, que parecía uno de aquellos jóvenes de 17 años, flacos y golosos; pero el “Pelado” a más de  eso era pendenciero y escandaloso, y aquel día, mientras la paz era en el corral, y los otros comían el modesto grano, él en pos de mejores viandas, habíase encaramado en la mesa del comedor y roto varias piezas de nuestra limitada vajilla.
     En el almuerzo tratóse de suprimirlo; y cuando mi padre supo sus fechorías, dijo pausadamente:
     -Nos lo comeremos el domingo…
     Defendiólo  mi tercer hermano, Anfiloquio, su poseedor, suplicante y lloroso. Dijo que era un gallo que haría crías espléndidas. Agregó que desde que había llegado el “Carmelo” todos miraban mal al “pelado”, que antes era la esperanza del corral y el único que mantenía la aristocracia de la afición y de la sangre fina.
     -¿Cómo no matan –decía en defensa del gallo- a los patos que no hacen más que ensuciar el agua, ni al cabrito que el otro día aplastó un pollo, ni al puerco que todo lo enloda y sólo sabe comer y gritar, ni a las palomas que traen mala suerte?...
     Se adujo razones. El cabrito era un bello animal, de suave piel, alegre simpático, inquieto, cuyos cuernos apenas apuntaban; además no estaba comprobado que hubiera muerto el pollo. El puerco  mofletudo había sido criado en casa desde pequeño.  Y las palomas con sus alas de abanico, eran la nota blanca, subíanse a la cornisa a conversar en voz baja, hacían sus nidos con amoroso cuidado y se sacaban el maíz del buche para darlo a sus polluelos.
     El pobre “Pelado” estaba condenado. Mis hermanos pidieron que se le perdonase, pero las roturas eran valiosas y el infeliz sólo tenía un abogado, mi hermano y su  señor, de poca influencia. Viendo ya perdida su defensa y estando la audiencia al final, pues iba a partir la sandía, inclinó la cabeza. Dos gruesas lágrimas cayeron sobre el plato, como un sacrificio, y un sollozo se ahogó en su garganta. Callamos todos. Levantóse mi madre, acercóse al muchacho, lo besó en la frente, y le dijo:
     -No llores, no nos lo comeremos…
III
Quien sale de Pisco, de la plazuela sin nombre, salitrosa y tranquila, vecina a la Estación y torna por la calle de Castillo que hacia el sur se alarga, encuentra al terminar, una plazuela pequeña, donde quemaban a judas el Domingo de Pascua de Resurrección, desolado lugar en cuya arena verdeguean a trechos las malvas silvestres. Al lado del Poniente, en vez de casas, extiende el mar su manto verde, cuya espuma teje complicados encajes al besar  la orilla.
     Termina en ella  el puerto,  y, siguiendo hacia el sur, se va por estrecho y arenoso camino, teniendo a la diestra el mar  y a la izquierda mano angostísima faja, ora fértil, ora  fecunda, pero escarpada entrada vigilan, de trecho en trecho, una que otra palmera desmedrada, alguna higuera nervuda y enana y los toñuces siempre coposos y frágiles. Ondea en el terreno la “hierba del alacrán” verde y jugosa al nacer, quebradiza en sus mejores días, y en la vejez, bermeja como sangre de buey. En el fondo del desierto, como si  temieran su silenciosa aridez, las palmeras únense en pequeños grupos, tal como lo hacen los peregrinos al cruzarlo y,  ante el peligro, los hombres.
     Siguiendo el camino, divísase en la costa, en la borrosa y vibrante vaguedad marina., San Andrés de los Pescadores, la aldea de sencillas gentes, que eleva sus casuchas entre la rumorosa orilla y el estéril desierto. Allí las palmeras se multiplican y las higueras dan sombra a los hogares, tan plácida y fresca, que parece que no fueran malditas del buen Dios, o que su maldición hubiera caducado; que bastante castigo recibió la que sostuvo en sus ramas al traidor, y de todas sus flores dan fruto que al madurar revienta.
     En tan peregrina aldea. De caprichoso plano, levántase las casuchas de frágil caña y estera leve, junto a las palmeras que a la puerta vigilan; limpio y brillante, reposando en la arena blanda sus caderas amplias, duerme a la puerta, el bote pescador, con sus velas plegadas, sus remos tendidos como tranquilos brazos que descansan, entre los cuales yacen con su muda y simbólica majestad, el timón grácil, la calabaza que “achica” el agua mar afuera y las sogas retorcidas como serpientes que duermen. Cubre, piadosamente, la pequeña nave, cual blanca mantilla, la pescadora red circundada de caireles de liviano corcho.
     En las horas del mediodía, cuando el aire en la sombra invita al sueño, junto a la nave, teje la red el pescador abuelo; sus toscos dedos anudan el lino que ha de enredar al sorprendido pez; raspa la abuela el plateado lomo de los que la víspera trajo la nave; saltan al sol; como chispas, las escamas, y el perro husmea en los despojos. Al lado, en el corral que cercan enormes huesos de ballena, trepan los chiquillos desde la orilla; mientras, bajo la ramada, el más fuerte pule el remo; la moza, fresca y ágil, saca agua del pozuelo y las gaviotas alborozadas recorren la mansión humilde dando gritos extraños.


     Junto al bote, duerme el hombre del mar, el fuerte mancebo embriagado por la brisa caliente y por la tibia emanación de la arena, su dulce sueño de justo, con el pantalón corto, las musculosas pantorrillas cruzadas, y en cuyos duros pies de redondos dedos, piérdense, como escamas, las diminutas uñas. La cara tostada por el aire y el sol, la boca entreabiertas  que deja pasar la respiración tranquila, y el fuerte pecho desnudo que se levanta rítmicamente, con el ritmo de la vida, el más armonioso que Dios ha puesto sobre el mundo.
     Por las calles no transitan al mediodía las personas y nada turba la paz en aquella aldea, cuyos habitantes no son más numerosos que los dátiles de sus veinte palmeras. Iglesia ni cura había en mi tiempo. Las gentes de San Andrés, los domingos, al clarear el alba, iban al puerto, con los jumentos cargados de corvinas frescas y luego en la capilla cumplían con Dios. Buenas gentes, de dulces rostros, tranquilo mirar, morigeradas y sencillas, indios de la más pura cepa, descendientes remotos y ciertos de los hijos del Sol, cruzaban a pie todos los caminos, como en la Edad Feliz del Inca atravesaban en caravana inmensa la costa para llegar al templo y oráculo del buen Pachacámac, con la ofrenda en la alforja, la pregunta en la memoria y la fe en el sencillo espíritu.
     Jamás riña alguna manchó sus claros anales; morales y austeros, labios de marido besaron siempre  labios de esposa; y el amor, fuente inagotable de odios y maldecires, era, entre ellos, tan normal y apacible como alguno de sus pozos. De fuertes padres, nacían sin comadronas rozagantes muchachos, en cuyos miembros la piel hacía gruesas arrugas; aires marinos henchían sus pulmones, y crecían sobre la arena caldeada, bajo el sol ubérrimo, hasta que aprendían a lanzarse al mar y manejar los botes de piquete que zozobrando en las olas, les enseñaban a domeñar la marina furia.
     Maltones, musculosos, inocentes y buenos, pasaban su juventud hasta que el cura de Pisco unía a las parejas que formaban un nuevo nido, compraban un asno y se lanzaban a la felicidad, mientras las tortugas centenarias del hogar paterno veían desenvolverse, impasibles, las horas; filosóficas, cansadas y pesimistas, mirando con llorosos ojos desde la playa, el mar, al cual no intentaban volver nunca; y al crepúsculo de cada día lloraban , pero, hundido el sol, metían la cabeza bajo la concha poliédrica y dejaban pasar la vida llenas de experiencia, sin fe, lamentándose siempre de perenne mal, pero inactivas, inmóviles, infecundas y solas…
                                                IV                                                             
     Esbelto, magro, musculoso y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo altivo, caballeroso, justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada cresta de encendido color, ojos vivos y redondos, mirada fiera y perdonadora, acerado pico agudo. La cola hacía un arco de plumas tornasoles, su cuerpo de color carmelo avanzaba en el pecho audaz y duro. Las piernas fuertes que estacas  musulmanas y agudas defendían, cubiertas de escamas, parecían las de un armado caballero medieval.
     Una tarde mi padre, después del almuerzo, nos dio la noticia. Había aceptado una apuesta para la jugada de gallos de San Andrés, el 28 de Julio. No había podido evitarlo. Le habían dicho que el Carmelo, cuyo prestigio era mayor que el del alcalde, no era un gallo de raza. Molestóse mi padre. Cambiáronse frases y apuestas y aceptó. Dentro de un mes toparía el “Carmelo” con el “Ajiseco” de otro aficionado, famoso gallo vencedor, como el nuestro, en muchas lides singulares. Nosotros recibimos la noticia con profundo dolor. El “Carmelo” iría a un combate y a luchar a muerte, cuerpo a cuerpo con un gallo más fuerte y más joven. Hacía ya tres años que estaba en casa, había él envejecido mientras crecíamos nosotros. ¿Por qué aquella crueldad de hacerlo pelear?
     Llegó el terrible día. Todos en casa estábamos tristes. Un hombre había venido seis días seguidos a preparar al “Carmelo”. A nosotros ya no nos permitían  ni verlo. El 28 de Julio, por la tarde, vino el preparador y de una caja llena de algodones sacó una media luna de acero con unas pequeñas correas: era la navaja, la espada del soldado. El hombre la limpiaba, probándola en la uña, delante de mi padre. A los pocos minutos, en silencio, con una calma trágica, sacaron al gallo que el hombre cargó en sus brazos como a un niño. Un criado llevaba la cuchilla y mis dos hermanos le acompañaron.
    -¡Qué crueldad! –dijo mi madre.
     Lloraban mis hermanas, y la más pequeña, Jesús, me dijo en secreto antes de salir:
     -Oye anda junto con él…Cuídalo…¡Pobrecito!...
      Llevóse las manos a los ojos, echóse a llorar y yo salí precipitadamente, y hube de correr unas cuadras para poder alcanzarlos.                          
      Llegamos a San Andrés. El pueblo estaba de fiesta. Banderas peruanas agitábanse sobre las casas por el día de la Patria, que allí sabían celebrar con una gran jugada de gallos a la que solían ir todos los hacendados y ricos hombres del valle. En ventorrillos, a cuya entrada había arcos de sauce envueltos en colgadura, y de los cuales pendían alegres quitasueños de cristal, vendían chicha de bonito, butifarras y pescado fresco, asado en brasas y anegado en cebollones y vinagre. El pueblo los invadía, parlanchín y endomingado con sus mejores trajes. Los hombres de mar lucían  camisetas nuevas de horizontales  franjas rojas y blancas, sombreros de junco, alpargatas y pañuelos anudados al cuello.
     Nos encaminamos a la “cancha”. Una frondosa higuera daba acceso al circo, bajo sus ramas enarcadas. Mi padre, rodeado de algunos amigos, se instaló. Al frente estaba el juez y a su derecha el dueño del paladín Ajiseco. Sonó una campanilla, acomodáronse las gentes y empezó la fiesta. Salieron por lugares opuestos dos hombres, llevando cada uno un gallo. Lanzáronlos al ruedo con singular ademán. Brillaron las cuchillas, miráronse los adversarios, dos gallos de débil contextura, y uno de ellos cantó. Colérico respondió el otro echándose al medio del circo; miráronse fijamente; y alargaron los cuellos, erizadas las plumas, y se acometieron. Hubo ruido de alas, plumas que volaron, gritos de la muchedumbre y, a los pocos segundos de jadeante lucha, cayó uno de ellos. Su cabecita afilada y roja besó el suelo, y la voz del juez:
   -¡Ha enterrado el pico, señores!
    Batió las alas el vencedor. Aplaudió la multitud enardecida, y ambos
gallos, sangrando, fueron sacados del ruedo. La primera jornada había terminado. Ahora entraba el nuestro: el “Caballero Carmelo”. Un rumor de expectación vibró en el circo:
  -¡El Ajiseco y  Carmelo!
  -¡Cien soles de apuesta!...
    Sonó la campanilla del juez y yo empecé a temblar.
     En medio de la expectación salieron los dos hombres, cada uno con su gallo. Se hizo un profundo silencio y soltaron a los dos rivales. Nuestro “Carmelo” al lado del otro era un gallo viejo y achacoso; todos apostaban al enemigo, como augurio de que nuestro gallo iba a morir. No faltó aficionado que anunciara el triunfo del “Carmelo, pero la mayoría de las apuestas favorecía al adversario. Una vez frente al enemigo, el “Carmelo” empezó a picotear, agitó las alas y cantó estentóreamente. El otro, que en verdad no parecía un gallo fino de distinguida sangre y alcurnia, hacía cosas tan petulantes cuan humanas; miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha. Enardeciéronse los ánimos de los adversarios, llegaron al centro y alargaron sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno. El Ajiseco dio la primera embestida; entablóse la lucha; las gentes presenciaban en silencio la singular batalla y yo rogaba a la Virgen que sacara con bien a nuestro viejo paladín.
     Batíase él con todos los aires de un experto luchador, acostumbrado a las artes azarosas de la guerra. Cuidaba poner las patas armadas en el enemigo pecho, jamás picaba  a su adversario, -que tal cosa es cobardía- mientras que éste, bravucón y necio, todo quería hacerlo a aletazos y golpes de fuerza. Jadeantes, se detuvieron un segundo. Un hilo de sangre corría por la pierna del “Carmelo”. Estaba herido, mas parecía no darse cuenta de su dolor. Cruzáronse nuevas apuestas a favor del Ajiseco y las gentes felicitaban ya al poseedor del menguado. En su nuevo encuentro, el “Carmelo” cantó, acordándose de sus tiempos y acometió con tal furia que desbarató al otro de un solo impulso. Levantóse éste y la lucha fue cruel e indecisa. Por fin, una herida grave hizo caer al “Carmelo”, jadeante.
     -¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! –gritaron sus partidarios creyendo ganada la prueba.
     Pero el juez, atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de cánones, dijo:
     -Todavía no ha enterrado el pico, señores!
     En efecto, incorporóse el “Carmelo”. Su enemigo, como para humillarlo, se acercó a él, sin hacerle daño. Nació entonces, en medio del dolor  de la caída, todo el coraje de los gallos de Caucato. Incorporado el “Carmelo”, como un soldado herido, acometió de frente y definitivo sobre su rival, con una estocada que lo dejó muerto en el sitio. Fue entonces cuando el “Carmelo”, que se desangraba se dejó caer, después que el Ajiseco había enterrado el pico. La jugada estaba ganada y un clamoreo incesante se levantó en la cancha. Felicitaron a mi padre por el triunfo y, como esa era la jugada más interesante, se retiraron del circo, mientras resonaba un grito entusiasta:
   -¡Viva el “Carmelo”!
     Yo y mis hermanos lo recibimos y lo conducimos a casa, atravesando por la orilla del mar el pesado camino y soplando aguardiente bajo las alas del triunfador que desfallecía.
V
     Dos días estuvo el gallo sometido a toda clase de cuidados. Mi hermana Jesús y yo le dábamos maíz, se lo poníamos en el pico, pero el pobrecito no podía comerlo ni incorporarse. Una gran tristeza  reinaba en la casa. Aquel segundo día, después del colegio, cuando fuimos yo y mi hermana a verlo, lo encontramos tan decaído que nos hizo llorar. Le dábamos agua con nuestras manos, le acariciábamos, le poníamos en el pico rojo granos de granada. De pronto el gallo se incorporó. Caía la tarde y, por la ventana del cuarto donde estaba entró la luz sangrienta del crepúsculo. Acercóse a la ventana, miró la luz, agitó débilmente las alas y estuvo largo rato en la contemplación del cielo. Luego abrió nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse y cantó. Retrocedió unos pasos, inclinó el tornasolado cuello sobre el pecho, tembló, desplomóse, estiró sus débiles patitas escamosas y, mirándonos, mirándonos amoroso, expiró apaciblemente.
    Echamos a llorar. Fuimos en busca de mi madre, y ya no lo vimos más. Sombría fue la comida aquella noche. Mi madre no dijo una sola palabra y, bajo la luz amarillenta del lamparín, todos nos mirábamos en silencio. Al día siguiente, en el alba, en la agonía de las sombras nocturnas, no se oyó su canto alegre.
     Así pasó  por  el  mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra niñez: el Caballero Carmelo, flor y nata de paladines y último vástago de aquellos gallos de sangre y raza, cuyo prestigio unánime fue el orgullo, por muchos años, de todo el verde y fecundo valle de Caucato.  
                                                                   (Abraham Valdelomar)                                                         

VOCABULARIO:
acaecer: ocurrir, suceder
acerado: de acero; fuerte
achacoso: viejo, enfermizo
agallas: bronquios de los peces
alada: que tiene ala
alba: la primera luz del día, amanecer
alcurnia: linaje, ascendencia
alforja: bolsón para llevar provisiones para el viaje
alpargata: calzado de tela
anales: historia por años
anegado: ahogado
apaciblemente:  tranquilamente
aridez:  sequedad
aristocracia: nobleza
augurio: predecir, pronosticar
austero: severo, rígido
bermejo: rubio, rojizo
azaroso: peligroso, arriesgado, riesgoso
butifarra: emparedado con jamón, lechuga y ají
caducado: terminado, acabado
caldeada: calentada
campanilla: timbre
cánones:  preceptos, reglas
capacho: canasto grande
Carmelo: de color rojo encendido
cesto:  canasta grande
clamoreo: griterío
comadrona: partera o mujer de edad y experta para realizar un parto.
cornisa:  adorno que sobresale  en parte alta de una cornisa.
crepúsculo:  amanecer
cresta: carnosidad roja que tiene sobre la cabeza el gallo  y alguna otras aves
chancaca: dulce compacto de azúcar
chirriaba: sonaba ruidosamente, rechinaba
desdeñar: tratar con desdén o menosprecio  a una persona o cosa.
desmedrado: débil, delgado
divisó:  miró, vio
domeñar: domesticar
empedrado: de piedra
encaramado: alzado,  elevado, levantado
enardecido:  excitado, encendido, entusiasmado
endomingado: dominguero
enseñorearse adueñarse, apoderarse, dominar.
entrabado:  atado, amarrado
escabullirse: escaparse
esbelto:  apuesto, airoso
estacas: palos con puntas.
estentóreamente: ruidosamente
expectación: expectativa, atención
frágil: delicado, quebradizo
frijol colado: dulce espeso a base de frijol
frondoso: abundante de hojas y ramas, coposo
frugal: escaso
goznes: bisagras
hidalgo: persona  que por su sangre es de una clase noble y distinguida.
higuera: árbol  de mediana altura,  de hojas grandes y verdes.
higuerilla: variedad de higuera
henchido: lleno, repleto
hogaza: pan grande
impasible: incapaz de padecer
incorporarse: levantarse, ponerse de pie
jadeante: sofocado
jumento: burro
junco: planta con tallos de seis u ocho decímetro de largo de color verde
lides: peleas, luchas, combates
magro:  flaco, delgado
malvas silvestres:  plantas salvajes
mancebo: joven fuerte
mazorca: choclo
menguado: cobarde
mofletudo: cachetudo, gordo
mohoso: herrumbre, orín
musulmana: mahometana. Islámica
ñorbo: flor pequeña y olorosa
paladín:  campeón,  líder
panto: vasija que sirve para bañar animales
parlanchín: charlatán,  hablador
pellón: cobertor de piel que va en la silla de montar
pendenciero: violento, belicoso
pendían: que colgaban
perdurar: durar, subsistir
peregrino: caminante, viajero
petulante: soberbio, orgulloso
picar espuelas: hundirlas en la cabalgadura para tomar una dirección.
piedra de Guamanga:  especie de alabastro procedente del lugar que le da            
                                       nombre.
plazoleta: plazuela
poniente:  ocaso, occidente.
provisión: alimento
quitasueños: adorno móvil y sonoro
rebosante: repleto, lleno
rozagante: saludable, lleno de vida, sano
rumor: voz que corre entre el público,  ruido confuso de voces.
sampedrano pellón:  pellón fabricado en San Pedro, caserío de Ica.
sedoso: brillante como seda
sombrío: melancólico, taciturno,  tenebroso
teja: dulce relleno de la región de Ica
tocado: arreglo personal
toñuz: arbusto de la costa
tornar:  voltear
traba: soga para atar de la pata a los gallos
ubérrimo: muy abundante, fértil.
vástago:  persona descendiente de otra.
ventorrillos: kioscos
verdeguear: tomar color verde
unánime:  general, total

 COMPRENSIÓN LECTORA
1.- ¿Quién regresó a casa después de una larga ausencia?
2.- ¿Qué  lugares recorrió el personaje  cuando estuvo en casa,   después que volvió de muchos años alejado de ella?
3.- ¿Cómo halló la  madre de Abraham  a su hijo viajero?
4.- ¿Qué sembró en el patio de la casa antes de partir a lugares  lejanos?
5.- ¿Qué cosas trajo el hermano mayor para los miembros de la familia?
6.- ¿Qué le trajo el hijo a su padre?
7.- ¿Qué labor desempeñaba la mamá de Roberto en la casa?
8.- ¿Cómo era el Pelado?
9.- ¿Qué travesuras hizo el  Pelado?
10.-¿Qué argumentó Anfiloquio en defensa del Pelado?
11.-¿Qué razones expuso Anfiloquio para matar a los otros animales que había en la granja?
12.- ¿Cómo era el Carmelo?
13.- ¿Qué noticia dio el padre a la familia después del almuerzo?
14.- ¿Cómo era el gallo, el Ajiseco?
15.- ¿Por qué  recibieron la familia la noticia con mucho dolor y preocupación
16.- ¿Qué celebraban en San Andrés?
17.- ¿Cómo fueron los primeros  instantes de la pelea entre el Carmelo y el Ajiseco?
18.- ¿Por qué el juez no dio por finalizada la pelea cuando cayó el Carmelo?
19.- ¿Cómo ganó el Carmelo?
20.- ¿Cómo termina el cuento?


                 Lima, 16 de junio de 2012.                  Rafael Alvarado Castillo


Fin

***



PROMOCIÓN DE LAS OBRAS DE RAFAEL ALVARADO CASTILLO

 Plan lector
Señor (a)  profesor (a): Presento a vuestra consideración  estas  tres  obras para ser leídas en el aula dentro del marco de Plan lector. Aquí un breve argumento de cada uno:

“A C O” (El diario de un niño escolar)

A C O” es una obra autobiográfica de Rafael Alvarado Castillo que narra las vivencias escolares de un niño que cursaba el cuarto año de primaria en el Colegio  fiscal San Diego de Surquillo a fines de la década del 60. Fueron días inolvidables que pasó con sus compañeros del colegio y del barrio. La obra literaria que influyó mucho para escribir “A C O” fue “CORAZÓN” del escritor  italiano Edmundo de Amicis. También la lectura de otras como “Oliver Twist” y “David Cooperfield” de Charles Dickins, “Tom  Saywer” de Mark Twain, y “Mi planta de naranja-Lima” de José Mauro de Vasconcelos, ayudaron al escritor  y contribuyeron a la cristalización de su obra.

 “EL ÁGUILA”

“El águila” es una novela motivadora que trata de darle optimismo, perseverancia y coraje  al lector para que pueda vencer todos los obstáculos que se le presenten en su vida. El optimismo es un elemento vital que todo hombre debe poseer para tener un espíritu de superación. Una persona optimista tiene más posibilidades de alcanzar el éxito que el  hombre pesimista. Esta obra trata la historia de un hombre que quiere cristalizar su sueño más ansiado: ser un famoso escritor. Él lucha incansablemente con sacrificio y con amor para que su sueño se haga realidad.

“EL AMOR MÁS HERMOSO DEL MUNDO”  
               
“El Amor más hermoso del mundo” es una obra que hace reflexionar al hombre que  odia y que el amor va a jugar un papel importante en la vida del hombre.  Martín Benavides es un joven ingeniero  que nunca conoció el amor. Durante su niñez vivió entre la soledad, la indiferencia y la falta de amor. Su padre, un negociante viudo, nunca le dio amor cuando más lo necesitaba. Martín, cuando llegó a ser un joven, su corazón se puso duro como una roca y en su corazón         solamente había espacio para el odio, la avaricia y la venganza. Después, se casó con una bella dama que le dio tres hermosos hijos, a  quienes negó el amor tal como su padre le negó a él. Es una historia triste y llena de dolor, pero con final feliz, ya que de joven Martín descubre el amor más hermoso del mundo que le  cambió su vida y la de su familia.

Informes y pedidos: rafaelalvaradoAC@hotmail.com
Visitanos en: http://wwwelaguila-alvarado.blogspot.com/

viernes, 18 de mayo de 2012




ANÁLISIS  LITERARIO DE  “LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS”

I.-  DATOS DE LA OBRA

a.- TÍTULO DE LA OBRA: “Los gallinazos sin pluma”
b.- AUTOR: Julio Ramón Ribeyro
c.- ESCUELA LITERARIA AL QUE PERTENECE EL AUTOR:
      El escritor Julio Ramón Ribeyro pertenece a la escuela literaria.
d.- ÉPOCA: Contemporánea
e.- GÉNERO LITERARIO: Narrativo
f.- ESPECIE LITERARIO: Cuento
g.- LOCALIZACIÓN:
      “Los gallinazos sin plumas” pertenece al libro de cuentos que lleva el mismo nombre del cuento.
h.- FORMA DE EXPRESIÓN:
      “Los gallinazos sin plumas” está escrito en prosa.
i.- ESTRUCTURA: El cuento "Los gallinazos sin plumas" es corto que contiene  siete secciones.

II.- DATOS DEL AUTOR

a.- BIOGRAFÍA DEL AUTOR: Julio Ramón Ribeyro
     Nació el 31 de agosto de 1929. Sus padres fueron Julio Ramón Ribeyro y doña Mercedes Zúñiga.   Durante la infancia vivío en el distrito de Santa Batriz, posteriormente se va a vivir a Santa Cruz, Miraflores. La primaria y secundaria los hace en el colegio Champagnat de la pituquería miraflorina. Desde niño leía libros de cuentos y en su juventud fue un gran lector de obras clásica de la literatura universal. En 1946 ingresó a la Pontificia Universidas Católica del Perú para seguir estudios de Letras y de Leyes. Rn 1952, dejó los estudios de Derecho porque ganó una beca de Periodismo en Madrid (España). En 1953, al caducar loa beca, viajó a a la Ciudad Luz, París (Francia) para preparar su tesis de Licenciatura sobre literatura francesa en la universidad La Sorbona. Entre 1955 y 1956 radicó en Munich. En 1957 regresó a París.  En 1958, volvió de nuevo a Alemania y ese mismo año regresó a la ciudad de Lima y después viajó a Ayacucho donde ejercició la cátedra universitaria en la histórica Universidad Nacional de San Cristobal de Huamanga. El escritor Ribeyro, que era un viajero incansable, regresó nuevamente a París, donde hizo periodismo por muchos años en la Agencia Francese Press. En ese año fue Agregado Cultural en la Embajada Peruana de París. Fue también Consultor Cultural y Embajador del Perú ante la UNESCO. Posteriorme contrajo matrimonio con la dama miraflorina Alida Cordero. En 1983, ganó el Premio Nacional de Literatura y posterior el Premio Nacional de Cultura. El 4 de diciembre falleció el más exponente del cuento peruano con cáncer al pulmón. Póstumamente ganó el Premio Internaciona Juan Rulfo.
b.- Producción literaria:
      El escritor Julio Ramón Ribeyro tiene una fecunda obra literaria:
*1955:"Los gallinazos sin plumas"
*1955: "Cuentos de circunstancias"
*1964: "Las botellas y los hombres"
*1964: "Tres historias sublevantes"
*1972: "Los cautivos"
* 1972: "El próximo mes me nivelo"
*1973: "La palabra del mudo"
*1977: "Silvio en el rosedal"
*1987:"sólo para fumadores"
*199 2: "Relatos santacrucinos"
*1995:"Ribeyro, la palabra inmortal"
*1960: "Crónica de San Gabriel"
*1965: "Los geniecillos dominicales"
*1976: "Cambio de guardia"

III.- ANÁLISIS DE LA OBRA LITERARIA

1.- ANÁLISIS LITERARIO DEL CONTENIDO O FONDO
A.- LOS PERSONAJES
a.- Personajes principales:
    - Efraín y Enrique,  nietos del abuelo don Santos, que viven en un corralón de Miraflores donde hay mucha pobreza. Ellos son niños indefensos que no tienen quien los defiendan de los abusos desmendidos de su abuelo. Efraín y Enrique simbolizan a los "gallinazos sin plumas" a aquellas  aves rapaces que andan buscando alimentos en los muladares.
    -Don Santos, hombre de edad avanzada que tiene pata de palo. Se caracteriza por su perversidad y por ser colérico. La ambición corroe su alma y no siente amor por sus desamparados nietos, a quienes explota sin piedad. Lo único que piensa es hacer engordar al hambriento puerco llamado Pascual para venderlo a un buen precio, a costa de la vida de sus nietos. Para Ribeyro, el abuelo simboliza el capitalistismo, el sistema que explota vilmente a los pobres obreros.
b.-Personajes secundarios:
    -Pascual, puerco hambriento, que viene a ser la representación de la sociedad de consumo del capitalismo en descomposición.
    -Pedro,  perro  chusco y medio sarnoso que encontró Enrique en el basural. El  animal es devorado por el cerdo Pascual.
B.- ESCENARIOS
     Las acciones de la obra  se desarrollan en la casa de don Santos donde se encuentra el chiquero donde vive el cerdo llamado Pascual y en el muladar donde Enrique y Efraín van a recoger comida para el hambriento chancho.

C.- LAS ACCIONES
      Las acciones más importantes del cuento “Los gallinazos sin plumas”  son:
     - Efraín y Enrique salen con sus latas vacías a buscar alimentos descompuestos para el marrano Pacual en los cubos de una larga calle miraflorina.
     - Efraín se corta con vidrio la planta del pie y al día siguiente tiene el pie hinchado y así va al mulada a traer la comida para el chancho con su hermano .
     - Enrique tiene que ir solo al muladar llevando dos latas vacías porque Efraín no puede caminar. Al regresar al corralón encuentra un perro al que le pone el nombre de Pedro.
     - Un día, el niño Enrique anamece con mucha fiebre y el abuelo le obliga que vaya al muladar y cuando regresa al corralón se encuentra con la ingrata sorpresa de su perrito Pedro fue devorado por el puerco Pascual.
     - Enrique discute acaloradamente con su perverso abuelo por la muerte de su pedro abuelo y cuando éste retrocede cae de espaldas al chiquero desatándose una feroz batalla con rl Pascual.
D.-  EL TIEMPO
        El autor escribe el cuento utilizando el tiempo presente y el pasado.
        Tiempo presente:
       -  "Después de una rigurosa selección regresan la basura al cubo y se lanzan sobre el próximo". No conviene demorarse mucho porque el enemigo siempre está al acecho. A veces son sorprendidos por las sirvientes y tienen que huir dejando regado su botín"
        Tiempo pasado:
       - "Ellos huían hacia el emparrado con las orejas ardiendo de los pescozones, mientras el viejo se arrastraba hacia el chiquero"
       - "Al comenzar el tiempo de invierno  estaba convertido en una especie de monstruo insaciable. Todo le parecía poco y don Santos se vengaba en sus nietos del hambre del animal"
       E.- EL TEMA
a.- El tema central:
      El cuento se desarrolla alrededor del tema central: el maltrato y la  explotación infantiles.    A lo largo de la obra literaria se puede percibir el conflicto  de violencia que viven los dos niños Enrique y Efraín con el abusivo abuelo don Santos
b.- Temas secundarios:
     Los temas secundarios de la obra son:
   - El abandono infantil
   - La imjusticia social
   - La violencia contra los niños.
F.- EL ARGUMENTO
     En el cuento"Los gallinazos sin plumas", el escritor Julio Ramón Ribeyro cuenta la historia triste de los niños huérfanos, Efraín y Enrique, que son vilmente explotados por ambicioso y cruel abuelo don Santos. El hombre de setenta años y con pie de palo explota a sus  nietos pequeños    para que consigan en latas  o cubos alimentos  podridos en el muladar  para su engreído puerco Pascual. La ambición del abuelo es engordar al cerdo para venderlo a un buen precio. Un día, Efraín pisó un vidrio, cortándose la planta del pie y después tuvo fiebre. Entonces, Enrique trabajó solo en el muladar llenando los cubos de desperdicios alimenticios y cuando regresó al corralón,  encontró un perro chusco y medio sarnoso y lo llevó para hermano Efraín. Un día llegó el invierno y Enrique se enfermó. El abuelo se preocupó mucho porque sus nietos se habían enfermado y  no había nadie que trajera alimentos para el marrano. El abuelo se fue a la calle más de una vez para conseguir alimentos para su engreído Pascual; pero fracasando. Al cabo de unos días, el abuelo desesperado por los tremendos gritos que metía el Pascual de hambre, levantó a golpes a sus nietos para que fueran al muladar a recoger despedicios alimenticios. Como Efraín no podía levantarse, Enrique salió solo a la calle con dirección al muladar llevando los cubos. Al regresar al corralón con los cubos repletos de alimentos podridos, buscó a su perro y se dio con la ingrata sorpresa de que el Pascual devoraba a Pedro. Entonces, Enrique discutió con su abuelo; éste resbaló de espaldas y cayó al chiquero. Los hermanitos huyeron del corralón.

G.- EL RESUMEN
     Don Santos se levanta temprano y llama a Efraín y Enrique para que traigan la comida para el cerdo hambriento del Pascual. Los niños se despiertan y salen corriendo a la acequia del corralón. Después de lavarse la cara, agarra cada uno su lata vacía y salen a la calle. En el camino se detienen, subiéndose a los árboles para arrancar y comer moras o recogiendo piedras. Cuando terminan de jugar, se dirigen con sus cubos vacíos a una larga calle miraflorina donde hay casas elegantes. Los dos muchachos, después de un breve descanso, comienzan su faena. Cada niño elige una acera de la larga calle, donde los cubos de basura se encuentran alienados delante de las puertas. Efraín y Enrique voltean los cubos de basura y empiezan a realizar una exploración minuciosa, encontrando una serie de cosas como algodones usados, latas de sardinas, pericotes muertos, pedazos de pan. A ellos les interesa solamente los alimentos descompuestos. Las latas vacías se van llenando de tomates podridos, pedazos de sebo y verduras en descomposición. Después  de una rigurosa selección, los niños regresan  la basura al cubo y de inmediato se lanzan sobre el siguiente cubo. Al finalizar la faena diaria, Efraín y Enrique regresan al corralón llevando los alimentos para Pascual. Cuando la provisión de alimentos era buena, el abuelo se alegraba; pero cuando la ración alimenticia para el hambriento porcino era pobre, el perverso anciano insultaba y maltrataba a sus nietos.
      El chancho Pascual, al empezar el invierno, se transformaba en una especie de monstruo insaciable. El perverso abuelo estaba muy preocupado por su animal hambriento. Entonces, le hacía levantar más temprano a sus pequeños nietos para que  fueran al muladar que se hallaba al borde del mar. "Allí encontrarán más cosas. Será más fácil además porque todo está junto", les decía. Un día domingo, Efraín y Enrique después de realizar una complicada faena, regresaron a la casa de don Santos con los cubos llenos de alimentos podridos. El abuelo lleno de contentura alabó el gran trabajo que hicieron sus nietos y les dijo "Habrá que repetir esto dos o tres veces por semana". Un día, Efraín cuando caminaba en el muladar regresando a casa, pisó un vidrio haciéndose una pequeña herida en la planta del pie. Al siguiente día, el niño Efraín tenía el pie inflamado; pero así continuó con su faena diaria. Al regresar al corralón con su hermano Enrique ya no podía andar. El abuelo no se dio cuenta   de que su nieto tenía el pie hinchado porque estaba negociando la venta del cerdo con un hombre gordo. Dentro de veinte o treinta días regresaría el hombre  para comprar al marrano, pero éste debería estar bien gordo. Este compromiso comercial le puso nervioso e irritable al viejo ambicioso.  Entonces, dijo a sus nietos que tenían que trabajar mucho para aumentar la ración alimenticia de Pascual. A la mañana siguiente, Efraín no pudo levantarse porque tenía el pie infectado; pero el abuelo después de examinarlo le dijo fríamente que se lave el pie en la acequia y que se envuelva con trapo. Don Santos se quejó de que era un pobre viejo inválido con setenta años y que todavía trabajaba. Entonces, Efraín salió con su lata vacía apoyado en el hombro de Enrique. Media hora después regresaron con las latas casi vacías. Enrique le  dijo muy preocupado a su abuelo que su hermano no podía andar porque se encontraba medio cojo. El viejo completamente fuera de sí,  lo llevó a su cuarto y le dijo "¡Los enfermos a la cama! ¡A podrise  en el colchón!". Enrique tuvo que la hacer la faena diaria de su hermanito y salió a la calle  dos latas vacías.  Cerca del  mediodía regresó con las dos latas llenas de alimentos descompuestos para Pascual y también trajo del muladar un perro escuálido y casi sarnoso  que le puso el nombre de Pedro. Don Santos al ver el animal en su casa quiso botarlo a la calle; Enrique le amenazó diciéndole que si  él se va yo también me voy. El abuelo se detuvo y Enrique aprovechó para decirle que el perro no come casi nada y además me ayudará muchopara conseguir más alimentos para el chancho pòrque tiene un buen olfato para la basura y conoce muy bien el muladar. Don Santos después de reflexionar aceptó que el perro vagabundo se quedara en casa porque le convenía. Enrique, cuando entró a su cuarto, encontró a su hermano  lleno de sudor y que se revolcaba de dolor en el viejo colchón. Le regaló el perro a su hermano Efraín para que lo acompañara.

    A la mañana siguiente la situación se complicó porque Enrique amaneció resfriado. El malvado abuelo estaba muy preocupado porque sintió estornudar a su nieto Enrique y presentía una catástrofe. Si Enrique  se enfermaba ¿quién traería los alimentos para su engreído Pascual?.  El cerdo se puso insoportable porque su ha´mbre crecía más y más. Al segundo día, Enrique no pudo levantarse  del colchón porque su cuerpo ardía de fiebre. El abuelo al enterarse  que se encontraba mal su nieto montó en cólera diciendo "Abusan de mí porque no puedo andar. Saben bien que saoy viejo, que soy cojo". Después de maltratar psicológicamente a sus nietos, el viejo se lanzó a la calle llevando las latas vacías en busca de los alimentos para su engreído puerco; pero a la media hora hora regresó derrotado. Don Santos amenazó a sus nietos diciéndoles que si no trabajan se quedarán si comer.  Al día siguiente nuevamente trató de repetir la faena, pero tuvo que desistir. A la hora celeste  del tercer día quedó desplomado en su colchón. Luego gritó enloquecido "¡Si se muere de hambre, será por culpa de ustedes! Desde entonces comenzaron unos días interminables de angustia. Los dos hermanos sufrían un encierro imjusto y  forzado. Efraín se revolcaba sin descanso en el colchón sucio y Enrique tosía. El abuelo, a medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les miraba con sus ojos feroces. Por momentos lanzaba lechuga o zanahoria cruda a sus maltratados nietos con la finalidad de excitar su apetito  creyendo que le aplicaba una forma castigo (...) La última noche de luna llena, nadie pudo pegar pestañas. El abuelo pasó la noche en vela y guardó silencio. Cuando amaneció don Santos empezó a gritar como loco, diciendo "!Arriba, ariba, arriba! !A lvantarse ociosos!". Luego, fuera de sí empezó a golpear con fuerza a sus nietos. Efraín se asustó y lloró de dolor. Enrique se levantó  de inmediato del colchón y le dijo que iría solo al muladar para traer la comida para el Pascual. Enrique cogió los cubos y salió corriendo a la calle. Cuando abrió la puerta del corralón, el perro Pedro quiso ir con él, pero le dijo a su engreído "Tú quédate aquí cuidando a Efraín". Y de  inmediato se dirigió al muladar. Después de realizar una ardua faena, regresó al corralón con los cubos llenos de alimentos descompuestos. Al ingresar al corralón sintió  un raro aire opresor, que lo obligó a detenerse. Lo sorprendente  era que esta vez había en el corralón una inexplicable paz cargada de malos presagios, como si toda la violencia  estuviera en equilibrio, a punto de derrumbarse. Enrique vio a su abuelo muy extraño y  que estaba  parado  al borde  del chiquero,  mirando el fondo. Se le acercó con las latas llemas de alimentos y le dijo  "!Aquí están los cubos!" Como el abuelo le dio la espalda y se quedó callado. Entonces, Enrique presintiendo lo peor, soltó los cubos y de inmediato se dirigió  a su cuarto. Al ingresar a la habitación encontró a Efraín llorando a moco tendido por su perro. Le contó a su hermano Enrique  que el perro le había mordido al abuelo y después oyó que Pedro estuvo aullando.  Después escuchar a su hermano salió a buscarlo y como no lo encontró, se acercó a su abuelo y le preguntó  "¿Dónde está Pedro?". Don Santos se quedó callado. Entonces, su nieto puso la mirada en el chiquero  y vio que Pascualdevoraba algo en medio del lodo. Aún quedaba  las piernas y el rabo de Pedro.  Al ver este horrible cuadro trágico lanzó un poderoso "no" y se tapó los ojos, llorando. Enrique le reprochó  al abuelo su actitud criminal diciéndole "Por qué has hecho eso? ¿Por qué?"  Él se quedó callado y asumiendo una postura nerviosa le dio un golpe a su nieto haciéndole caer en  el suelo. El niño cogió la vara y con fuerza le golpeó el pómulo.  El abuelo, cogiéndose la cara, retrocedió un paso, su pierna de palo tocó tierra húmeda, resbaló y cayó de espaldas al chiquero, lanzando un horrible grito de muerte. De inmediato, Enrique fue en busca de su hermanito Efraín para huir de ese infierno en que vivía. Ambos salieron corriendo del corralón y desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla.

2.- ANÁLISIS LITERARIO DE LA EXPRESIÓN O FORMA
A.- EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR
       El narrador que cuenta la historia de la obra es omnisciente, una tercera persona,  ya que conoce en su totalidad el sentir de cada uno de los personajes.
   Nos ilustra los siguientes escritos:
-“Efraín y Enrique se demoran en el camino, trepándose en los árboles para arrancar moras o recogiendo piedras, de aquellas filudas que cortan el aire y hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegan a su dominio, una larga calle ornada de casa elegantes que desembocan en el malecón”.
-“A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo vio estornudar en la madrugada, no dijo nada. En el fondo, sin embargo, presentía una catástrofe. Si Enrique se enfermaba, ¿quién se ocuparía de Pascual?"
B.- LOS RECURSOS LITERARIOS
        El cuentista Julio Ramón Ribeyro utiliza magistralmente los recursos literarios para darle mayor expresividad a su obra literaria.
       Los recursos literarios que utiliza el escritor son: los recursos de la descripción, la técnica del diálogo y las figuras literarias.
 Tipos de descripción
  *Descripción de lugares:
- "A las seis de la mañana se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que corren la ciudad a esta hora parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal. Las beatas se arrastran penosamente en los pórticos de las iglesias.Los basureros   inician por la avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de cattrtas (...)"
- "Efraín y Enrique llegaron al barranco. Los carros de la Baja Policía, siguiendo una huella de tierra, descargaban la basura sobre una pendiente de piedras. Visto desde el malecón, el muladar formaba una especie de acantilado oscuro y humeante, donde los perros y los gallinazos se desplazaban como hormigas"
   *Diálogos:
   El escritor Julio Ramón Ribeyro desarrolla por momentos en la obra algunos diálogos breves y fluidos:
   a.- Pedro...Pedro
      -¿Qué pasa?
      -Pedro ha mordido al abuelo...el abuelo cogió la vara después lo sentí aullar.
   b..-¡A mí. Enrique, a mí!...
      - Pronto -exclamó Enrique, precipitándose sobre mi hermano-. ¡Pronto, Efraín!   ¡El  viejo se ha     
        caído      al   chiquero!
       -¡Debemos irnos de aquí!
       -¿Adónde? -preguntó Efraín.
       -¡Adonde sea, al muladar, donde  podamos comer algo, donde los gallinazos!
       -¡No me puedo  parar!

Las figuras literarias
     El escritor Julio Ramón utiliza con suma mesura las figuras literarias para darle mayor expresividad a uno de sus mejores cuentos "Los gallinazos sin plumas"
a.- Metáfora:
- ¨Los gallinazos sin plumas han llegado a su nido" = Los niños que buscan basura con los gallinazos.
- "Los noctámbulos macerados por la noche" = Los borrachos.
- "La hora celeste" = La seis de la mañana.
b.- Símil:
- "Pedro le tenía miedo y cada vez que lo veía se acurrucaba y quedaba inmóvil como piedra".
- "La debilidad lo hacía ligero, etéreo: volaba casi como un pájaro"
- "El abuelo parado al b orde del chiquero, miraba hacia el fondo. Parecía  un árbol creciendo desde su pierna de palo"
- "Tenía el pie hinchado, como si fuera de jebe y estuviera lleno de aire"
c.- Personificación:
- "A las seis de la mañana la  ciudad se levanta de puntillas y comienza a  dar sus primeros pasos"
- "Cuando el sol se asoma sobre las lomas, la hora celeste llega a su fin".
d.- Exclamativas:
- "!Nada de perros aquí! ¡Ya tengo bastante con ustedes!
- "!A levantarse¡ !Efraín, Enrique¡ !Ya es hora!
- "!Pedazos de mugre¡ !Ya saben se quedarán sin comida hasta que no trabajen!".
e.-Interrogativas:
-  "¿Por qué has hecho eso?  ¿Por qué".
-  "¿Y a mí? -preguntó dámdose un palmazo  en la pierna de palo- ¿Acaso no me duele la pierna?f
f.- Anáfora:
- "¡Pascual, Pascual, Pascualito!"
g.-Epítetos:
- "Desde entonces empezaron días angustiosos, interminables"
- "La seguía un extraño visitante: un perro escuálido  y medio sarnoso"
- "Una fina  niebla disuelve el perfil de los objetos y ctra como una atmósfera encantada"
- "Siendo aún la hora celeste  llegan a su dominio, una larga calle ornada de casas elegantes que desembocan en el malecón".
h.-Enumeración:
- "Un cubo de basura es siempre una caja de sorpresa. Se encuentran latas de sardinas, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes muertos, algodones inmundos".
- "La pequeña lata de cada uno se van llenando de tomates, podridos,  pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuran en ningún manual de cocina".

C.- ESTILO
      El estilo literario del escritor Julio Ramón Riberyro se caracteriza por ser sencillo y fluido. El estilo que utiliz el cuentista está lejos de ser ampuloso y retórico, pero hay que resaltar que su sencillez está cargada de metáfora y otros recursos literarios que embelecen la obra literaria. El estilo literario de Ribeyro es hermoso ya que atrapa al lector de comienzo a fin al leer su obra literaria.

IV.-APRECIACIÓN  CRÍTICA
"Los gallinazos sin plumas"  es uno de sus mejores cuentos de Julio Ramón Ribeyro. El escritor toca una temática netamente social con   mucha mesura sin caer en el facilismo. El  aspecto  social de la obra literaria lo
maneja con gran  maestría ya que logra denunciar la explotación que hace el abuelo don Santos contra sus indefensos nietos, Efraín y Enrique. Don Santos representa la sociedad de consumo del  capitalismo, sistema que explota a los pobres.  Los hermanos Efraín y Enrique simbolizan  a todos los pobres explotados del mundo. Un apunte importante: Ribeyro maneja magistralmente los recursos literarios en la obra sin caer en el uso exagerado, así como también tiene un gran dominio del lenguaje. En síntesis: El contenido y la forma  van a constituir una unidad indisolubre en el cuento "Los gallinazos sin plumas".

V.- VALORES DE LA OBRA
a.- Valor literario:
     El escritor Ribeyro escribe el cuento "Los gallinazos sin plumas" con un alto valor literario, ya que en él se puede encontrar el buen manejo del tiempo, de las figuras literarias y de las técnicas narrativas contemporáneas y así  como también tiene  un gran contenido humano.  La forma y el fondo se unen para constituir una unidad indisoluble y dar nacimiento una bella obra literaria.
b.- Valor social:
       El cuento  denuncia  la injusticia social y la explotación infantil que se da  en los lugares pobres que están dentro de una ciudad opulenta de miraflores de los años cincuenta. El escritor con valentía y con gran humanismo no oculta su cólera e indignación porque no quiere ser cómplice de los abusos desmedidos contra los indefensos niños. La obra tiene un gran valor social porque escribe con su pluma firme las acciones injustas que se dan en la obra.   
c.- Valor lingüístico:
     Ribeyro introduce giros populares en la obra  para darle mayor fuerza al cuento que está ambientado en lugares donde campea  la miseria y la explotación. El lenguaje que utiliza el escritor está relacionado con el submundo donde viven injustamente  los hermanos Efraín y Enrique. El escritor no abusa de los giros populares, si no los combina magistralmente con las  palabras  que están cargadas de metáforas, de imágenes y de  figuras literarias. Ribeyro tiene un buen manejo del lenguaje.
  VI.- MENSAJE DE LA OBRA
            El mensaje del cuento "Los gallinazos sin plumas" que nos da Ribeyro es que la explotación contra los pobres debe terminar para que haya paz en la  humanidad. Ribeyro es crudo al narrarnos una triste realidad   de dos niños que sufren la explotación sin misericordia por parte de su diabólico abuelo don Santos. En este cuento, e escritor nos lleva a una profunda reflexión muy humana en contra el abuso y la violencia.

VOCABULARIO:
absurda: opuesta a la razón
acantilado: se dice del fondo del mar cuando forman  escalones.
acecho: observando y mirando a escondidas y con cuidado
aguzó: estimuló. incitó
alba: primera luz del día
arrear: incitar al movimiento
aullando: bramando, gritando
baja policía: servicio de limpieza  de calles y recolección de basura.
barranco: orilla de un  precipicio, despeñadero.
beatas: mojigatas, santurronas
berrear: chillar
brizna:  filamento o hebra especialmente de plantas o frutos
bufandas: prendas para abrigar el cuello
carroña:  carne  descompuesta
cena: comida que se toma en la noche
chiquero: pocilga
conjuraba:  conspiraba
consigna:  orden, contraseña
convalecencia:  mejoría, recuperación
corralón: casa rústica en un terreno grande y urbano.
cubos:  baldes
desfiladero: paso estrecho entre montañas.
divisó: vio, miró
emparrado:  cubierta de parras
escuálido: flaco, delgado
estrépito:  estruendo, ruido
éxtasis: arrobamiento, embeleso
fango:  lodo
fauna: conjunto de especies de animales que habitan en determinados ambientes
garúa: llovizna
granujas:  pícaro, bribón
gruñir: refunfuñar
hora celeste: seis de la mañana
ingle: parte del cuerpo, en que se juntan los muslos con el vientre.
injuria:  agravio,  ofensa
intimidarlos:  atemorizarlos,  asustarlos
intrigado: conspirado, enredado
itinerario: camino,  recorrido, ruta
jadear: respirar anhelosamente por efecto de algún trabajo impetuoso.
malsana:  enfermiza
masculló:  murmuró,  musitó
merodean:  vagan, vagabundean
niebla: nube en contacto cn la tierra y que oscurece más o menos la atmósfera
noctámbulo:  trasnochado
obstinadamente: terca y porfiadamente, con tenacidad en el ánimo.
opresor:  déspota, tirano, dictador
optado:  elegido, escogido
ornada:  adornada
ovilló: encogió
pendiente: cuesta o declive de un terreno
provisión: abastecimiento
remansado: calmado, tranquilizado
rengueó: andó cojeando
sigilo: secreto que se guarda de una cosa o noticia.
siniestro: funesto, aciago, infeliz
somnolencia: pesadez de los sentidos motivados por el sueño.
suburbio: barrio a las afueras de la ciudad
trastrabillar: tambalearse,  vacilar
traste: persona inútil o que no sirve sino de estorbo
tregua:  descanso
trote: modo de caminar acelerado
umbral: entrada de una casa
zamarro:  bandido, malandrín, pillo
zurrar: pegar, azotar,golpear  


(Del libro: "Análisis del Cuento Peruano", 
2004, Rafael Alvarado Castillo)

Lima, 16 de mayo de  2012


Fin

***



PROMOCIÓN DE LAS OBRAS DE RAFAEL ALVARADO CASTILLO

 Plan lector
Señor (a)  profesor (a): Presento a vuestra consideración  estas  tres  obras para ser leídas en el aula dentro del marco de Plan lector. Aquí un breve argumento de cada uno:

“A C O” (El diario de un niño escolar)

A C O” es una obra autobiográfica de Rafael Alvarado Castillo que narra las vivencias escolares de un niño que cursaba el cuarto año de primaria en el Colegio  fiscal San Diego de Surquillo a fines de la década del 60. Fueron días inolvidables que pasó con sus compañeros del colegio y del barrio. La obra literaria que influyó mucho para escribir “A C O” fue “CORAZÓN” del escritor  italiano Edmundo de Amicis. También la lectura de otras como “Oliver Twist” y “David Cooperfield” de Charles Dickins, “Tom  Saywer” de Mark Twain, y “Mi planta de naranja-Lima” de José Mauro de Vasconcelos, ayudaron al escritor  y contribuyeron a la cristalización de su obra.

 “EL ÁGUILA”

“El águila” es una novela motivadora que trata de darle optimismo, perseverancia y coraje  al lector para que pueda vencer todos los obstáculos que se le presenten en su vida. El optimismo es un elemento vital que todo hombre debe poseer para tener un espíritu de superación. Una persona optimista tiene más posibilidades de alcanzar el éxito que el  hombre pesimista. Esta obra trata la historia de un hombre que quiere cristalizar su sueño más ansiado: ser un famoso escritor. Él lucha incansablemente con sacrificio y con amor para que su sueño se haga realidad.

“EL AMOR MÁS HERMOSO DEL MUNDO”  
               
“El Amor más hermoso del mundo” es una obra que hace reflexionar al hombre que  odia y que el amor va a jugar un papel importante en la vida del hombre.  Martín Benavides es un joven ingeniero  que nunca conoció el amor. Durante su niñez vivió entre la soledad, la indiferencia y la falta de amor. Su padre, un negociante viudo, nunca le dio amor cuando más lo necesitaba. Martín, cuando llegó a ser un joven, su corazón se puso duro como una roca y en su corazón         solamente había espacio para el odio, la avaricia y la venganza. Después, se casó con una bella dama que le dio tres hermosos hijos, a  quienes negó el amor tal como su padre le negó a él. Es una historia triste y llena de dolor, pero con final feliz, ya que de joven Martín descubre el amor más hermoso del mundo que le  cambió su vida y la de su familia.

Informes y pedidos: rafaelalvaradoAC@hotmail.com
Visitanos en: http://wwwelaguila-alvarado.blogspot.com/

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